Jeremías
Ramírez Vasillas
Henry David Thoreau,
escritor, poeta y filósofo estadounidense (1817-1862) escribió en su libro
Desobediencia civil que “’El mejor gobierno es el que menos gobierna’ —y
agrega—, y me gustaría verla aplicada de una manera más rápida y sistemática.
Llevada hasta sus últimas consecuencias conduciría a esta otra, en la que
también creo: ‘El mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absoluto.’
Cuando los hombres estén preparados para ello, este será el tipo de gobierno
que tendrán”.
Sin embargo, gobiernos van y gobiernos vienen,
y los hombres no terminan de estar preparados. A veces, incluso, parece que sucede todo lo contrario: cada vez hay mayor descomposición social. Por ello es que sigue existiendo
el gobierno.
Jesús, cuando estaba con
sus discípulos, les dijo una pregunta profética: “…cuando venga el Hijo del
Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Es decir, ¿el hombre seguirá
tan errado, tan perdido, como siempre o habrá cambiado? Tal parece que no abunda mucho la fe, es decir, la aceptación de Jesús como Señor y como Salvador, de modo que cada vez hay más gente guiada por el Espíritu de Dios. Por el contrario, cada vez hay mayor alejamiento de Dios y de su palabra. Y muchos que se dicen cristianos sólo son congregantes de alguna iglesia.
Por ello, para tener una vida social con cierto orden debe haber un gobierno cuyas medidas restrictivas y punitivas obligue a la gente a comportarse dentro de ciertos parámetros que permitan que la vida colectiva se realice con cierto orden.
Por ello, para tener una vida social con cierto orden debe haber un gobierno cuyas medidas restrictivas y punitivas obligue a la gente a comportarse dentro de ciertos parámetros que permitan que la vida colectiva se realice con cierto orden.
Y algo más: entre mejor es el gobierno mejor es el control
social que ejerce; entre peor, la vida social se vuelve un caos.
El cristiano debiese ser un modelo a seguir, un ejemplo de conducta ordenada, pero no siempre esto ha sucedido en la iglesia antigua como la moderna. Y seguramente había cierta resistencia a ser un buen ciudadano por lo que Pablo exhorta en este capítulo a someternos a las autoridades superiores.
El cristiano y el Estado
1 Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay
autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios
resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien,
sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás
alabanza de ella;
4 porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme;
porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para
castigar al que hace lo malo.
5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del
castigo, sino también por causa de la conciencia.
6 Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios
que atienden continuamente a esto mismo.
7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto,
impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.
La
indicación aquí es que de manera voluntaria debemos someternos, es decir,
obedecer, a las autoridades superiores porque estas fueron establecidas por
Dios; no hay una, incluso las autoridades más terribles, que no sean parte de
esta ordenanza divina. Porque todos los gobiernos tienen como misión ordenar y
darle cauce a la vida social de modo que no haya desorden. Sin autoridades,
impera algo peor que la ley de la selva.
Sabiendo Dios esta condición del ser humano de
corromperse cuando no hay autoridad, el Señor ha impuesto este sistema de
organización entre los hombres. Por ello, en el corpus legal del Pentateuco,
leemos como Dios le ordena a Moisés a designar autoridades: “Jueces y
oficiales”.
En Deuteronomio 16:18-20
leemos que Dios instituye el gobierno y le ordena a Moisés:
“Jueces y oficiales pondrás en todas tus ciudades que
Jehová tu Dios te dará en tus tribus, los cuales juzgarán al pueblo con justo
juicio.
No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni
tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las
palabras de los justos.
La justicia, la justicia seguirás, para que vivas y
heredes la tierra que Jehová tu Dios te da”.
En Israel la
desobediencia a Dios o al rey tenía una pena severa, por eso Pablo afirma que
el que se opone a la autoridad acarrea condenación. En Esdras 7:26 leemos:
“Y cualquiera que no cumpliere la ley de tu Dios, y la
ley del rey, sea juzgado prontamente, sea a muerte, a destierro, a pena de
multa, o prisión”.
Por ello, el
gran consejo, como leemos en Eclesiastés 8:2, dice:
“Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey y la
palabra del juramento de Dios”.
En la carta
a Tito, en el
Cap 3:1 leemos: “Recuérdales que se sujeten a los
gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena
obra”.
Y en 1 Pedro 2:13-17:
“Por causa del Señor
someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los
gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza
de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien,
hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no
como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como
siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al
rey.
Cuando al
señor lo trataron de poner en disyuntiva si se debía cumplir con el gobierno o con
Dios, Él respondió magistralmente en Mateo 22: 21: “…Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios
lo que es de Dios.
Ahora bien,
en la palabra sólo hay una circunstancia en la que no podemos obedecer a las
autoridades. Cuando las leyes u ordenanzas se contraponen con la ley de Dios,
con su voluntad. En Hechos 5: 28-29: “¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese
nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar
sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles,
dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.
En la carta
a Timoteo Pablo exhorta a los creyentes no sólo a cumplir las leyes sino a orar
por ellos. Cuando veamos a un gobierno que dicta leyes injustas, la acción
política de los cristianos es ORAR. Y si es un buen gobierno, ORAR también, en
ambos casos buscamos que los gobiernos nos permitan vivir “quieta y
reposadamente, en toda piedad y honestidad”.
1 de Timoteo 2:1-3: “Exhorto,
ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de
gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en
eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.
Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador,
Porque
cuando un gobierno es malo, se convierte en un ente corruptor:
Proverbios 28: 15-17
Cual león rugiente y oso agresivo es el gobernante
perverso sobre el pueblo pobre. Al príncipe que es gran opresor le falta
entendimiento, pero el que odia las ganancias injustas prolongará sus días. El
hombre cargado con culpa de sangre humana, fugitivo será hasta la muerte; que
nadie lo apoye.…
Eclesiastés 10:16
¡Ay de ti, tierra, cuyo rey es un muchacho, y cuyos
príncipes banquetean de mañana!
Isaías 3:12
¡Oh pueblo mío! Sus opresores son muchachos, y mujeres lo
dominan. Pueblo mío, los que te guían te hacen desviar y confunden el curso de
tus sendas.
En estos
casos, debemos redoblar la oración.
8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al
prójimo, ha cumplido la ley.
9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso
testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se
resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el
amor.
Es muy
importante para el cristiano no deber a nadie nada. Ni al gobierno, ni a las
instituciones privadas, ni en los centros de trabajo, ni en el cumplimiento de
las reglas sociales. Salvo, el amor. En eso debemos considerarnos deudores
porque jamás lograremos amar en plenitud a nadie. Por eso siempre debemos
considerarnos deudores, deudores que se esfuerza en cumplir.
¿A quien debemos a amar? A todos: a Dios, a
nuestros familiares, a nuestros amigos, a nuestros vecinos, incluso a nuestros
enemigos.
Una manera de amar a los demás es siguiendo al
pie de la letra lo que dice el versículo 9:
· No
adulterarás
· No
matarás
· No
dirás falso testimonio
· No
codiciarás
· En
suma, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Todos los mandamientos se cumplen en
el amor.
¿Qué es el
amor? La búsqueda del bien del otro. La lista breve de Romanos 13 son formas de
atentar contra el prójimo. Teniendo relaciones ilícitas, asesinando, dando
falso testimonio, codiciando, todas ellas son formas contrarias al amor.
EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY ES EL AMOR.
11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño;
porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.
12 La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras
de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.
13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no
en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,
14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la
carne.
Como dirían
en mi pueblo: el tiempo no está para bollos. Los tiempos son malos, los
indicios de que nos apróximamos a algo terrible se presiente con los problemas
en todo el orbe: calentamiento global, contaminación, extinción de especias y
de fauna, envenenamiento de ríos, violencia generalizada, revueltas, masacres
aun en los países desarrollados, balaceras, robos, fraudes casi inconcebibles….
Pero todo
esto también es de que se acerca el día. Por ello es urgente que desechemos las
obras de las tinieblas, que no sujetemos nuestras conductas a lo que hace todo
el mundo que anda en glotonerías (en Celaya como han proliferado los salones de
fiesta donde los excesos son comunes) y borracheras, lujurias, lascivias,
pleitos, envidias...
La
invitación es a VESTIRNOS del SEÑOR, y no dejarnos dominar por los deseos
carnales.