sábado, 26 de diciembre de 2020

EL ESBIRRO


Jeremías Ramírez

Las narraciones testimoniales de Richard Wurmbrand, Haralan Popov, Watchman Nee y del Hermano Yun nos relatan la persecución de los cristianos en los países comunistas desde la óptica de quienes la padecen. Pero es raro un testimonio que narren el punto de vista del perseguidor.

Es justamente lo que hace el libro El esbirro, de Serguei Kourdakov, un joven militar con muchas cualidades intelectuales, gran fortaleza física y un liderazgo sobresaliente en las células juveniles comunistas y, posteriormente, miembro destacado de la policía que se dedicaba a erradicar el veneno del cristianismo, en los años setenta, cuando el comunismo ruso aún estaba vigente e internacionalmente libraba una guerra fría contra Estados Unidos.

Su relato inicia cuando una noche fría, como marino en un barco militar, navega en el Atlántico cerca de la costa canadiense y se lanza al mar para huir de la URSS. Este largo inicio, tenso, emocionante, difícil, a ratos perdido en embravecido mar, y sus posibilidades de sobrevivir son mínimas, a pesar de que había preparado bien su fuga, pues el tiempo corre y el frío amenaza con matarlo de hipotermia si no logra llegar, en el poco tiempo que le queda, a las costas canadienses. 

Cuando estamos leyendo esta introducción la pregunta que uno se formula es ¿por qué huye? La pregunta no es respondida de inmediato, pues Serguéi, sin habernos contado cómo llega a tierra, da un vuelco al pasado cuando era niño y mueren sus padres para contarnos, de manera cronológica, su historia de vida para retomar la huida en los últimos capítulos. 

Tan pronto queda huérfano es recogido por una familia de intelectuales, amigos de sus padres, que lo tratan bien y le dan todo lo necesario, aunque el niño lo que quiere es regresar con sus padres. Si bien este matrimonio lo recibe bien; el hijo de ellos no, pues intenta matar a Serguei. Para evitar ser dañado, huye pero en poco tiempo es capturado y enviado a una escuela-orfanato ante su negativa de regresar con los que podrían ser sus padres adoptivos. 

A pesar de que no está desamparado en esa escuela, no le gusta la rígida disciplina y huye de nuevo, pero otra vez es capturado y va pasando de un orfanato-escuela a otro a medida que va creciendo. Pronto se da cuenta que no tiene más opciones sino la de permanecer y destacar en estos lugares para obtener ciertos privilegios. 

Cuando termina su formación básica desea desarrollarse como militar pues advierte que es en la milicia donde tendrá un mejor futuro, particularmente si desea hacer carrera en la milicia naval, a la cual aspira.

A pesar de las dificultades en la escuela militar por su extrema disciplina su destacado desempeño como estudiante y sobresaliente participación en las células juveniles del partido comunista, logra sus metas. Los reconocimientos y los privilegios poco a poco van llegando, aunque advierte que las proclamas de las bondades del comunismo no se cumplen en la sociedad, lo cual le genera sentimientos encontrados. También advierte que, a pesar de la proclamación de la libertad religiosa, esta no existe. Los cristianos son perseguidos, y que, a pesar de ello, los grupos cristianos van en aumento.

Su brillante liderazgo como joven comunista y desempeño estudiantil pronto llama la atención de la policía de la ciudad en donde estudia, Kamtchaka, y es reclutado para formar un grupo especial cuya tarea es desarticular, perseguir, golpear y arrestar a los grupos cristianos. 

Hasta estas alturas del relato aun no encontramos respuesta a nuestra interrogante inicial: ¿por qué huyó?

Al parecer su cambio de opinión respecto a los cristianos se genera a partir de que conoce a Natacha, una joven inteligente, hermosa y temeraria, que es reconocida en su trabajo como una empleada destacada, pero es también una cristiana valerosa que no le teme ser golpeada ni arrestada. En varias de las incursiones de Serguei la encuentra siempre firme. Esta actitud lo lleva a cuestionarse si lo que le ha aprendido en sus clases de comunismo es verdad o es verdad en lo que creen los cristianos, al grado de arriesgar el trabajo o los estudios, la comodidad, la familia y hasta la vida.  

Al parecer es esta lucha interna la que lo lleva a cuestionarse sus ideas en contra del cristianismo y decide ya no formar parte de la policía, y enrolarse como marino, pues sus estudios han concluido. A pesar de estar fuera de la policía y de perseguir a los cristianos, el recuerdo de Natacha lo persigue hasta impulsarlo a huir de la URSS. Por cierto, no es tan convincente ni creíble que sea sólo este recuerdo el que lo lleve a arriesgar su privilegiada posición en la milicia y en la sociedad soviética para exiliarse en un país capitalista.

Sin embargo, ahí va nadando, nadando, y cuando descubre luces en esa densa oscuridad descubre que nadado en redondo y ha regresado al barco. Ya no le quedan muchas posibilidades de alcanzar la costa, pero sabe que si regresa le espera un infierno, así que vuelve a emprender su camino hacia Canadá. Cuando está a punto de fallecer logra alcanzar una isleta rocosa de donde es rescatado por unos pescadores.

Una vez en tierra es llevado al hospital en donde permanece detenido en espera de su situación jurídica. Tras un largo periodo de convalecencia, se restablece, pero su condición legal no se define y corre el riesgo de ser deportado a la URSS. Sabe que si eso sucede no le espera una bienvenida. Finalmente, la balanza se inclina a su favor y le conceden la ciudadanía canadiense, gracias a la intervención de grupo cristianos que abogan a su favor.

Una vez libre se une a una iglesia en la que acepta a Cristo y empieza su labor de divulgar la situación de los cristianos en la URSS y la necesidad de apoyo, tanto presionando políticamente como apoyar financieramente a los cristianos soviéticos para llevarles Biblias y ayudarlos en sus penurias económicas, pues como perseguidos políticos pierden sus derechos laborales y como ciudadanos, y muchos han sido sentenciados a largas condenas en la cárcel.

A pesar de que es un ciudadano canadiense sigue siendo objeto de persecución por la KGB que no deja de acosarlo y amenazarlo, particularmente cuando descubren que está escribiendo un libro en cual expondrá públicamente las entrañas del comunismo.

El libro llega a buen fin y se publica, pero su autor, —así lo señalan varias páginas de internet— muere de manera misteriosa. Algunos creen que se suicidó, pero la mayoría asegura que fue objeto de un ataque de la KGB. 

José de Segovia nos dice en un artículo que “Tenía apenas veinte años”, cuando “su cuerpo apareció el día de año nuevo de 1973 en la habitación de un motel de California, muerto de un disparo a la cabeza. ¿Era un accidente, o un suicidio? Según la organización, Evangelismo Subterráneo: “…fue víctima de un asesinato por otro miembro de la KGB, para silenciarle” .

Suicidio o asesinato, no lo sabemos, pero Serguei muere muy joven tras la publicación del libro. Esta denuncia, aseguran, era un pecado imperdonable para las autoridades soviéticas.

También existen dudas que su relato sea verdadero, pues algunos investigadores no se han podido corroborar ni los lugares ni las personas mencionadas. Para ellos hay sospechas de que la información sea ficticia.

Yo no sé si son ciertas estas sospechas, pero una cosa me queda clara: lo que este libro nos relata de como son perseguidos los cristianos coincide con los testimonios de hermanos de China, Bulgaria, Rumanía, Polonia o Checoslovaquia de cómo son perseguidos. Y que creer en Cristo en los países comunistas fue y es de alto riesgo, tan similar a lo que sufren los cristianos en los países musulmanes.

Como el libro fue publicado en 1975 por la editorial Logoi, actualmente es difícil de conseguir un ejemplar impreso, aunque en Kindle lo he visto disponible en el portal de Amazon y de segunda mano hay quien lo ofrece en Mercado libre. 


viernes, 25 de diciembre de 2020

ESTUDIO DE 1 de TESALONICENSES CAP. 2

Jeremías Ramírez

Las cartas que el apóstol Pablo le enviaba a las iglesias que él tenía alguna relación tenían como objetivo de que reconocieran lo que Dios había hecho en ellos, que recordaran y confirmaran lo que ya era propio de ellos como cristianos, y de esa forma combatir las enseñanzas torcidas de sus opositores, ya fuesen judaizantes o proto gnósticas, que empezaban a tomar forma en ese tiempo antes de que se convirtieran en un corpus filosófico que perdura hasta nuestros días.

En el caso de las cartas enviadas a los tesalonicenses tenían además el objetivo enseñarles con toda precisión lo relacionado con los eventos futuros, que los inquietaba y ponían en riesgo su fe; eventos tales como la segunda venida del Señor, que aborda específicamente en los capítulos 4 y 5 de la primera carta y en el inicio de la segunda.

En la primera carta, en el primer capítulo, les reconoce sus grandes avances espirituales. En el capítulo dos hay un cambio de los halagos e inicia con la defensa de sus ministerios en Tesalónica. Y los pone a ellos como testigos apelando a su memoria, de modo que da cuenta de su comportamiento subrayando como ejerció su ministerio en Tesalónica, todo ello con el fin de contrarrestar los ataques y difamaciones en su contra. A pesar de que ese era su objetivo, esta lista se puede ser usada como una estupenda guía para realizar el trabajo pastoral. 

Antes de analizarla cabe señalar que esta lista no era una justificación, como en los discursos políticos, sino un resumen que les hiciera pensar y recordar a los creyentes de Tesalónica su conducta. Al inicio dice “porque vosotros mismos sabéis”. 

Ministerio de Pablo en Tesalónica

1  Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no resultó vana;

2 pues habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición.

3 Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño,

4 sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.

5 Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo;

6 ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo.

7 Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos.

8 Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.

9 Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.

10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes;

11 así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros,

12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.

Estos 12 versículos, repito, son una invaluable joya de enseñanza para quienes presiden una iglesia. Y cada día habría recordarla para buscar de esa manera servir a los hermanos de quienes somos responsable. Hagamos un resumen:

1. Trabajó con denuedo, es decir, con valor, energía y decisión.

2. Su trabajo no procedió de error, ni de impureza, ni fue por engaño.

3. Nunca usó palabras lisonjeras, ni encubrió avaricia.

4. Trabajó de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno.

5. Se comportó de manera santa, justa e irreprensible.

6. Exhortaba y consolaba como el padre a sus hijos, y

7. Se encargaba que anduvieran como es digno de Dios.

Quien preside una iglesia debería cuidar así a su grey: con entrega, esfuerzo, analizando que su motivación no haya rastro de error, impureza y engaño, ni usar palabras lisonjeras sino hablar con la verdad, apegado a las escrituras, y no aprovecharse económicamente de los hermanos, sino que hará que comportarse santa, justa e irreprensible y exhortar (es decir, orientar con autoridad) y consolar a los débiles, y encargarse de que su conducta fuera digna de Dios.

Si se trabajara así en la iglesia, se podría ver cómo florecería, como una planta fuerte y vigorosa, testimoniando con poder hacia los de afuera.

Pero pasemos al objetivo principal de esta lista: su defensa.

En el versículo 3 dice que “…nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño)”. 

En esta frase hay tres acusaciones: Que su predicación era errónea, engañosa (que estaba encaminada a engañar a la gente), y que sus motivos eran impuros. La palabra que se usa aquí para impureza es akatharsía que tiene ver con la impureza sexual. Quizá malinterpretaban la costumbre de los cristianos el beso de la paz (1 Tesalonicenses 5:26) y hablaban de sus fiestas del amor. No le es difícil que una mente sucia lea en estas frases lo que no dice. 

En el versículo 4 advertimos que lo acusaban de ser complaciente. Por ello escribe que él y los hermanos que siempre lo acompañaban fueron “…aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio”. No por hombre sino por Dios”. Y afirma: “…así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones”.

La palabra que se utiliza para adulación es kolakeía que siempre indica lo que se hace para sacar dinero. En la Iglesia primitiva había quienes trataban de sacarle partido a su cristianismo. El primer libro de orden eclesiástico que se llamó La Didajé o La Doctrina de los Doce Apóstoles, se dan algunas instrucciones. Por ejemplo: «Recibid al apóstol que vaya a visitaros como al Señor. Que se quede con vosotros un día, y, si es necesario, también el siguiente; pero si se queda tres días, es un falso profeta. Y cuando el apóstol se despida, no le deis más que pan hasta que llegue a su morada. Pero si pide dinero, es un falso profeta.» Y agrega varias indicaciones más al respecto que no es este el momento de revisar. 

Pablo ni por asomo usó estas estratagemas engañosas. Su conducta, como podrián recordar los tesalonicenses, fue irreprochable.

Decían que Pablo buscaba la aprobación y la alabanza de la gente en vez de la de Dios. Probablemente aquello surgiría del hecho de que predicaba la libertad del Evangelio y de la gracia frente a la esclavitud del legalismo. 

En el versículo 7 podemos deducir que a Pablo le acusaban de ser un dictador, pero su gentileza era la de un padre prudente. Su amor sabía ser firme. Para él, el amor cristiano no era una sensiblería; sabía que las personas necesitaban disciplina, no para castigarlas, sino para bien de sus almas. Es probable que acusaban también a Pablo de buscar la aprobación de la gente en vez de la de Dios, de quedar bien como los políticos. Y ello surgiría del hecho de que predicaba la libertad del Evangelio y de la gracia frente a la esclavitud del legalismo y cualquiera que predique el Evangelio del gozo encontrará calumniadores, que es exactamente lo que sucedió con Jesús, y con Pablo. Por eso escribe: “…fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones”. 

Y en el versículo 13 les recuerda a los creyentes tesalónicos cómo fue su cuidado con ellos: “…santa, justa e irreprensible y, como un padre a sus hijos, exhortaba y consolaba y les encargaba que anduviesen como es digno de Dios, que los llamó a su reino y gloria”.

Esto es algo importante para todo cristiano: nuestra conducta en cualquier lugar: trabajo, reuniones sociales, relaciones familias y, hasta en la intimidad, debe ser DIGNA DE DIOS. Es decir, que podemos contestar si lo que hacemos lo haría Jesús. Si encontramos que no, hemos hallado algo que no es digno de Él. Y si “nos llamó a su reino y gloria”, significa que se requiere una conducta aprobada. Como Pablo le dice a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15)

Y les reconoce como recibieron la palabra:

13 Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.

Y esta manera de recibir la palabra como de Dios y no de hombres hizo que se lograran ser iguales, o similares, a la iglesia de Judea, pues habían enfrentado los mismos sufrimientos, indicador que iban bien, pues, afirma en la carta a Timoteo 3:10: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución…” 

14 Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos,

15 los cuales mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres,

16 impidiéndonos hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo.

Ausencia de Pablo de la iglesia

Y ahora Pablo habla de su ausencia física, pero no espiritual y su enorme deseo de verlos personalmente; sin embargo, hubo un estorbo satánico.

17 Pero nosotros, hermanos, separados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro;

18 por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo, ciertamente, una y otra vez; pero Satanás nos estorbó.

Satanás le bloqueó en el camino cuando quería ir a Tesalónica. La palabra que usa (enkóptein) que es el término técnico para poner un bloque en medio de la carretera para impedir el paso de una expedición, táctica bélica usual en esos tiempos para detener o retrasar el avance de un ejército. La labor de Satanás consiste en poner obstáculos en el camino del cristiano, pero la nuestra debe ser vencerlos. 

Y culmina este pasaje con un reconocimiento de qué significan para él los hermanos de Tesalónica:

19 Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?

20 Vosotros sois nuestra gloria y gozo.

Dice que los tesalonicenses eran su corona. En griego hay dos palabras para corona. Una es diádéma, que se usa casi exclusivamente refiriéndose a la corona real. 

La otra es stéfanos, que se utiliza casi exclusivamente para designar la corona del vencedor en alguna contienda deportiva. 

Stéfanos es la palabra que usa aquí Pablo. El premio que apreciaba el apóstol en la vida era ver a sus convertidos vivir de acuerdo con el Evangelio. 

 La mayor gloria y gozo de una creyente está en las personas que haya ayudado en el camino de Cristo. 

Nada que podamos hacer será un mérito ante Dios; pero al final, las estrellas en la corona de un siervo fiel serán los que haya guiado a Jesucristo: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. Apocalipsis 3:10

De esta manera llegamos al final de este estudio. Espero en el Señor que sea de provecho para crecer más en el conocimiento de quien nos ha redimido y comprobar cuál es su buena agradable y perfecta.

Que el Señor les bendiga. No olviden que Él es bueno y para siempre es su misericordia. Él nos cuida de esta pandemia, pero esto nos exime de nuestra responsabilidad. Y si llegan a infectarse, acepten el hecho con humildad y aprovechen la circunstancia para que dejen que Dios trabaje con ustedes, “…pues la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”, como está escrito en Santiago 1:3.


sábado, 19 de diciembre de 2020

NAVIDAD EN LAS MONTAÑAS



Jeremías Ramírez

Hay libros que logran alojarse en el corazón regalándonos una nota de ternura invaluable. De este tipo son El principito, de Antoine de Saint Exupery, El Quijote de la Mancha, de don Miguel Cervantes y Saavedra, Canción de Navidad, de Charles Dickens o Navidad en las montañas, de Ignacio Manuel Altamirano.

Este último lo leí cuando estaba en la preparatoria y por el candor de su relato me propuse leerlo cada Navidad, pero no cumplí mi promesa, aunque en algunos años logré hacerlo.

Este año descubrí que un amigo mío, Carlos Martínez (periodista de La Jornada e investigador), coordinaba un club de lectura en línea y me inscribí. El libro que tenían de tarea en ese momento era justamente Navidad en las montañas. Como ya lo había leído pensé saltarme la tarea, pero me enviaron un ejemplar digital publicado por la UNAM que tiene un hermoso diseño editorial.

Leí las primeras páginas y, como me suele suceder últimamente, encontré que los capítulos iniciales no los recordaba, y seguí leyendo hasta que, atrapado por la historia, me seguí hasta terminar el libro.  

Me encantó una vez más la sencillez narrativa. Recordaba escenas importantes como la cena o la misa de gallo, pero ya no recordaba esa delicada manera de construir el relato y narrar escenas íntimas con tal candor y delicadeza que parecía como si Altamirano estuviera confesando sus vivencias a un amigo entrañable, y nosotros teníamos el permiso de escuchar esa confesión. 

Cuando terminé la lectura una cosa me quedó clara: don Ignacio Manuel Altamirano era un gran escritor. Hace varios años había leído El Zarco, cuya trama tiene mayor tensión dramática, pues se trata sobre la vida de un sanguinario delincuente que asoló las regiones de Puebla y del Estado de México.  

Navidad en las montañas es su antípodas. Aquí, la tensión dramática es de baja intensidad y se da entre la amargura del personaje principal, con una serie de encuentros venturoso, en un pueblito de la montaña. 

Los capítulos iniciales son una remembranza del personaje (un capitán del ejército de Juárez desencantado de la vida y amargado por las vicisitudes de su existencia) mientras vaga en su caballo por las montañas hundido en su melancolía. Va acompañado por un ayudante quien se ha adelantado y le advierte que acaba de encontrar a un cura del pueblo, un español, que lo espera para acompañarlo al poblado a dónde planea pasar la noche de ese amargo 24 de diciembre.

Al saber que es un cura español se siente aún más desalentado pues no sólo le molestan los curas, sino que éste, además, es español. Pronto lo alcanza, pero para su sorpresa, se encuentra con un hombre sencillo, un verdadero apóstol de Cristo, que ha renunciado a las prebendas de la iglesia para entregarse a un apostolado fiel a las enseñanzas del evangelio, con humildad y amor por los feligreses.

A través de la charla va conociendo los pormenores del trabajo de este siervo de Dios que ha redundado en el bienestar espiritual y económico, lo cual se ha materializado  en el progreso del pueblo, al enseñarles, además del amor de Cristo y una nueva forma de relacionarse unos con otros siguiendo las enseñanzas del evangelio, a mejorar su viviendas, a practicar nuevas técnicas de cultivo que les ha permitido un mayor bienestar económico, el valor de la educación y ha reconstruido la escuela y con todo ello ha logrado establecer el amor y la cordialidad entre todos, creando un sentimiento de hermandad.

El militar, asombrado, le expresa su admiración y cuando finalmente llegan al pueblo advierte que el sacerdote no ha mentido: el pueblo rebosa de un sincero amor entre ellos y a su guía, a su pastor, a quien le llaman “hermano cura”.

Admirado ve el progreso de esta gente humilde que ha recobrado su dignidad como seres humanos. Sin buscarlo, todo lo que soñó que la Reforma emprendida por Juárez iba a lograr y no ha podido, este sencillo cura lo ha hecho con las enseñanzas del crucificado y con su comportamiento ejemplar.

Bajo ese halo asiste a la misa de gallo y luego al banquete navideño y culmina con la reconciliación y reencuentro amoroso de dos jóvenes amantes que estuvieron separados por las circunstancias, pero que ambos han cultivado los mejores dones del ser humano, y unen su existencia en el cálido círculo del amor.

Cabe señalar que la novela pinta de vivos colores una utopía, esa con la que han soñado todos los reformadores, todos los revolucionarios, y que se puede lograr bajo el poder y sencillez del evangelio de Cristo.

Altamirano, nos dicen sus críticos, con este libro buscaba generar un paradigma que le sirviera de guía a los revolucionarios del momento y del futuro.

Navidad en las montañas (1871) fue su tercera novela, escrita por encargo de Francisco Sosa (1848-1925), coordinador de Álbum de Navidad

Alberto Salorio Trasviña afirma que “Esta narración, por la temática, comparte rasgos del Romanticismo social en México y por la descripción de paisajes y estereotipos de personajes, del Costumbrismo. El lenguaje va de lo lírico a los diálogos directos, enmarcados en la figura de un narrador en tercera persona. La Navidad en las montañas supone un modelo de la novelística de su tiempo, no tanto por su trasfondo ideológico como por su calidad de obra artística”. 

Pero, ¿quién era Ignacio Manuel Altamirano? Era un escritor de sangre indígena que nació en Tixtla, hoy estado de Guerrero, en el seno de una familia indígena chontal; su padre tenía una posición de mando y en 1848 fue nombrado alcalde de Tixtla, lo cual dio al niño Ignacio Manuel, que tenía 15 años, la oportunidad de ir a la escuela. Aprendió a leer y a escribir en su pueblo natal. Hizo sus primeros estudios en Toluca, gracias a una beca otorgada por Ignacio Ramírez, el Nigromante, de quien fue discípulo. En 1849 estudió en el Instituto Literario de Toluca, y derecho en el Colegio de San Juan de Letrán. Perteneció a asociaciones académicas y literarias como el Conservatorio Dramático Mexicano, la Sociedad Nezahualcóyotl, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el Liceo Hidalgo y el Club Álvarez, formación que le permitió desarrollarse como abogado, escritor, periodista, maestro y político. Murió en Sanremo, Italia, el 13 de febrero de 1893. 


sábado, 12 de diciembre de 2020

LA BIBLIA DEL OSO


Jeremías Ramírez 

En las iglesias cristianas evangélicas es común ver que la versión de la Biblia que la mayoría utiliza es la Reina Valera, pero de ellos casi nadie se sabe cuál es su historia, es decir, cómo fue traducida, qué tantos sacrificios se tuvieron que realizar para que llegara a sus manos.

Yo, como lector de asiduo de la Biblia, había investigado un poco al respecto, pero no logré saber el enorme trasfondo que esta Biblia tiene. Sólo descubrí que esta versión tiene su origen en la conocida como “Biblia del Oso”, porque los primeros ejemplares tenían un grabado en la portada donde se ve un oso tratando de alcanzar un panal de miel.

Cuando descubrí que acababa de ser publicado un libro sobre el traductor de esta Biblia: Casiodoro de Reina, tuve interés en leerlo, y más aún cuando supe que este libro lo había escrito un amigo mío: Carlos Martínez, investigador del Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano, articulista del periódico La Jornada y de la revista Protestante digital.

El libro se titula:  Casiodoro de Reina traductor de la Biblia del Oso publicada en 1569.

El motivo de la publicación era celebrar los 450 años de la aparición de la Biblia del Oso y los 500 años del nacimiento de su traductor. 

Tan pronto me llegó, me interné en sus páginas y pronto advertí que ese mundo donde se gestó la traducción de esta Biblia me era completamente desconocido. A medida que avanzaba me pareció internarme en un territorio oscuro, terrible, escabroso, como en un cuento de horror de Edgar Allan Poe. Recordemos que El pozo y el péndulo justamente se ubica en tiempos de la Inquisición española.  

Y es que yo nada sabía sobre la reforma protestante en España, pues como la mayoría de los evangélicos latinoamericanos creía que somos hijos del Reforma Protestante europea iniciada por Lutero en el siglo XVI, continuada por Calvino, Zwinglio y muchos más, que generó un movimiento que convulsionó Europa y que dividió la monolítica iglesia católica. A ese movimiento de ruptura se le conoce como Cisma de occidente, y que dividió a la Europa en católicos y protestantes.

Los evangélicos latinoamericanos evangelizados por misioneros anglosajones sentimos que nuestras raíces espirituales están justamente en ese movimiento reformista europeo y que nada nos liga con España en donde la Reforma protestante europea no logró entrar, sin considerar que nuestra Biblia surge de la Reforma Protestante Española.

Y este es uno de los grandes aportes de este libro de Carlos Martínez pues viene a iluminar con luces potentes ese momento histórico que permitió que una Biblia, la que mayor influencia tiene sobre los evangélicos hispanoparlantes, llegará a ser la Biblia que nos identifica.

Antes de entrar en materia hay que tomar en cuenta algunas cuestiones históricas. En primer lugar, hay que considerar que esta convulsión religiosa se dio en un contexto de cambio y apertura que se le ha denominado “Renacimiento”, y que estalló en el siglo XV, es decir, de 1400 a 1500. 

Si bien el Renacimiento fue un movimiento que empezó a gestarse varios siglos antes, es en este “Cuatroccento italiano” que se desborda: se re descubre a los escritores griegos, el arte rompe sus paradigmas, surge la cartografía que permite la exploración geográfica que culmina con el descubrimiento de América, resurgen los bancos como un motor de desarrollo, se detonan las ciencias (Da Vinci inventa sus máquinas fabulosas), y surge el humanismo. En suma, hay un hambre de conocimientos, cuya sed viene a satisfacer la imprenta que Gutenberg que desarrolla hacia 1440, pues se acelera la reproducción de libros que antes de este invento se realizaba a mano.

En el terreno espiritual también hay un ansia de ampliar los horizontes y estas ansias de oxígeno espiritual eclosiona desde en el interior de la iglesia católica, pues esta revolución se enciende en los monasterios. Lutero era un monje agustino. Y los reformadores españoles, monjes jerónimos. Sus conocimientos de latín, griego y hebreo, además el acceso a las escrituras en latín dentro de sus conventos, les permiten acercarse a las escrituras, analizarlas y descubrir que los postulados de la iglesia no concuerdan con el texto bíblico. 

Pero a diferencia de lo que sucedió en el mundo secular en el que los mecenas, los burgueses, los reyes y príncipes, se convierten en los patrocinadores de ese despertar intelectual y estético, en la iglesia sucede lo contrario: se desata una feroz persecución en contra de quien osa cuestionar el sacro imperio católico. 

Muchos reformadores pagaron con su vida antes de que apareciera Lutero. Y en España sucede lo mismo. 

Carlos Martínez, en su libro, tiene a bien, antes de contarnos cómo se lleva a cabo la traducción de la Biblia por Casiodoro de Reina, detallar ese contexto reformista español que se suscita de manera independiente a la reforma de Lutero o Calvino, y quienes fueron sus protagonistas.

Digno de una novela de intriga y suspenso, nos va narrando los peligros, las dificultades, las acusaciones, la persecución, los encarcelamientos, las torturas y la muerte en la hoguera de estos valientes reformadores que buscaban divulgar las verdades que estaban escritas en la Biblia, pues para ellos una forma de mostrar fidelidad y amor a Dios era luchar para que el pueblo católico pudiera salir de las tinieblas de la ignorancia atroz que los impulsaba a llevar una vida miserable y sin esperanza. 

El poder religioso en turno sabía que de abrirse las ventanas a la verdad su posición de poder se volvía vulnerable. Entonces, cerrando filas con las autoridades civiles entablan una feroz persecución dentro y fuera de España. 

Tanto Casiodoro de Reina como sus amigos monjes, que estaban empeñados en divulgar las verdades evangélicas a toda costa, incluso a riesgo de sus patrimonios, de sus familias y de sus vidas, tuvieron que huir de España para seguir traduciendo y divulgando las escrituras. Haber huido de España no los salvó a algunos de que la larga y siniestra mano de la Santa inquisición los alcanzara. De hecho, no había país alguno donde realmente estuvieran a salvo, ni siquiera en las Américas, continente recién descubierto.

Carlos Martínez dedica Largos pasajes a detallar esta difícil y peligrosa etapa. Luego se da a la tarea de contarnos la historia de los traductores que pusieron en español partes importantes de la Biblia, antes de que Casiodoro de Reina pudiera hacerlo de toda la Biblia y en un solo volumen. Casi todos los se involucraron en traducir y divulgar la palabra en español murieron en la hoguera, pero ahí, ante el suplicio nos dieron una lección de fidelidad a Dios, pues con una determinación férrea, siguieron sosteniendo su postura de amor a Cristo y a su evangelio cuando las llamas los estaban abrasando.

En seguida nos narra la persecución y acoso que sufrió Casiodoro de Reina en su propósito de traducir la Biblia, persecución que se inicia desde que abandona el monasterio de San Isodoro de Campo Santiponce, en Sevilla, y que jamás cesa en su tránsito por diversas ciudades europeas: Ginebra (donde comandaba la iglesia Calvino), Basilea, Inglaterra… sin hallar reposo y tranquilidad para llevar a cabo su labor de traducción. Prácticamente nunca encontró un clima apacible para ello, y teniendo encima la pobreza, y las enfermedades. Pero, además, no sólo sufrió en acoso de la corona española y de la Santa Inquisición, sino también de la iglesia reformada, como la de Calvino, lo persiguió y en Inglaterra, fue acusado de Sodomía y sometido a juicio, un largo y penoso juicio del cual salió absuelto. 

Es evidente que la mano protectora de Dios estuvo con él para que tras doce años de penosa labor finalmente lograra su cometido: completar la traducción de la Biblia al español. Y finalmente, en setiembre de 1569, se imprimieron, en Basilea, bajo los servicios del impresor Tomás Guarin, 2,600 ejemplares y “apareció en el mercado en el otoño en la Feria de Frankfurt”.

Casiodoro de Reina que creyó que no lograría en vida ver este momento culminante; por la gracia de Dios, no sólo vio culminado su trabajo, sino que aun pudo vivir 25 años más. Murió en 15 de marzo de 1594, en Fráncfort del Meno, Alemania.

Para cerrar este vibrante documento de investigación, Carlos Martínez tiene a bien terminar su investigación con una semblanza de la presencia de la Biblia del Oso en algunos escritores mexicanos, como Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, David Toscana, entre otros, que admiraban el lenguaje poético de la Biblia Reina-Valera, 1909.

Y culmina con dos capítulos importantes: el prefacio del traductor español a la Sagrada Biblia, es decir, el texto de presentación de la Biblia escrita por Casiodoro de Reina. Es una joya en el que analiza la visión del profeta Ezequiel y le da una interpretación para llamar a los príncipes de ese entonces a defender las verdades cristianas y apoyar la divulgación de la Biblia en lenguas vernáculas.  Y además, este libro incluye la “Amonestación del Intérprete de los sacros libros al lector y toda la iglesia del Señor, escrito por el mismo Casiodoro.

Casiodoro de Reina traductor de la Biblia del Oso publicada en 1569”, es un dechado de investigación documental profundo, pues no hay un solo dato que no se soporte precisamente en la investigación a profundidad. La cantidad de materiales a los que echó mano Carlos Martínez son muchísimos, lo que nos hace deducir que para realizar este trabajo tuvo que invertir muchas horas de análisis, investigación y cotejación de diversos materiales, para lograr un documento sólido, bien fundamentado, con un enorme rigor académico y de investigación, que lo convierte en un referente confiable para los estudiosos de la historia de la iglesia de la Biblia en su contexto histórico.

Es un libro imprescindible para conocer con cuántas lágrimas, sangre y sufrimiento nos llega la bendición de la Palabra de Dios en español. Leer este libro es una forma de honrar la memoria de los héroes que pagaron con su vida que podamos tener la palabra de Dios en nuestro idioma.

Vaya pues en este breve articulo mi agradecimiento a Carlos Martínez por esta labor que hoy podemos beneficiarnos y salir bendecidos.


lunes, 7 de diciembre de 2020

CAUTIVADO POR LA ALEGRÍA: C.S. LEWIS

Jeremías Ramírez Vasillas

Los libros de apologética cristiana de C.S. Lewis, como Mero cristianismo, han cernido las vidas de intelectuales y científicos de altos vuelos, como la de Francis Collins, director del Proyecto Genoma Humano, y quien a partir de ahí hizo su travesía para hacerse cristiano y cristiano militante. 

Cada que yo leía un libro de Lewis me preguntaba cómo se había convertido al cristianismo un intelectual ateo acérrimo y de altísimos vuelos.

Alguna vez, en una revista, leí un artículo en la que narraba su conversión, pero de manera tan escueta que sólo me quedó la imagen de Lewis viajando de noche en un camión y reflexionando en la existencia de Dios.

Tratando de saber más compré el libro biográfico sobre él: C.S. Lewis, un genio de la narración, pero olímpicamente se salta esta parte que me interesaba saber.

Hace poco descubrí que había un libro que trataba sobre este tema: Cautivado por la alegría: historia de mi conversión, en el que el propio Lewis cuenta como había dado ese paso trascendental. Procedí a comprarlo y, sin dilación, tan pronto me llegó, me puse a leerlo. 

Página tras página esperaba ese momento mágico, pero Lewis se detenía largamente en detalles de cómo había sido su formación académica, su pasión por los libros y las historias fantásticas y mitológicas y el desarrollo de su pensamiento crítico y analítico, pero de la conversión, nada. Me sentí de pronto defraudado. 

Cuando ya faltaban unas poquitas páginas para terminar, finalmente empieza a narrar su conversión. Su primer paso fue aceptar que Dios existía, justamente en ese camión que encontré en la lectura de la revista que mencioné. Allí, en esa noche en el camión, todo su complicado razonamiento ateo se vio de pronto confrontado y derrotado antes las evidencias de la existencia de Dios; pero, además, porque varios amigos suyos, intelectuales rigurosos y duros, se habían hecho cristianos o ya eran como JRR Tolkien, autor de El señor de los anillos. Y estas sorpresivas conversiones de intelectuales de alto nivel lo movió a decantar racionalmente lo absurdo de la idea deísta. 

Luego, en las dos últimas páginas, finalmente, narra su conversión cristiana. Pero que creen. En el punto culminante Lewis da un salto y no nos cuenta nada. Simplemente dice: “Sé muy bien cuándo, pero no sé cómo di el último paso. Me llevaban a Whipsnade una mañana soleada. Cuando salimos no creía que Jesucristo fuera el Hijo de Dios, y cuando llegamos al zoológico, sí”. Y eso es todo.

Pero, a pesar de que dice que “no me había pasado todo el camino sumido en mis pensamientos, ni en una gran inquietud […] Era más parecido a cuando un hombre, después de dormir mucho, se queda en la cama inmóvil dándose cuenta de que ya está despierto”.

Sin embargo, reflexionando sobre ese larguísimo viaje de más de 280 páginas podemos intuir cómo paso.

Lewis nació en Irlanda en una familia con antecedentes clericales por parte de madre y liberales por parte de su padre. Pero no recibió una educación religiosa como tal. En contraparte, desde muy pequeño, recibió una formación intelectual e imaginativa rigurosa a través de las lecturas de muchos libros, pues en su casa si algo había eran libros.  

Un día leyendo uno de esos libros experimentó una sensación sublime (que él denomina “Joy”) al leer unos poemas, y prendado de esa experiencia buscó repetir la experiencia a lo largo de su vida formativa, pero salvo algunas raras ocasiones, el pez escurridizo de la alegría se escabulló y tal parecía que nunca más la iba a tener, aunque la buscó afanosamente en el goce intelectual, sensual y sexual, y en la experiencia hedonista, pero no lo logró.

Lo que sí logró fue desarrollar una poderosa imaginación e intelectual que le brindó una sólida formación para ser escritor. Pero también lo habilitó para convertirse en un excelente profesor de Cambridge y otras universidades; fue un medievalista de respeto por la profundidad de sus conocimientos de este tema. Tolkien lo consultaba cuando escribió su zaga de El señor de los anillos.

Sorprende mucho cómo su educación por los colegios privados de Inglaterra, (espléndidamente narrados por la película The Wall, de Pink Floyd, y dirigida con gran acierto por el cineasta inglés Alan Parker (1944-2020)) muestra justamente esta atroz educación en escuelas privadas que padeció Lewis.

Es más, la película se queda corta. La experiencia de Lewis fue mucho más atroz y de muy poco aprendizaje en el aula, salvo dos o tres maestros. Después de pasar el infierno de dos escuelas sufriendo vejaciones continuas, le ruega a su padre que lo ponga con un maestro privado, aquel que había logrado que su hermano se desarrollara intelectualmente y pasara los exámenes para la universidad sin problemas. Su padre accede y entonces el universo de rigor y la profundidad racional se profundiza y adiestra para no aceptar todo sin antes no pasara por el duro tamiz racional y comprobar que es verdadero lo que piensa. Justamente esta habilidad fue la que le permitió llegar a descubrir la existencia de Dios tras hacer un largo y riguroso análisis. 

¿Quién fue ese maestro y cuál su método? Este maestro fue William Thompson Kirkpatrick (1848 - 1921), profesor irlandés y director de una escuela primaria. Es mejor conocido por haber sido el tutor de los hermanos Lewis y Warnie. Ambos vivieron en la casa de Kirkpatrick como alumnos residentes. Lewis estuvo allí de 1914 a 1917. Es decir, llegó cuando tenía 15 años y salió a los 18.

Kirkpatrick era un intelectual riguroso, duro, de amplios conocimientos. Cuando Lewis llegó a su casa empezó a acosarlo con preguntas que cuestionaban todo lo que afirmaba y le demostró que muchas de sus ideas no tenían sustento firme, eran meras opiniones ligeras, a pesar de que Lewis, ya de 15 años, tenía una cultura amplísima y cierto rigor intelectual y conocía de varias lenguas, entre ellas, el griego, latín, alemán, francés, entre otros. Y la primera tarea que le puso fue leer la Iliada en griego. Durante la mañana leía tenazmente y por la tarde tenía un diálogo riguroso a través del cual Kirkpatrick lo iba haciendo penetrar al fondo de esta obra monumental. Y con este método le fue enseñando a pensar lógicamente y con rigor.

No es un libro fácil, pero altamente recomendable para quien se quiera dedicar a escribir profesionalmente. Da cuenta pormenorizada de esta larga trayectoria que lo hizo un gran intelectual y un genio como escritor. Aún en sus libros apologéticos cristianos, como en el Problema del dolor, El peso de la gloria y Mero cristianismo, se trasluce ese rigor intelectual que aprendió con su profesor Kirkpatrick.

Si quieren leer la propuesta inteligente e intelectual y racional sobre el cristianismo, lean cualquiera de los libros mencionado. O bien, si quieren conocer literatura imaginativa de alto nivel, lean su trilogía de ciencia ficción: Más allá del planeta silencioso, Perelandra, un viaje a Venus y Esa horrible fortaleza o Esa Fuerza Maligna. O bien, la serie Crónicas de Narnia

Repito, todos sus libros son de un gran valor literario. Definitivamente era un genio de la narración y un cristiano admirable.



miércoles, 2 de diciembre de 2020

CRISTIANOS DE VITRINA

Vosotros sois la sal de la tierra; 

pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? 

No sirve más para nada, sino para ser echada fuera 

y hollada por los hombres. 

Mateo: 5:13


En los estudio y comentarios sobre la metáfora “sal” que Jesús hace para subrayar la función que los cristianos tienen en la sociedad, generalmente se pondera la cualidad preservadora de esta sustancia, pero pocas veces sobre su inserción en la sociedad.

Cuando el Señor habla de la sal, implícitamente indica esa cualidad preservadora, y afirma que inútil cuando la sal es sólo tierra inerte.

Sal Pablo no habla de la otra cualidad de la sal: su capacidad sazonadora: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” Colosenses 4:6.

Sin embargo, hay otro aspecto poco analizado. Para que esa sal sea útil debe ser empleada, es decir, mezclada con las comidas que se desea sazonar o preservar. De modo que al comparar a los discípulos como sal en la tierra, implícitamente indica que su vida debe entrar en contacto con la gente para que su sola presencia genere cambios. 

En Lucas 2:52 nos dice que Jesús no sólo crecía en sabiduría y físicamente, sino que además obtenía la gracia con los hombres y con Dios. Y hay una similitud en la naciente iglesia en Jerusalén. En Hechos 2: 47 dice que alababan a Dios: “…teniendo favor con todo el pueblo”. Es decir, la iglesia empezó a ser bien vista pues era agradable a la sociedad, es decir, sazonaba con su manera de ser y esta agradabilidad era notoria pues convivían con todos, no estaban escondidos o refugiados teniendo contacto sólo entre ellos.

Un cristiano que se refugia en su iglesia, que evitar entrar en contacto con el mundo, falla en su función básica pues está a resguarda en una gaveta dentro de su salero. De nada sirve que sea una sal magnífica si todo su potencial sazonador está encerrado en una botella o tras los muros del templo.

Ese movimiento que prevaleció en la iglesia católica de que, cuando alguien se consagraba a Dios, era recluido en un recinto apartado de la sociedad, no iba acorde con las escrituras y con la voluntad de Dios. Esta reclusión es contraria a lo que enseñan los evangelios pues los cristianos nunca deben ser cristianos de vitrina o convento.

Jesús era acusado de juntarse con publicanos, y pecadores y él contestaba que Él fue enviado a los enfermos no a los sanos. 

Sí, es cierto que santidad indica “apartado”, pero ese apartamiento no es físico ni social sino del pecado. Un santo no es un monje en un claustro orando o leyendo su breviario o su Biblia, sino alguien que, sin participar del pecado, influye en su sociedad para que cuando la gente “vea sus buenas obras”, alaben a Dios. Porque Dios ha conformado un pueblo celoso de buenas obras.




ESTUDIO SOBRE APOCALIPSIS 20: Los mil años

Jeremías Ramírez El tema principal de este capítulo 20 es ese periodo de tiempo denominado “Milenio” y que ha sido causa de enorme discusión...