Jeremías Ramírez
Las narraciones testimoniales de Richard Wurmbrand, Haralan Popov, Watchman Nee y del Hermano Yun nos relatan la persecución de los cristianos en los países comunistas desde la óptica de quienes la padecen. Pero es raro un testimonio que narren el punto de vista del perseguidor.
Es justamente lo que hace el libro El esbirro, de Serguei Kourdakov, un joven militar con muchas cualidades intelectuales, gran fortaleza física y un liderazgo sobresaliente en las células juveniles comunistas y, posteriormente, miembro destacado de la policía que se dedicaba a erradicar el veneno del cristianismo, en los años setenta, cuando el comunismo ruso aún estaba vigente e internacionalmente libraba una guerra fría contra Estados Unidos.
Su relato inicia cuando una noche fría, como marino en un barco militar, navega en el Atlántico cerca de la costa canadiense y se lanza al mar para huir de la URSS. Este largo inicio, tenso, emocionante, difícil, a ratos perdido en embravecido mar, y sus posibilidades de sobrevivir son mínimas, a pesar de que había preparado bien su fuga, pues el tiempo corre y el frío amenaza con matarlo de hipotermia si no logra llegar, en el poco tiempo que le queda, a las costas canadienses.
Cuando estamos leyendo esta introducción la pregunta que uno se formula es ¿por qué huye? La pregunta no es respondida de inmediato, pues Serguéi, sin habernos contado cómo llega a tierra, da un vuelco al pasado cuando era niño y mueren sus padres para contarnos, de manera cronológica, su historia de vida para retomar la huida en los últimos capítulos.
Tan pronto queda huérfano es recogido por una familia de intelectuales, amigos de sus padres, que lo tratan bien y le dan todo lo necesario, aunque el niño lo que quiere es regresar con sus padres. Si bien este matrimonio lo recibe bien; el hijo de ellos no, pues intenta matar a Serguei. Para evitar ser dañado, huye pero en poco tiempo es capturado y enviado a una escuela-orfanato ante su negativa de regresar con los que podrían ser sus padres adoptivos.
A pesar de que no está desamparado en esa escuela, no le gusta la rígida disciplina y huye de nuevo, pero otra vez es capturado y va pasando de un orfanato-escuela a otro a medida que va creciendo. Pronto se da cuenta que no tiene más opciones sino la de permanecer y destacar en estos lugares para obtener ciertos privilegios.
Cuando termina su formación básica desea desarrollarse como militar pues advierte que es en la milicia donde tendrá un mejor futuro, particularmente si desea hacer carrera en la milicia naval, a la cual aspira.
A pesar de las dificultades en la escuela militar por su extrema disciplina su destacado desempeño como estudiante y sobresaliente participación en las células juveniles del partido comunista, logra sus metas. Los reconocimientos y los privilegios poco a poco van llegando, aunque advierte que las proclamas de las bondades del comunismo no se cumplen en la sociedad, lo cual le genera sentimientos encontrados. También advierte que, a pesar de la proclamación de la libertad religiosa, esta no existe. Los cristianos son perseguidos, y que, a pesar de ello, los grupos cristianos van en aumento.
Su brillante liderazgo como joven comunista y desempeño estudiantil pronto llama la atención de la policía de la ciudad en donde estudia, Kamtchaka, y es reclutado para formar un grupo especial cuya tarea es desarticular, perseguir, golpear y arrestar a los grupos cristianos.
Hasta estas alturas del relato aun no encontramos respuesta a nuestra interrogante inicial: ¿por qué huyó?
Al parecer su cambio de opinión respecto a los cristianos se genera a partir de que conoce a Natacha, una joven inteligente, hermosa y temeraria, que es reconocida en su trabajo como una empleada destacada, pero es también una cristiana valerosa que no le teme ser golpeada ni arrestada. En varias de las incursiones de Serguei la encuentra siempre firme. Esta actitud lo lleva a cuestionarse si lo que le ha aprendido en sus clases de comunismo es verdad o es verdad en lo que creen los cristianos, al grado de arriesgar el trabajo o los estudios, la comodidad, la familia y hasta la vida.
Al parecer es esta lucha interna la que lo lleva a cuestionarse sus ideas en contra del cristianismo y decide ya no formar parte de la policía, y enrolarse como marino, pues sus estudios han concluido. A pesar de estar fuera de la policía y de perseguir a los cristianos, el recuerdo de Natacha lo persigue hasta impulsarlo a huir de la URSS. Por cierto, no es tan convincente ni creíble que sea sólo este recuerdo el que lo lleve a arriesgar su privilegiada posición en la milicia y en la sociedad soviética para exiliarse en un país capitalista.
Sin embargo, ahí va nadando, nadando, y cuando descubre luces en esa densa oscuridad descubre que nadado en redondo y ha regresado al barco. Ya no le quedan muchas posibilidades de alcanzar la costa, pero sabe que si regresa le espera un infierno, así que vuelve a emprender su camino hacia Canadá. Cuando está a punto de fallecer logra alcanzar una isleta rocosa de donde es rescatado por unos pescadores.
Una vez en tierra es llevado al hospital en donde permanece detenido en espera de su situación jurídica. Tras un largo periodo de convalecencia, se restablece, pero su condición legal no se define y corre el riesgo de ser deportado a la URSS. Sabe que si eso sucede no le espera una bienvenida. Finalmente, la balanza se inclina a su favor y le conceden la ciudadanía canadiense, gracias a la intervención de grupo cristianos que abogan a su favor.
Una vez libre se une a una iglesia en la que acepta a Cristo y empieza su labor de divulgar la situación de los cristianos en la URSS y la necesidad de apoyo, tanto presionando políticamente como apoyar financieramente a los cristianos soviéticos para llevarles Biblias y ayudarlos en sus penurias económicas, pues como perseguidos políticos pierden sus derechos laborales y como ciudadanos, y muchos han sido sentenciados a largas condenas en la cárcel.
A pesar de que es un ciudadano canadiense sigue siendo objeto de persecución por la KGB que no deja de acosarlo y amenazarlo, particularmente cuando descubren que está escribiendo un libro en cual expondrá públicamente las entrañas del comunismo.
El libro llega a buen fin y se publica, pero su autor, —así lo señalan varias páginas de internet— muere de manera misteriosa. Algunos creen que se suicidó, pero la mayoría asegura que fue objeto de un ataque de la KGB.
José de Segovia nos dice en un artículo que “Tenía apenas veinte años”, cuando “su cuerpo apareció el día de año nuevo de 1973 en la habitación de un motel de California, muerto de un disparo a la cabeza. ¿Era un accidente, o un suicidio? Según la organización, Evangelismo Subterráneo: “…fue víctima de un asesinato por otro miembro de la KGB, para silenciarle” .
Suicidio o asesinato, no lo sabemos, pero Serguei muere muy joven tras la publicación del libro. Esta denuncia, aseguran, era un pecado imperdonable para las autoridades soviéticas.
También existen dudas que su relato sea verdadero, pues algunos investigadores no se han podido corroborar ni los lugares ni las personas mencionadas. Para ellos hay sospechas de que la información sea ficticia.
Yo no sé si son ciertas estas sospechas, pero una cosa me queda clara: lo que este libro nos relata de como son perseguidos los cristianos coincide con los testimonios de hermanos de China, Bulgaria, Rumanía, Polonia o Checoslovaquia de cómo son perseguidos. Y que creer en Cristo en los países comunistas fue y es de alto riesgo, tan similar a lo que sufren los cristianos en los países musulmanes.
Como el libro fue publicado en 1975 por la editorial Logoi, actualmente es difícil de conseguir un ejemplar impreso, aunque en Kindle lo he visto disponible en el portal de Amazon y de segunda mano hay quien lo ofrece en Mercado libre.