domingo, 31 de marzo de 2019

LA CURACIÓN DEL COJO DE LA PUERTA HERMOSA Hechos, capítulo 3

Jeremías Ramírez Vasillas

Después del Pentecostés, el desarrollo de la iglesia se iba a suceder vertiginosamente. La curación de un cojo iba a desatar una serie de acontecimientos que mostrarían los aspectos fundamentales de la iglesia: la resurrección de Jesús con hechos irrefutables y la fe en Jesús, única vía para ser salvos. La predicación de Pedro ante la gente que se arremolino alrededor de ellos buscando una explicación a este hecho extraordinario es muy elocuente e interesante.

1  Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.
2 Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.
3 Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna.
4 Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.
5 Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo.
6 Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.
7 Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos;
8 y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.
9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.
10 Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido.

Había tres horas de oración (la tercera, la sexta y la novena), es decir, las 9, 12 y 3 de la tarde. Como todos los judíos, Pedro y Juan fueron al templo a orar o a recitar las oraciones. Y cuando llegaron vieron a un cojo que era colocado en la puerta LA HERMOSA. Algunos creen que esta puerta era la que daba al atrio de las mujeres; otros, que era la puerta de Nicanor la que daba acceso al atrio de los judíos; otros más, que era la Puerta de Oro, que estaba del lado oriental, y por ella se llegaba de inmediato al pórtico de Salomón.
En el relato de este capítulo concuerda más con esta última por nos dice que “…entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios”. Y en el v. 11 que la concurrencia que se juntó en el pórtico de Salomón, al percatarse que el mismo cojo que se ponía en la puerta ahora brincaba, es el espacio junto a la puerta de oro. Es decir, al entrar al templo llegaron al pórtico de Salomón. Si hubiesen sido las otras dos puertas, que están varios metros adentro, ellos hubieran tenido que regresar hasta el pórtico de Salomón que franqueaba en el lado oriente el atrio de los gentiles.
El cojo ve que Pedro y a Juan se acercan a la puerta para entrar y cuando llegan junto a él, les ruega que le den limosna. Es probable que inclinara su cabeza, mostrando humildad. Pedro le dice entonces: “Míranos”. Ahora bien, como era un cojo congénito no tenía ninguna aspiración de ser curado, y mucho menos pediría curación a dos personas ordinarias, por eso lo único que buscaba era dinero. El cojo alza la vista y atentamente los observa esperando la limosna pero Pedro le contesta de manera desalentadora: “No tengo oro ni plata”, pero de inmediato agrega: “Lo que tengo te doy”. En el nombre de Jesús de Nazareth…
Contrasta esta actitud de los discípulos con la observada en la alimentación de los cinco mil. Allí fueron impotentes ante la cuantiosa cantidad de alimento que necesitaban para darle de comer esa multitud y no tenían más que cinco panes y dos peces. Aquí, sin vacilación, Pedro le dice: “En el nombre de JESÚS DE NAZARETH levántate y anda”. Posiblemente el cojo se quedó desconcertado. Entonces Pedro lo toma de la mano y lo levanta y enseguida “se le afirmaron los pies y tobillos”
            ¿Qué pasó? Por qué en la alimentación vacilan, tienen dudas, miran sus manos casi vacías, y se muestran impotentes, y aquí no? La única razón es que el Espíritu Santo estaba en plenitud en ellos. “…y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo…” (Hechos 2:3 y 4).
            Como en aquella ocasión, no tenía bienes materiales sino algo mucho mejor: a un Señor y Dios actuando en sus vidas. Y el cojo, entonces, “saltando se puso de pie y anduvo…” Y empezó a alabar a Dios. En Mateo 5:16 leemos: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Pero la gente “se llenó de asombro y espanto”.
            La reacción de la multitud es de esperarse considerando que no era algo común que un cojo de nacimiento sanara por obra de dos hombres ordinarios, que ni siquieran portaban vestiduras de sacerdote o de algún alto funcionario judío.
            Entonces Pedro se dirige a la multitud que se ha congregado en ese amplio y largo pasillo del pórtico de Salomón, se dice, de unos 20 metros de ancho, con gruesas columnas.

Discurso de Pedro en el pórtico de Salomón
11 Y teniendo asidos (kraten=agarrados con fuerza) a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón.
12 Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?

Y Pedro le pregunta a esa multitud atónita: “Por qué se sorprenden”, podiamos decir, y ¿por qué piensan que fue nuestro poder o nuestra piedad o quizá, como ahora dirían, “por nuestra santidad” fue hecho este milagro? No, de ninguna manera fuimos nosotros, contestó Pedro. Y entonces viene una detallada explicación. El responsable de ese milagro es (v. 16): “…la fe en su nombre (Jesús), a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros”.
            Entonces Pedro, argumenta de manera elocuente y precisa cuáles son todos los componentes que configuran o están detrás de este milagro:

DISCURSO DE PEDRO EN EL PÓRTICO DE SALOMÓN. CONTINUACIÓN.

I Qué hicieron: vosotros matasteis al autor de la vida…
13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad.
14 Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida,
15 y matasteis al Autor de la vida

II. Qué hizo Dios: lo resucitó

…a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.

III. Y esta es la explicación del milagro del cojo

16 Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.

IV Ustedes no son totalmente responsable del crimen

17 Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.

V. Y no lo son del todo, porque con su  muerte se cumplió la profesía:

18 Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.

Profecía (Isaías 53:10): “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada”.

Zacarías 12:10: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito”.

Salmos 69:21: “Y por comida me dieron hiel, y para mi sed me dieron a beber vinagre”.

VI. Qué deben hacer los culpables de su muerte

19 Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,

El refrigerio que sólo se consigue cuando se entrega la vida a Dios una vez que se renuncia al pecado y Jesús nos acoge para limpiarnos  de pecado y hacernos libres, libres del mal, de la culpa, de las tendencias negativas, del odiom de la avaricia, del orgullo…

VII. Cristo, la respuesta de Dios.

20 y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;
21 a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
22 Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable;

Profecía (Deuteronomio 18:18): “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.

VIII. Resultado de no oír a Cristo.

23 y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.
24 Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días.
25 Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra.

IX Por eso, el mensaje fue anunciado primero a los judíos.

26 A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.

Este desgloce nos permite ver como esta predicación, este discurso tiene todos los elementos centrales del mensaje del evangelio a los judíos.
            Y el eje central es la RESURRECCIÓN de Jesús: “…a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos”.
            Y en este pasaje vemos dos pruebas de este hecho irrefutable: 1) El testimonio de quienes fueron testigos presenciales. Y como afirma el escritor Frank Morrison: el hecho irrefutable es que nunca encontraron el cuerpo.
            Pero además en este pasaje hay otro hecho adicional: el milagro del cojo. Este tipo de milagros sólo lo podçia realizar Jesús, como muchos de ellos fueron testigos: resutó muertos, curó ciegos, sanó cojos o paralíticos o leprosos, etc. Y aquí hay un milagro de ese mismo rango: curo a un cojo de nacimiento. Y Pedro dice (v.12) “¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?”, y afirma quién es el autor: v. 16: “y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros”.
            Y tanto la ausencia del cuerpo como el milagro no fueron refutados por los principales sacerdotes, sino al contrario dijeron cuando los apresaron y mandaron a la cárcel a Pedro y a Juan (Hechos 4:16): “¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar”.

CONCLUSIÓN

Este milagro dentro del templo vino a confrontar a los sacerdotes que ya no encontraron manera de refutarlos y como consecuencia la iglesia experimentó un fortalecimiento.
            Leemos en Hechos 4:

23 Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho.
24 Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;
25 que por boca de David tu siervo dijiste:

 ¿Por qué se amotinan las gentes,
 Y los pueblos piensan cosas vanas?
26 Se reunieron los reyes de la tierra,
Y los príncipes se juntaron en uno
Contra el Señor, y contra su Cristo. (Salmos 2:1-2)

27 Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel,
28 para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.
29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, (NO DICE: “LIBRANOS DEL PELIGRO”).
30 mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.
31 Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.

¿Y hoy? ¿Cómo ayudaremos a los cojos de este mundo, los cojos y ciegos espirituales y confrontaremos a los enemigos de la luz? ¿No nos convendría pedir al Señor lo mismo que sus discípulos: “…concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús”.
            Qué el Señor nos llene de su santo Espíritu y como respuesta profunda y sincera a nuestra solicitud de ser soldados firmes a su servicio. Amén. 

domingo, 24 de marzo de 2019

JERUSALÉN / Selma Lagerlöf / Premio Nobel de Literatura 1909


Jeremías Ramírez Vasillas

En 1896 un grupo de 55 campesinos suecos abandonan su tierra para emigrar a Jerusalén y unirse a una colonia de cristianos norteamericanos donde pretenden vivir de acuerdo a las normas bíblicas del Nuevo Testamento. Viajan con la idea que allí podrían construir el paraíso en la tierra.
            En 1900, Selma Lagerlöf realizó un viaje a Jerusalén y conoció esta colonia. Quedó sorprendida por la vida que llevaban, teniendo todas las cosas en común, además de observar reglas muy estrictas de convivencia; pero se sorprende más cuando se entera del origen de dicha colonia.
En 1873, el transatlántico Ville du Havre, que viajaba hacia Europa, chocó con un barco británico y se hundió en unos minutos, muriendo 226 personas. Una mujer norteamericana llamada Anna, esposa del señor Horatio Spafford, viajaba en ese barco con sus cuatro hijas. Las hijas perecen y sólo se salva Anna de manera milagrosa. Su marido, que no iba con ella, la recibe en Inglaterra y regresan a Chicago. La pena no les permite rehacer sus vidas. Horatio cree que la muerte de sus hijas es un castigo de Dios. En un viaje a Chicago, Anna conoce a Olaf Henrik Larsson, el líder de la Iglesia Evangélica Sueca. Las enseñanzas muy peculiares de este pastor, sobre la verdadera vida cristiana, despiertan en Anna el deseo de construir un lugar en donde practicar las virtudes cristianas y cree que Jesús la llama a que lo haga en Jerusalén. La idea prende y ella y su esposo, junto con un reducido grupo de trece adultos y tres niños, parten rumbo a Palestina.
Ese mismo pastor Larsson visita su lugar de origen, una provincia de Suecia llamada Dalecardia, ubicada en el centro del país, y convence a un grupo de campesinos de que hagan una comuna y posteriormente de que vendan sus tierras y se unan a la colonia norteamericana que ya ha logrado establecerse.
A pesar de que la vida que encuentran en Jerusalén no es muy grata, son recibidos muy afectuosamente por los norteamericanos, pero pronto verán que su grupo no es bien visto en Jerusalén, pues su forma de vida y su altruismo despierta recelo en las autoridades, en especial del consulado norteamericano, mientras que cuentan con el respeto y apoyo de las comunidades judía y musulmana.
            La impresión de esta colonia activó poderosamente la ágil imaginación de Lagerlöf para escribir una enorme novela (que en su primera edición se publicó en dos tomos), para narrar esta odisea espiritual, con una alta dosis de imaginación. Le interesa explotar el motor emotivo espiritual del movimiento más que hacer un reportaje sobre este hecho. Y por ello, inventa un pueblo, Nas, enclavado en la región de Dalecardia; una familia, los Ingmarsson; un barco que sucumbe al mar, L’univers, una líder religiosa, la Mrs. Gordon. Es fácil darnos cuenta que todos ellos tienen un referente real. Y además hace uso de la imaginación para establecer los ejes dramáticos y místicos de la novela, que en momentos traspasa las fronteras del realismo para internarse en el mundo fantástico, anticipándose al realismo mágico latinoamericano.
            La novela inicia narrando la vida del antecesor inmediato de los Ingmarsson, y su peculiar forma de establecer su familia. Este arranque es la introducción de la novela. En el capítulo 1 hay un brinco temporal e inicia cuando Ingmar Ingmarson padre, que ya es un hombre mayor, al tratar de salvar a unos niños en una crecida del río, pierde la vida. Su muerte viene a trastocar la vida de su familia, estableciendo la base emocional que permitirá que parte de la familia acepte las ideas peculiares del pastor Hellum que ha llegado de Estados Unidos provocando un caos en la comunidad. El pueblo se divide y cuando el conflicto ha crecido, un incidente obliga a Hellum a abandonar el pueblo, sin embargo, sigue controlando a sus seguidores por carta, aunque muchos de ellos hayan desertado del grupo, y por ese medio los convence de que es necesario vender todo e irse a Jerusalén a esperar la segunda venida de Jesús.  
            Convencidos los pocos fieles que quedan venden sus propiedades, preparan su partida y emprenden el largo viaje a Jerusalén. Desde su llegado un viento de desencanto los embarga y a partir de ese momento los peregrinos suecos sufrirán diversos conflictos, desilusiones, problemas, perturbación emocional, y muchos mueren, pero al mismo tiempo, los que van quedando, afirman su decisión de seguir en Jerusalén.
            Durante muchos capítulos Lagerlöf va narrando con mucho detalle las vivencias de los peregrinos suecos, pero va intercalando capítulos en los que nos va narrando lo que sucede con los que se quedaron en Naas. Lagerlöf centra su narrativa en Ingmar Imargsson hijo, quien no se une al grupo, y que se verá afectado por la partida de su hermana Karin Ingmarsdotter, quien pone en subasta la finca, herencia por varias generaciones de la familia, y lo obliga a renunciar a Getrude, la mujer que ama, por conservar el patrimonio familiar. El hombre que compra la propiedad dice que se la regalará a Ingmar si se casa con su hija Barbro e Ingmar acepta.
            Getrude pasa por momentos amargos, pero también siente el llamado de unirse a los peregrinos a Jerusalén y se va con ellos. Mientras Ingmar inicia su vida matrimonial lleno de remordimientos y desprecio hacia su esposa. Pero, poco a poco se van abriendo puentes de comunicación y descubre que la dócil mujer con la que se ha casado es en realidad una mujer de decisiones firmes y quien le revela aspectos de su vida que harán que Ingmar cambie su opinión y se empiece a enamorar de su esposa. A ella, además, le acongoja una supuesta maldición que pesa sobre su familia, pues desde varias generaciones atrás los hijos varones nacen ciegos e idiotas. La congoja se agudiza cuando queda embarazada y tiene un niño prematuramente, el cual muere a los pocos días. Poco después muere su padre y esto la lleva a pensar que ya no tienen que seguir con la farsa, y no le importa que Ingmar le diga que la ama e inicia el proceso de divorcio. Ella le pide que vaya a Jerusalén por Getrude y se case con ella, pues no soporta ser causante de la desgracia de Getrude. Ingmar va a Jerusalén y descubre que Getrude ya no lo ama y que, a pesar de que algunos creen que se está volviendo loca, ella es feliz en su colonia y quiere seguir viviendo allí. Ingmar tiene un incidente que ponen en riesgo su vida, pero no quiere regresar sin Getrude. El riesgo que corre de morir convence a Getrude de regresar con él.
            La novela tiene la virtud de tener una ligereza y al mismo tiempo una buena profundidad que inevitablemente atrapa, a pesar de que se nos haga extraña esa locura religiosa. Se siente a ratos que la autora simpatiza con los ideales del grupo, pero nunca pierde de vista las dificultades, problemas y muerte de sus compatriotas por la carencia de agua, el calor, las enfermedades, la nostalgia, la tristeza que los acosa en Jerusalén.
            Digamos que la novela campea entre la admiración de la autora por este grupo que se atreve a vivir acorde a sus ideas, y cierta crítica a la resistencia a que ellos acepten los errores de su estilo de vida que los empuja a sufrir gratuitamente. Esa crítica la condensa al final en una frase afortunada. Dice en boca de Ingmar cuando le pregunta Barbro, su esposa, sobre su estancia en Jerusalén: “…fue muy curioso descubrir que todas las maravillas que habíamos leído en las Escrituras allí no queda nada. No hay ninguna fortaleza real en Sion ni ningún templo en Moria, sólo una roca que muchos idolatran”.
            En esta frase hay un eco de aquellas palabras de Jesús que le dijo a la Samaritana, cuando ella le pregunta que en dónde se debe adorar a Dios y Jesús contesta: “Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.”[1]. Es decir, el lugar ya no importa, sino la intención del creyente. Pero ligados a las cosas materiales, los creyentes creen que hay objetos santos, lugares santos, pero, como dice Ingmar: “Allí no queda nada”.
            Selma Lagerlöf no sólo logró el reconocimiento de los lectores con su novela, sino que en 1996 fuese llevada al cine su compatriota Billie August.
            La novela es muy recomendable y ahora me queda de tarea buscar otros libros suyos, incluso algunos famosos que escribió para niños como El maravilloso viaje de Nils Holgersson.
           






[1] Evangelio Según San Juan, capítulo 4, verso 21.

sábado, 2 de marzo de 2019

LA PARÁBOLA DEL COLCHÓN

Jeremías Ramírez Vasillas

La vida terrenal es como un colchón. Si logramos amoldarnos a este, es decir, nos empezamos a sentir cómodos, jamás pensaríamos en cambiarlo. Pero si los resortes empieza a salirse, y van apareciendo irregularidades, chipotes, hendiduras, cada vez se volverá más y más intolerante un día lo tiraremos a la basura e iremos a comprar otro.

En la vida hay personas que tienen todo: cada, coches, lujos... Y hay quienes no tienen esto, pero poco a poco lo consiguen y van empezando a disfrutar las mieles de la vida, ambos desearían prolongar la vida eternamente. Pero hay quienes viven en la vida en este mundo con dificultades y penurias, y hay otros más que aunque no pasan penurias no se sienten cómodos porque advierten que en el mundo hay dolor injusticia, hambre, explotación, sufrimiento, adicciones, soledad, tristeza... y les duele tal situación y tratan en la medida de sus fuerzas ayudar a quien lo necesite, seguramente anhelarán un mundo mejor.

Hermano, si no sientes la necesidad de que el Señor venga a poner las cosas en orden, oye las palabras que el Señor le dice a los ladiceanos: " Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". (Apocalipsis 3: 17-20)



ESTUDIO SOBRE APOCALIPSIS 20: Los mil años

Jeremías Ramírez El tema principal de este capítulo 20 es ese periodo de tiempo denominado “Milenio” y que ha sido causa de enorme discusión...