Mas buscad primeramente el
reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Mateo 6:33
En este capítulo
narra tres casos muy importantes en el ministerio de Jesús. Son tres casos en
una situación extrema: 1) el primero, es el de un hombre poseído por más de 5
mil demonios. Era un caso terrible. 2) El segundo, una mujer con una enfermedad
prácticamente incurable y añeja y, 3) el último caso, es el de una niña que
fallece antes de que él llegue a su casa. Y
en los tres, muestra que tenía poder
sobre los demonios, la enfermedad y la muerte.
Y en los tres
cada uno viene a Cristo y se postra a sus pies.
EL ENDEMONIADO GADARENO
(Mt. 8.28-34; Lc. 8.26-39)
1. Vinieron al otro lado
del mar, a la región de los gadarenos.
2. Y cuando salió él de
la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un
espíritu inmundo,
3 que tenía su morada en
los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.
4 Porque muchas veces
había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas
pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar.
5 Y siempre, de día y de
noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con
piedras.
6 Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló
ante él.
Lucas 8:27 nos
dice que además estaba desnudo y que provenía de la ciudad. Aquí vemos que tan
pronto pone un pie en tierra, lo ve el endemoniado y corre a su encuentro para
reclamar y preguntar a qué se debía su presencia en un lugar donde ellos se
creían amos. Y tal vez tenían razón.
7 Y clamando a gran voz,
dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios
que no me atormentes.
8 Porque le decía: Sal
de este hombre, espíritu inmundo.
9 Y le preguntó: ¿Cómo
te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.
10 Y le rogaba mucho que
no los enviase fuera de aquella región. ¿Por qué?
Dice un
comentario del NT Interlineal que “el cuerpo de tropas romanas estaba compuesto
de infantería y caballería. Su número variaba entre 4,200 y 6,000 soldados,
estaban al mando de un conductor político (cónsul), y de un conductor militar
(pretor). Cada legión se dividía en 10 cohortes de alrededor de 500 soldados
cada una. Cada cohorte disponía de 6 centuriones que estaban al mando de unos
80 hombres”.
Con este dato
podemos ver la gravedad de posesión de este hombre. Y tiene sobre él un dominio
total. Llama la atención que venga corriendo al encuentro del Señor y le
reclame, pero de rodillas. Y le pide dos
cosas: 1) no nos atormentes y 2) no nos envíes fuera de esta región.
¿Por qué le hace
esta solicitud? El texto nos sugiere que esta región era parte de sus dominios.
Los habitantes de esa región estaban bajo su yugo. Y esto lo confirma la
solicitud de la gente es que se vaya, que los deje en paz, cuando descubre lo
que Jesús ha hecho con el hombre endemoniado y con los dos mil cerdos.
11 Estaba allí cerca del
monte un gran hato de cerdos paciendo.
12 Y le rogaron todos
los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
Es extraño que
pidan ir a los cerdos para arrojarse al mar, sin embargo puede que ese era el
camino para no ser expulsados y continuar habitando en esa región de Gadara.
13 Y luego Jesús les dio
permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los
cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero,
y en el mar se ahogaron.
14 Y los que apacentaban
los cerdos huyeron, y dieron aviso
en la ciudad y en los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había
sucedido.
Este casi difiere
del llamado de la mujer samaritana. Ella va a dar buenas nuevas: (Juan 4:29): “Venid,
ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?”
Estos hombres, se entienden, más bien dieron un grito de alarma, de
advertencia, de peligro
15 Vienen a Jesús, y ven
al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión,
sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
16 Y les contaron los que
lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo
de los cerdos.
17 Y comenzaron a rogarle que se
fuera de sus contornos.
Lucas 8: 37 dice
que tenían gran temor. Pero ¿De que tuvieron miedo? ¿De sus pérdidas
económicas? ¿Del trastorno de su vida habitual? Quizá sus corazones estaban tan
entenebrecidos que tuvieron miedo de la luz. No sólo las tinieblas dan miedo,
al que hace lo malo la luz es terrorífica. Dice en el evangelio de Juan
3:19-20:
“Y esta es la
condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas
que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo,
aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.
Estos hombres
aborrecían la luz, tenían miedo de la luz. Si embargo…
18 Al entrar él en la
barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él.
19 Mas Jesús no se lo
permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas
el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
20 Y se fue, y comenzó a
publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se
maravillaban.
Cristo se fue de
Gadar, pero dejó una velita encendida: el hombre liberado al cual le mando:
“Cuéntales cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo!”
Esto nos enseña
que, para divulgar el evangelio, primero hay que experimentarlo. Si queremos enseñar
a otros, la teoría no sirve. Hay que buscar, encontrar y entrar en el reino de
Dios y su justicia para que experimentemos una nueva vida, y entonces podemos
hablar a otros de “cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se
maravillaban”.
Y SE MARAVILLABAN
Estos hombres que le habían pedido que se fuera, al ver al endemoniado lo que
les contaba se maravillaban. ¿De qué? De lo que veían. Los cambios de Dios en
la vida del ser humano se notan, asombran. Este hombre antes andaba entre los
sepulcros, desnudo, violento, como una fiera, dando alarido, pero ahora es
tranquilo, amable, dulce, y cuenta a detalle lo que Jesús hizo en él. Este
hombre encadenado a más de 5 mil demonios era ahora libre por la gracia del
Señor.
También nos
enseña que no importa que tan mal estemos, el Señor tiene poder para
liberarnos, salvarnos, darnos una vida nueva, una vida buena. “Yo he venido –no
dice—a darle vida y vida en abundancia”.
JAIRO LE RUEGA A JESÚS QUE SANE A SU HIJA
(Mt. 9.18-26; Lc.
8.40-56)
21 Pasando otra vez
Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran
multitud; y él estaba junto al mar.
22 Y vino uno de los principales de la
sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies,
23 y le rogaba mucho,
diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para
que sea salva, y vivirá.
El Señor no se
niega a oír a los necesitados. Tal vez fue uno que se puso en contra de él. Pero
ahora, acorralado ante una necesidad terrible y dolorosa. No hay dolor más
intenso en un hombre que el dolor de sus hijos. La hija de Jairo estaba ya al
borde de la muerte. Me imagino el dolor y la desesperación de este hombre, como
esa multitud frente en los hospitales, en las salas de esperar, anhelando una
esperanza.
Todos los
prejuicios de Jairo se derrumbaron ante el amor de su hija. Y vean, se postró
ante sus pies y le rogaba mucho: PON LAS MANOS SOBRE ELLA. La respuesta
maravillosa del Señor es acceder a la petición de Jairo. Tal vez lo levantó, lo
miró con compasión y le indicó que fueran a su casa. Pero no iba solo.
LA MUJER QUE TOCÓ EL MANTO DE JESÚS
24 Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le
apretaban.
25 Pero una mujer que
desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,
26 y había sufrido mucho
de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes
le iba peor,
27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó
su manto.
28 Porque decía: Si tocare tan solamente su manto,
seré salva.
29 Y en seguida la
fuente de su sangre se secó; y sintió en
el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
30 Luego Jesús,
conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud,
dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
31 Sus discípulos le
dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
32 Pero él miraba
alrededor para ver quién había hecho esto.
33 Entonces la mujer,
temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se
postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y
queda sana de tu azote.
La situación de
la mujer era doblemente triste: no sólo padecía una enfermedad molesta que ponía
en riesgo su vida, sino que esta situación, por las leyes mosaicas, la
marginaba a permanecer sin contacto con la gente. Esto nos dice Levítico 15:
25-27 sobre esta enfermedad:
Y la mujer, cuando
siguiere el flujo de su sangre por muchos días fuera del tiempo de su
costumbre, o cuando tuviere flujo de sangre más de su costumbre, todo el tiempo
de su flujo será inmunda como en los días de su costumbre. Toda cama en que
durmiere todo el tiempo de su flujo, le será como la cama de su costumbre; y
todo mueble sobre que se sentare, será inmundo, como la impureza de su
costumbre.
Cualquiera que tocare
esas cosas será inmundo; y lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con
agua, y será inmundo hasta la noche.
En Lucas 8:46
dice que “Alguien me tocado por que yo he conocido que había salido poder de
mi” Y que ella se ocultaba seguramente entre la gente.
¿Por qué el Señor
exige descubrir quién le tocó? No es por él sino por ella. Primero, para que
delante de la gente informara de su problema “Le dijo toda la verdad”. Y para
confirmarle a ella que Dios le otorgaba la petición de su corazón, gracias que
tuvo el atrevimiento de creer en alguien de quien “solo había oído”.
“Bienaventurados los que no vieron y creyeron, le dijo a Tomás. Entonces le
dijo a la mujer: “Hija, tu fe te ha hecho salva”. Pablo le dijo al carcelero de
Filipo: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa” (Hechos 16:
30-31). Y agregó: “ve en paz, y queda sana de tu azote”. Qué alegría escuchar
de la voz de Dios que nos dice: “Anda en paz, eres libre, eres salvo”.
35 Mientras él aún
hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha
muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?
36 Pero Jesús, luego que
oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.
37 Y no permitió que le
siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de
Jacobo.
38 Y vino a casa del
principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban
mucho.
39 Y entrando, les dijo:
¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme.
40 Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y
a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la
niña.
41 Y tomando la mano de
la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.
42 Y luego la niña se
levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. (se asombraron con gran asombro, dice el NT interlineal)
43 Pero él les mandó
mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.
NO TEMAS, CREE
SOLAMENTE. El cristianismo antes y ahora ha sido objeto de burla. A Pablo en el
Areópago le dijeron (Hechos 17:32): "Ya te oiremos acerca de esto
otra vez”. Asombra que el padre y luego la madre no se amedrentaron; siguieron
al Señor hasta lo último. El clima ha deber estado electrizado, tenso. El Señor
saca a la gente. Los reclamos se debieron oír sobre todo pensando en que las
plañideras estaban perdiendo un trabajo. Sin contar a la multitud que lo
seguía. La razón de quedarse con los padres y los tres discípulos tenía el
objetivo de evitar peligrosa publicidad, pues la meta del Señor era la cruz.
Pero todo valió
la pena. La alegría del angustiado padre y de la silenciosa madre debió haber
brotado como fuente. Por ello el Señor les “manda mucho (ordenó mucho dice la
interlineal) de que nadie lo supiese. NADIE. Y les indica que empiecen su vida
normal y pide que le den de comer.
Difícil jornada
la del Señor. Y hay tres discípulos que observan de cerca los hechos. Tres que
serán testigos importantes en la expansión del evangelio. Tres que observan el
poder de Cristo. Todo eso que iban absorbiendo lleva a que Pedro diga
posteriormente con firmeza: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente”.