jueves, 28 de febrero de 2019

LEVÁNTATE DE LOS MUERTOS

Jeremías Ramírez Vasillas

El apóstol Pablo, en la Carta a los romanos, 12:2, escribe un pasaje muy revelador y emite un gran consejo:

"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta".

En otras palabras, lo que nos dice es que no nos acomodemos, a este mundo, Es decir, no te amoldes buscando el confort de este mundo. A.W. Tozer en su artículo El santo debe caminar solo dice que "El punto débil de muchos cristianos modernos es que se sienten demasiado a gusto en el mundo".

Esta actitud elimina el anhelo por el otro mundo, ese que el Señor le dijo a su discípulos que les iba a preparar un lugar. Estamos tan a gusto que no nos queremos ir pero y poco a poco se desvanece el anhelo de buscar una mayor cercanía con Dios, y nos va entrando un desprecio por su voluntad y la cambiamos por la voluntad propia y los valores de este mundo. Los nuevos anhelos son el placer, el confort, antes que el amor y el esfuerzo por agradar a aquel que dio su vida por nosotros.

¿No les parece una actitud enfermiza?

Quizá debiésemos ser reprendidos de la misma manera en que el apóstol Pablo reprendió a los efesios. Ea, despiértate tú que duermes y levántate de los muertos y la luz de Cristo nos va a iluminar. (Efesios 5:14).

Hay que salir de este lúgubre lugar de muertos. Si no nos damos cuenta, pidamos que el Señor unja nuestros ojos con colirio para ver la realidad de este mundo que se hunde en la miseria y el pecado.









domingo, 3 de febrero de 2019

¿QUÉ ES LA VERDAD? JUICIO Y SENTENCIA DE JESÚS

En el evangelio Según San Juan

Jeremías Ramírez Vasillas

El capítulo 18 y hasta el 19:6 narra el juicio y sentencia de Jesús, en el que está en juego una situación importante, crucial sobre la verdad. Y digo que es muy importante porque en todo el proceso judicial hay una tironeo entre mentira y verdad. Aparentemente, al final prevalece la mentira, pero todo es parte de un gran diseño universal.
Cuando Pilato interroga a Jesús no encuentra elementos para declararlo culpable de pena capital. Al final del interrogatorio Jesús le dice a Pilato cuál fue su misión en la tierra: dar testimonio de la verdad.
La verdad fue sentenciada al silencio, pero paradójicamente este propósito de exterminio de la verdad hizo más potente su voz, pues los dirigentes judíos pronto comprobarían que su intento de acallar la verdad había fracasado. Y algo más: Caifás, Anás hubieran pasado al olvido a ser mera referencia histórica, pero su vileza encendió las luminarias de la verdad y quedaron desnudos ante ella.
El juicio y sentencia de Jesús lo podemos dividir en las siguientes escenas:

1)    Arresto
2)    Interrogatorio ante Anás
3)    Interrogatorio ante Caifás
4)    Negación de Pedro
5)    Presentación ante Pilato
6)    Presentación a Herodes
7)    Regreso con Pilato
8)    Castigo corporal de Jesús
9)    Intentos de Pilato para exhonerarlo
10) Sentencia

Estas diez escenas inician con el arresto de Jesús en Getsemaní y culminan con la sentencia de muerte. El evangelio según San Juan no tiene todos los temas, pero si detalla una escena que los otros evangelios apenas mencionan: el largo interrogatorio de Pilato y el escenario en que se lleva a cabo.
Ahora bien, cuando uno estudia el juicio de Jesús nos preguntamos ¿Jesús pudo haberse librado de la cruz, de esa muerte atroz? Sí, al menos identifico tres terrenales y una celestial.

1)    La gente que lo seguía pudo haber peleado por él, sí él los hubiese convocado a la defensa.
2)    Si, Pilato, que había encontrado que era inocente, hubiese aplicado la ley y liberarlo.
3)    Que los judíos justos se hubieran opuesto a este juicio ilegal y no le hubieran seguido el juego a Anás y Caifás y sus cómplices.
4)    Que Jesús hubiera llamado una legión de ángeles, pero esto significaría caer en la tentación de Satanás. Recuérdese ese enfrentamiento de Jesús con Satanás en el desierto.

Sin embargo, no lo hizo a pesar de que de pronto parecía que el cuadro acusatorio se tambaleaba.

Arresto de Jesús
(Mt. 26.47-56; Mr. 14.43-50; Lc. 22.47-53)
1 Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos.
2 Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.
3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.
4 Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?
5 Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.
6 Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.
7 Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno.
8 Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos;
9 para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.
10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.
11 Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?

En este evangelio la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní no está narrado, sino que da paso de inmediato al arresto.
Como podemos ver en la narración, el huerto era un lugar habitual de Jesús para ir a orar o quizá también a descansar, y por ello conocido por Judas.
            Ahora bien, es curioso que Judas haya comandado al grupo armado. No sólo lo vendió por una cantidad ridícula: 30 piezas de plata (algunos calculan que equivaldría a unos 1500 pesos) sino que además dirigió a una compañía de soldados y alguaciles. Una compañía romana era la décima parte de una legión (5 mil soldados), de modo que iba acompañado de unos 500 soldados. ¡500 soldados para capturar a un hombre desarmado! ¿Creían acaso que Jesús iba a estar atrincherado con un ejército de seguidores? ¿Por qué le tenían miedo? Y todos iban con linternas y antorchas y armas. ¡Vaya situación! ¿Qué Judas no sabía en qué condiciones se movía el Señir con sus discípulos? Aunque Pedro llevara una espada, no eran hombres de armas ni violentos. ¿O temían que una legión de ángeles se presentara cuál ejército?
            Es fácil suponer, ya que veían en esa noche oscura con antorchas que Jesús y los discípulos los vieron avanzar desde mucha distancia y llegar lentamente. El Señor y los discípulos esperaron expectantes. Y cuando estaban muy cerca el Señor se pone al frente y los interpela: “¿A quién buscan?
            Seguramente los soldados y los funcionarios del templo no esperaban que quien les salía al paso, al frente de un reducido grupo, fuera Jesús. Ellos quizá esperaban una multitud armada, y no, sólo eran 12 hombres ¡12 hombres contra más de 500!
Y el hecho de que estuviera Jesús frente a ello los tomó de sorpresa y retrocedieron y cayeron, como si algo terrible estuviera frente a ellos. Cabe preguntar ¿Qué vieron los soldados a la luz de las antorchas para que se hayan caído? No lo sabemos, pero yo pienso que fue la autoridad espiritual del Señor, una autoridad imponente, una autoridad que los había mantenido a raya con sus palabras, con su mirada, con el poder de Dios que emanaba de él. Nos dice el evangelio tanto Mateo como Lucas que cuando hablaba todos se admiraba porque “les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”. Su autoridad fue la que se impuso a los soldados.
            Llama la atención que su respuesta fue: YO SOY. Cuando Moisés le pregunta a Jehová qué nombre le dirá a los que le pregunten en su misión de rescatar a los israelitas de manos de los egipcios, Dios le dice: Así dirás a los hijos de Israel: “YO SOY me ha enviado a vosotros.” (Exodo 3:14). Es el mismo YO SOY que se repite en este evangelio: Yo soy la luz del mundo, Yo soy la verdad, Yo soy la vida, Yo soy el camino…” Es decir, el Señor asume su divinidad con esta sencilla cláusula: YOS SOY.
            Luego pasa a defender a sus discípulos. Él tenía la misión de ir a la cruz, no ellos. Y entonces Pedro saca su espada a hiere a Malco, un siervo del sumo sacerdote, y le corta una oreja (aunque no se la tira), oreja que milagrosamente Jesús sana de inmediato (Lucas 22:51).
            Y reitera su disposición a beber la copa de la amargura, del sacrificio, de la salvación de la humanidad.

Jesús ante el sumo sacerdote
(Mt. 26.57-58; Mr. 14.53-54; Lc. 22.54)
12 Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron,
13 y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.
14 Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.

Jesús es llevado primero ante Anás, pero ¿quién era Anás? Este hombre, que ya no era Sumo Sacerdote cuando arrestaron a Jesús, parece ser quien detenta el poder detrás del trono. Una enciclopedia bíblica dice: “Anás (que significa 'gracia de Dios', 'humilde' o 'el que contesta', vaya manera de traicionar su propio nombre) era hijo de Set, y fue designado como sumo sacerdote por Quirino (gobernador romano de Siria) en el año 6 d.C y duró en el cargo 9 años, pues en el año 15 d.C. fue depuesto por el procurador de Judea, Valerio Grato, y reemplazado por Ismael, hijo de Fab. Con el correr del tiempo cinco de sus hijos, y también Caifás, su yerno, fueron sumos sacerdotes”.[1] Anás, con el consentimiento del Sandrín y de Caifás, le dejaban ejercer el poder, y por ello él fue quien presidió la solicitud de muerte del Señor ante Pilato.
            Y cuando termina de interrogarlo, como veremos más adelante, se lo manda a su yerno Caifás, este sí era el sumo sacerdote oficial. Cabe agregar que ya no era Dios o los levitas quienes decidían quién debía ser el sumo sacerdote, sino ahora eran los gobernantes romanos.
Aquí, el evangelio de Juan hace un paréntesis para insertar el inicio del drama del Pedro. Y de paso nos revela que el lugar en dónde negó a su maestro fue en el patio de la casa de Anás.

Pedro en el patio de Anás
(Mt. 26.69-70; Mr. 14.66-68; Lc. 22.55-57)
15 Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;
16 mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro.
17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy.
18 Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.

¿Cuál fue la razón de que Pedro pudiera entrar al patio de la casa de Anás? La respuesta: para que se cumpliera la profecía del Señor: “Antes que el gallo cante, tú me negarás tres veces”. De otra manera Pedro no iba a negar al Señor a menos que se viera obligado por las circunstancias. Y dentro de la casa de Anás, el peligro se respiraba en el ambiente. Pedro lo sentía, pero ya estaba dentro de la boca del lobo. Es muy probable que tuviera mucho miedo, pero quería estar cerca del Señor, quien estaba justamente en ese mismo patio, atado e interrogado.

Anás interroga a Jesús
(Mt. 26.59-66; Mr. 14.55-64; Lc. 22.66-71)
19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
20 Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto.
21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.
22 Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?
23 Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?
24 Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

Anás, asumiendo el rol de autoridad máxima, interroga al Señor. Y Anás quiere que en su respuesta Jesús cometa un error, quizá también tratando de intimidarlo. Pero en la respuesta del Señor se denota firmeza y autoridad. Además.

Pedro niega a Jesús
(Mt. 26.71-75; Mr. 14.69-72; Lc. 22.58-62)
25 Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No lo soy.
26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?
27 Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo.

En este pasaje están las otras dos negaciones. Pedro había fallado a su promesa de “Mi vida pondré por ti”, como había afirmado (Juan 13:37). Y el Señor le había dicho que él lo iba a negar:  De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces”. (Juan 13:38) Es probable que el miedo que se respiraba allí hizo que Pedro negara al Señor de manera instintiva, como un mecanismo de defensa, sin pensar siquiera que estaba negando a su Señor, hasta que oyó el canto del gallo. Si bien este evangelio corta ahí su narración, es en el evangelio de Lucas 22:61 y 62 vemos como concluye el drama: “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente”. El mundo de Pedro se había derrumbado. Para fortuna de Pedro, el Señor también sabía eso y había orado para que le fe de Pedro no faltara, pues de esa manera Satanás lo estaba sacudiendo. Y la fe de Pedro no faltó. Tal vez de un hilo delgado se sostuvo, pero fue suficiente para que se mantuviera firme, pues él estaba construido sobre la roca que es Cristo.
Ahora bien, se ha especulado mucho quién era ese discípulo conocido del sumo sacerdote sin llegar a una conclusión definitiva, aunque la mayoría se inclina en señalar al mismo Juan el apóstol, y se argumenta como base para esta hipótesis arguyendo que Juan era miembro de una familia de pescadores que le surtía de este producto al sumo sacerdote, razón por la cual también tenía una residencia en Jerusalén, casa en la que recibió a María, la madre de Jesús, cuando el Señor la pone bajo su cuidado.

Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1-2,11-31; Mr. 15.1-20; Lc. 23.1-5,13-25)
28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua.
29 Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?
30 Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.
31 Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie;
32 para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir.
33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?
34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?
35 Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.
38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad?

Juan es muy específico en la comparecencia de Jesús ante Pilato, y nos da detalles que no aparecen en los otros evangelios. Primero, que los judíos se quedaron afuera del pretorio, para evitar “contaminarse”. Estos eran de los que veían la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo. Son muy religiosos y observantes de las reglas, pero respiran odio y están en la antesala de convertirse en asesinos.
            De modo que todo el interrogatorio de Pilato se dio dentro del pretorio, fuera de la vista y los oídos de los judíos. Y es así porque sale a dar sus conclusiones, de otro modo no habría necesidad de reportar lo que había hablado con Jesús.
            Y es muy evidente, en este evangelio, la resistencia de Pilato a dictar la pena de muerte. Leyendo los otros evangelios tenemos un cuadro más amplio de la situación de Pilato.
            Cabe señalar que Pilato no era un hombre sensible, sino un líder militar muy duro, que no se tentaba el corazón en enviar a sus soldados a matar gente desarmada como sucedió en dos incidentes anteriores: la muerte de los judíos que protestaron porque Pilato con el dinero del templo construyó un acueducto para Jerusalén y acalló la protesta violentamente y finalmente fue relevado del mando de Judea en el año 36, después de reprimir fuertemente una revuelta de los samaritanos, durante la cual crucificó a varios alborotadores. Era un gobernante autoritario que no dudaba en usar la fuerza militar violentamente. De modo que aquí se ve como un timorato, como un pusilánime, como un cobarde. ¿Por qué?
            El factor que motivo a Pilato a resistirse y buscar de muchas maneras zafarse de caso fue su miedo derivado de que era un hombre muy supersticioso, como muchos de los paganos de aquel tiempo (quizá nada diferente de hoy). Los romanos no tomaban una decisión importante sin consultar a sus adivinos quienes exploraban los augurios, ya sea en los intestinos de un animal, en el vuelo de las aves, etc. Y los sueños de su esposa ya lo habían alertado. Nos dice Mateo 27:19: “Y estando él sentado (Pilato) en el tribunal, su mujer le mandó aviso, diciendo: No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por causa de El”.
            Además, en Juan 19:7 nos dice que: “Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. Es decir, ya tenía miedo y al saber que se decía “Hijo de Dios”, su miedo se convirtió en pavor.
            Es en este primer interrogatorio cuando se da un diálogo muy importante a partir de la pregunta de Pilato: ¿Eres tu rey? Y Jesús, luego de preguntarle si hablaba por él o por lo que había oído, le dice que “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.” Y agrega cuál era su misión en la tierra: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”. (v. 37).
            Su misión, en resumen, era para mostrar a la humanidad la verdad. Entonces Pilato le pregunta ¿QUÉ ES LA VERDAD?
            Hasta hoy esta pregunta ronda en la mente de aquellos que tratan de llegar al fondo de las cosas.
            La palabra griega para "verdad" es alētheia, la cual, literalmente significa "no-escondida" o "nada escondido." Transmite la idea de que la verdad siempre está ahí, siempre abierta y disponible para que todos puedan verla, con nada escondido u oculto. La palabra hebrea para "verdad es emeth, que significa "firmeza," "constancia," y "duración." Tal definición implica una sustancia eterna y algo en que se puede confiar.
Desde la perspectiva filosófica, hay tres maneras simples de definir la verdad:

1. Verdad es lo que corresponde a la realidad.
2. Verdad es lo que concuerda con su objetivo.
3. Verdad es simplemente decirlo tal como es.

Pero, ¿cuál es la verdad de la que hablaba el Señor? ¿Sabemos en qué consiste esa VERDAD? Él dijo en Juan 14: 6Yo soy la verdad”. Más que un corpus filosófico o una constatación entre símbolo y realidad, Jesús era la revelación de la VERDAD, la cual expresó en sus enseñanzas y en su conducta. De modo que conocer la verdad no sólo se logra a través de la teoría, sino sobre todo de integrarse a la verdad: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. (Juan 8:31 y 32)
            Él enseñó y mostró que era la forma de vida que quería Dios en la humanidad. Pero lograr el estilo de vida que Él llevó se necesita recibir su espíritu, ser llenos de Él y entonces Él nos “energizará” para poder vivir una vida verdadera.
            La sola presencia de Jesús era una demostración de la verdad, es decir, la revelación del verdadero sentido de la vida. Y fueron pocos los que pudieron verla, seguirla, amarla. Y aunque su mente a veces se confundía, no así su corazón. A los tardos de corazón, como los discípulos en el camino de Emaús, les abrió las escrituras y su corazón se encendió en un fuego nuevo. “No ardía nuestro corazón…” Al final del versículo 37 le dice a Pilato: “Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”. Es decir, “arde nuestro corazón”. Cuando vamos por el camino de Emaús en esta vida el se acerca y si que lo reconozcamos nos abre su palabra y nuestro corazón “arde” y damos media vuelta de regreso a su rebaño, a su iglesia. ¡Bendito sea Dios!

Jesús ante Pilato… continuación.
38 (2) Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.
39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?
40 Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.

Un clavo más al ataúd de los judíos representó esta nueva oportunidad de librarse cuando Pilato les dio a elegir si soltaba a Jesús y ellos pidieron la liberación de un ladrón, de un delincuente: “No a este sino a Barrabás”. La desgracia de la humanidad es que siguen eligiendo lo malo, lo terrible, a satanás…” Aquí, Barrabás, es la representación del mal y eligen, para su desgracia, a Barrabás.

Jesús ante Pilato… continuación. Juan 19
1 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó.
2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura;
3 y le decían: !!Salve, Rey de los judíos! y le daban de bofetadas.
4 Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él.
5 Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: !!He aquí el hombre!
6 Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: !!Crucifícale! !!Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él.
7 Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.
8 Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo.
9 Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta.
10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?

Dice Isaías 53: 7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. Las terribles vejaciones las sufrió de manera gallarda, íntegra. Incluso ese cruel castigo; los azotes con un látigo usual de aquel tiempo que consistía en un látigo de cuero entretejido y con puntas metálicas que abrían la carne en cada golpe. Además, lo vejaron poniendo una corona de espinas y el manto púrpura.
            Todo lo anterior, se entiende, que lo hizo para no tuviera que mandar a Jesús a la cruz. “Mirad, os lo traigo fuera para que entendáis que ningún delito hallo en él”. La respuesta de los judíos: CRUCIFÍCALE, a gritos terribles, cargados de odio. CRUCIFÍCALE gritaron y aun 20 siglos después se oye la vibración en el aire las palabras que condenaban al hijo de Dios a la muerte. Y con ello, los judíos se sentenciaban a sí mismo. “…el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene”.
            En el versículo 10 hay otra revelación tremenda: las autoridades, por malas que fuesen, están ahí por Dios. La razón específica de un Hitler, de un Nerón, están muy fuera del alcance de nuestra comprensión. Algún día, allá en los cielos no revelará los mecanismos ocultos.
            Contrasta la serenidad de Jesús, con el pavor que sentía Pilato, sobre todo, al darse cuenta que no podía zafarse, que inevitablemente iba a ser cómplice, que su mismo miedo a perder el favor de César lo estaba condenando. Y no pudo librarse de esta terrible responsabilidad.

Jesús ante Pilato… continuación.
11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.
12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone.
13 Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata.
14 Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: !!He aquí vuestro Rey!
15 Pero ellos gritaron: !!Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César.
16 Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.

En estos últimos versículos Pilato insiste en tratar de zafarse de esta responsabilidad, pero en el juego de fuerzas, ganan los judíos y pierde Pilato.
            Y el Señor, una vez sentenciado, se encamina al último trecho: la cruz, en una penosísima trayectoria en la que es ayudado por Simón de Cirene hasta el Gólgota, en donde dará su vida por muchos, y el carácter universal de su obra alcanza hasta para liberar al cosmos: “…por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; (Colosenses 1: 19-22).






[1] https://www.bibliatodo.com/Diccionario-biblico/anas

ESTUDIO SOBRE APOCALIPSIS 20: Los mil años

Jeremías Ramírez El tema principal de este capítulo 20 es ese periodo de tiempo denominado “Milenio” y que ha sido causa de enorme discusión...