domingo, 7 de enero de 2018

ESTUDIO SOBRE MARCOS 5

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Mateo 6:33

En este capítulo narra tres casos muy importantes en el ministerio de Jesús. Son tres casos en una situación extrema: 1) el primero, es el de un hombre poseído por más de 5 mil demonios. Era un caso terrible. 2) El segundo, una mujer con una enfermedad prácticamente incurable y añeja y, 3) el último caso, es el de una niña que fallece antes de que él llegue a su casa. Y en los tres, muestra que tenía poder sobre los demonios, la enfermedad y la muerte.

Y en los tres cada uno viene a Cristo y se postra a sus pies.

EL ENDEMONIADO GADARENO

(Mt. 8.28-34; Lc. 8.26-39)
1. Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos.
2. Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
3 que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.
4 Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar.
5 Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras.
6 Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él.

Lucas 8:27 nos dice que además estaba desnudo y que provenía de la ciudad. Aquí vemos que tan pronto pone un pie en tierra, lo ve el endemoniado y corre a su encuentro para reclamar y preguntar a qué se debía su presencia en un lugar donde ellos se creían amos. Y tal vez tenían razón.

7 Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
8 Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.
10 Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región. ¿Por qué?

Dice un comentario del NT Interlineal que “el cuerpo de tropas romanas estaba compuesto de infantería y caballería. Su número variaba entre 4,200 y 6,000 soldados, estaban al mando de un conductor político (cónsul), y de un conductor militar (pretor). Cada legión se dividía en 10 cohortes de alrededor de 500 soldados cada una. Cada cohorte disponía de 6 centuriones que estaban al mando de unos 80 hombres”.

Con este dato podemos ver la gravedad de posesión de este hombre. Y tiene sobre él un dominio total. Llama la atención que venga corriendo al encuentro del Señor y le reclame, pero de rodillas.  Y le pide dos cosas: 1) no nos atormentes y 2) no nos envíes fuera de esta región.

¿Por qué le hace esta solicitud? El texto nos sugiere que esta región era parte de sus dominios. Los habitantes de esa región estaban bajo su yugo. Y esto lo confirma la solicitud de la gente es que se vaya, que los deje en paz, cuando descubre lo que Jesús ha hecho con el hombre endemoniado y con los dos mil cerdos.

11 Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo.
12 Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.

Es extraño que pidan ir a los cerdos para arrojarse al mar, sin embargo puede que ese era el camino para no ser expulsados y continuar habitando en esa región de Gadara.

13 Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.
14 Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido.

Este casi difiere del llamado de la mujer samaritana. Ella va a dar buenas nuevas: (Juan 4:29): “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” Estos hombres, se entienden, más bien dieron un grito de alarma, de advertencia, de peligro

15 Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
16 Y les contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos.
17 Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.

Lucas 8: 37 dice que tenían gran temor. Pero ¿De que tuvieron miedo? ¿De sus pérdidas económicas? ¿Del trastorno de su vida habitual? Quizá sus corazones estaban tan entenebrecidos que tuvieron miedo de la luz. No sólo las tinieblas dan miedo, al que hace lo malo la luz es terrorífica. Dice en el evangelio de Juan 3:19-20:

“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

Estos hombres aborrecían la luz, tenían miedo de la luz. Si embargo…

18 Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él.
19 Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
20 Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.

Cristo se fue de Gadar, pero dejó una velita encendida: el hombre liberado al cual le mando: “Cuéntales cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo!”

Esto nos enseña que, para divulgar el evangelio, primero hay que experimentarlo. Si queremos enseñar a otros, la teoría no sirve. Hay que buscar, encontrar y entrar en el reino de Dios y su justicia para que experimentemos una nueva vida, y entonces podemos hablar a otros de “cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban”.

Y SE MARAVILLABAN Estos hombres que le habían pedido que se fuera, al ver al endemoniado lo que les contaba se maravillaban. ¿De qué? De lo que veían. Los cambios de Dios en la vida del ser humano se notan, asombran. Este hombre antes andaba entre los sepulcros, desnudo, violento, como una fiera, dando alarido, pero ahora es tranquilo, amable, dulce, y cuenta a detalle lo que Jesús hizo en él. Este hombre encadenado a más de 5 mil demonios era ahora libre por la gracia del Señor.

También nos enseña que no importa que tan mal estemos, el Señor tiene poder para liberarnos, salvarnos, darnos una vida nueva, una vida buena. “Yo he venido –no dice—a darle vida y vida en abundancia”.

JAIRO LE RUEGA A JESÚS QUE SANE A SU HIJA

(Mt. 9.18-26; Lc. 8.40-56)
21 Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar.
22 Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies,
23 y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.

El Señor no se niega a oír a los necesitados. Tal vez fue uno que se puso en contra de él. Pero ahora, acorralado ante una necesidad terrible y dolorosa. No hay dolor más intenso en un hombre que el dolor de sus hijos. La hija de Jairo estaba ya al borde de la muerte. Me imagino el dolor y la desesperación de este hombre, como esa multitud frente en los hospitales, en las salas de esperar, anhelando una esperanza.

Todos los prejuicios de Jairo se derrumbaron ante el amor de su hija. Y vean, se postró ante sus pies y le rogaba mucho: PON LAS MANOS SOBRE ELLA. La respuesta maravillosa del Señor es acceder a la petición de Jairo. Tal vez lo levantó, lo miró con compasión y le indicó que fueran a su casa. Pero no iba solo.

LA MUJER QUE TOCÓ EL MANTO DE JESÚS

24 Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban.
25 Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,
26 y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,
27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto.
28 Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva.
29 Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
30 Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
31 Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
32 Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto.
33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.

La situación de la mujer era doblemente triste: no sólo padecía una enfermedad molesta que ponía en riesgo su vida, sino que esta situación, por las leyes mosaicas, la marginaba a permanecer sin contacto con la gente. Esto nos dice Levítico 15: 25-27 sobre esta enfermedad:

Y la mujer, cuando siguiere el flujo de su sangre por muchos días fuera del tiempo de su costumbre, o cuando tuviere flujo de sangre más de su costumbre, todo el tiempo de su flujo será inmunda como en los días de su costumbre. Toda cama en que durmiere todo el tiempo de su flujo, le será como la cama de su costumbre; y todo mueble sobre que se sentare, será inmundo, como la impureza de su costumbre.
Cualquiera que tocare esas cosas será inmundo; y lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la noche.

En Lucas 8:46 dice que “Alguien me tocado por que yo he conocido que había salido poder de mi” Y que ella se ocultaba seguramente entre la gente.

¿Por qué el Señor exige descubrir quién le tocó? No es por él sino por ella. Primero, para que delante de la gente informara de su problema “Le dijo toda la verdad”. Y para confirmarle a ella que Dios le otorgaba la petición de su corazón, gracias que tuvo el atrevimiento de creer en alguien de quien “solo había oído”. “Bienaventurados los que no vieron y creyeron, le dijo a Tomás. Entonces le dijo a la mujer: “Hija, tu fe te ha hecho salva”. Pablo le dijo al carcelero de Filipo: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa” (Hechos 16: 30-31). Y agregó: “ve en paz, y queda sana de tu azote”. Qué alegría escuchar de la voz de Dios que nos dice: “Anda en paz, eres libre, eres salvo”. 

35 Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?
36 Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.
37 Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo.
38 Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.
39 Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme.
40 Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña.
41 Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.
42 Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. (se asombraron con gran asombro, dice el NT interlineal)
43 Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.

NO TEMAS, CREE SOLAMENTE. El cristianismo antes y ahora ha sido objeto de burla. A Pablo en el Areópago le dijeron (Hechos 17:32): "Ya te oiremos acerca de esto otra vez”. Asombra que el padre y luego la madre no se amedrentaron; siguieron al Señor hasta lo último. El clima ha deber estado electrizado, tenso. El Señor saca a la gente. Los reclamos se debieron oír sobre todo pensando en que las plañideras estaban perdiendo un trabajo. Sin contar a la multitud que lo seguía. La razón de quedarse con los padres y los tres discípulos tenía el objetivo de evitar peligrosa publicidad, pues la meta del Señor era la cruz.

Pero todo valió la pena. La alegría del angustiado padre y de la silenciosa madre debió haber brotado como fuente. Por ello el Señor les “manda mucho (ordenó mucho dice la interlineal) de que nadie lo supiese. NADIE. Y les indica que empiecen su vida normal y pide que le den de comer.

Difícil jornada la del Señor. Y hay tres discípulos que observan de cerca los hechos. Tres que serán testigos importantes en la expansión del evangelio. Tres que observan el poder de Cristo. Todo eso que iban absorbiendo lleva a que Pedro diga posteriormente con firmeza: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente”.


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