sábado, 12 de abril de 2014

LA PROSPERIDAD



Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Mateo 5:16

He leído una vez más la historia de José. Me llamaron la atención, en esta vez, dos cosas: la conciencia de José de que todas sus penurias respondían a un propósito excelso: preservar la vida de su pueblo y de paso de miles de egipcios. Y era él, José, el instrumento de Dios para lograrlo. Si bien este plan no fue nada gratificante como proceso, pero los resultados fueron magníficos, lo cual nos deja una enorme lección.

Pero quisiera enfocarme al segundo aspecto que me llamó la atención: la prosperidad. En la casa de Potifar como en la cárcel, se repitió un fenómeno: la prosperidad que  tenía José en lo que hacía y lo que comandaba. Hoy podríamos ajustar este término, para evitar equívocos como que, “tenía éxito”, es decir, las cosas le salían bien. Y aparejada iba siempre en esta percepción de sus jefes el hecho de que había un poder claro e identificable que era el responsable de este éxito de José: Jehová. Reitero, era un prosperidad en la cual se veía que venía no de la inteligencia de José sino de Dios. Y para todos esto era evidente.

Es posible que muchos de nosotros, como cristianos, seamos exitosos en nuestro trabajo, es decir, que las cosas nos salen bien, ganamos premios, reconocimientos e incluso hasta ganancias económicas. Pero es muy raro que la gente vea en nuestros éxitos la mano de Dios. Nadie dice: Claro, es que Dios está con él. Y que de este reconocimiento viniera un respeto hacia Dios. En suma, podemos afirmar que no basta con ser próspero, e incluso ganar mucho dinero. Tal ves esto último sea una evidencia de lo contrario, de que algo torcido hemos hecho, que algo mal habido hemos realizado.

El enigma es entonces cómo hacer para, primero, ser fructífero, exitoso, próspero, y que todo nos salga bien. Y segundo, que claramente evidenciemos a Dios como la fuerza motora de nuestro éxito. He aquí dos problemas por resolver en este cristianismo del siglo XXI. ¿Cómo resolverlo? 

Antes que nada, hay que someternos bajo la mano de Dios. Todos los días decirnos y decir en oración, heme aquí Señor, estoy listo para hacer tu voluntad y levantarnos y ponernos en acción. Alimentar nuestra mente con su palabra y consolar nuestro corazón con sus promesas. Poco a poco iremos viendo el resultado, como el crecimiento de una planta. Y veremos como la mano de Dios les queda claro a quienes nos rodean y más de uno quiera seguir a Dios a partir de este poderoso testimonio.

Recuerde, no basta ser próspero, sino que esta prosperidad deje en claro que es resultado de nuestra fe. Y que esto, haga que la gente quiera seguir a ese Dios que nos sostiene.


ESTUDIO SOBRE APOCALIPSIS 20: Los mil años

Jeremías Ramírez El tema principal de este capítulo 20 es ese periodo de tiempo denominado “Milenio” y que ha sido causa de enorme discusión...