domingo, 11 de octubre de 2020

FILIPENSES: CARTA DEL GOZO

Jeremías Ramírez Vasillas

Introducción

En el año 52 d.C. Pablo estuvo por primera vez en la ciudad de Filipo. Era su segundo viaje misionero. Fue allí tras la visión del varón macedonio que le pedía pasara a Macedonia a ayudarlos. Entonces Pablo navegó desde la Tróade Alejandrina de Asia Menor y desembarcó en Neápolis y de allí pasó a Filipos.

Esta historia la encontramos en Hechos 16 y se centra en tres personas: Lidia la vendedora de púrpura; la muchacha esclava y el carcelero romano. Estas tres personas tenían tres nacionalidades distintas: Lidia era asiática (Probablemente su nombre provenía de la región de origen: Lidia, ubicada en la parte occidental de lo que hoy es Turquía). La esclava era griega y el carcelero, Romano. Y representan tres clases sociales: los vendedores de púrpura —una de las sustancias más caras del mundo antiguo y que representaba la gran industria—, por lo que seguramente era de clase alta. La esclava era la más pobre de los pobres, pues los esclavos eran una herramienta viva sin derechos a nada, y el carcelero quien pertenecía a la clase media. Y los tres abarcan todo el abanico social y cultural, justamente lo que abarcaba el naciente cristianismo; es decir, indica la universalidad del evangelio que se dirige a todo el mundo.

Pablo se fue de Filipo tras una tormentosa persecución y un encarcelamiento ilegal. La persecución la heredó a la iglesia filipense: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él… 1:29.

Se había desarrollado entre Pablo y los filipenses una entrañable amistad como no tenía con ninguna iglesia. Se enorgullecía de no haber aceptado nunca ayuda de ninguna otra iglesia pues satisfacía sus necesidades con su propio trabajo, pero cuando necesitó ayuda, y sólo la acepto ayuda de los filipenses: después de salir de Filipo pasó a Tesalónica a donde le mandaron un regalo: “Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades”. (4:15-16).

Cuando llegó a Corinto, pasando por Atenas, ellos fueron los únicos que se acordaron de él con dones: “Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso”. (2 de Corintios 11:9)

Pablo escribió esta carta aproximadamente en los años 63 o 64, desde la cárcel en Roma. Y quería con ella ciertos propósitos: 

1) Agradecer a los filipenses

2) Informar sobre Epafrodito y pedir que fuera tratado con gentileza y amor, porque su anticipado regreso no fue porque él hubiera fallado intencionalmente en la misión a la que fue enviado: ayudar a Pablo, pues se enfermó y tuvo que abortar la misión. De modo que Pablo les escribe para que lo reciban con gozo: 

2:25 Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades;

26 porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado.

27 Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza.

28 Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza.

3) Alentar a los filipenses que estaban pasando pruebas (1:28-30)

28 y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios.

29 Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él,

30 teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí.  

4) Y para hacer un llamado a la unidad. Esa es una de las preocupaciones constantes de Pablo. Veamos lo que les escribe: “…completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo… (2:1-11):

    En esta iglesia también había problemas, como en las otras. Por ejemplo, las diferencias que ponían en peligro la paz: “Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo, te ruego también a ti, compañero fiel (no se sabe a quién se dirige), que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”. (4:2-3).

    Y había falsos maestros judaizantes que estaban tratando de seducir a los creyentes: “Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne”.

    En esta carta hay un cambio brusco del discurso de apacibilidad a uno más rudo a partir del capítulo 3. Y usa palabras duras y directas sobre el peligro: “Guardaos de los perros… y que se extiende prácticamente todo el capítulo 3. 

Tema central de la carta

Esta carta tiene un tema maravilloso: el gozo, un gozo que proviene de nuestra vida en Cristo. Este llamado al gozo se repite varias veces a lo largo de la carta. 

Por ello, en esta ocasión, en vez de analizar y comentar el capítulo primero, quisiera centrarme en este tema (que se verá en particular en los estudios capítulos por capítulo, pero que es interesante observarlos y estudiarlos en conjunto pues encierra un tesoro, una enseñanza preciosa para nosotros, y más aún en tiempos de angustia como los que vivimos, marcados por la violencia y la pandemia. De pronto, nos sentimos llenos de temor y angustia, sin ánimos de sonreír o de cantar o de encontrar placer en la lectura de la palabra. Nos hemos convertido en cristianos grises, opacos, desanimados, cuando tenemos muchas cosas por las cuales, a pesar de las circunstancias externas o internas (enfermedades, por ejemplo), para sentirnos pletóricos de gozo, de modo que podemos decir cada mañana cuando nos asomamos por la ventana “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. (Lamentaciones 3:22-23).

Para empezar, déjenme iniciar tratando de entender qué es el gozo. El Dr. Don Colbert, en su libro Emociones que matan, dice no confundamos la felicidad con el gozo, a pesar de su cercanía: “La felicidad no es lo mismo que el gozo. La felicidad es una sensación de placer, contento o bienestar que viene del entorno o evento que la persona está viviendo. Es temporaria y depende de factores externos, incluyendo lo que otros digan y hagan. 

El gozo, por el contrario, es duradero y permanente. Proviene de un sentimiento de satisfacción que surge en lo más profundo de la persona. No depende de factores externos, sino del sentido interior del valor, el propósito, la plenitud o satisfacción.

El placer que produce felicidad suele venir a través de los cinco sentidos: por ejemplo, comer un delicioso postre de chocolate, o acurrucarse bajo una suave y tibia frazada, o escuchar música bella. La felicidad viene de percepciones que producen placer como ver un partido de fútbol, recibir un masaje relajante, oír un elogio, recibir un regalo, hacemos una buena compra, visitar un parque de diversiones, ir de vacaciones a la playa… 

En los placeres que producen felicidad hay un peligro: pueden llevarnos a la adicción, y en ese aspecto hay que ser cuidadosos. El alcohol da placer, pero exagerar puede llevar al alcoholismo. Lo mismo pasa con las drogas: si tomar drogas o medicinas dan sensación de placer o tranquilidad, nos llevará a tomar más y más. El juego por dinero, la comida, y casi todo lo que despierte una respuesta de placer puede volverse adictivo. Este es el peligro. ADICCIÓN. Buscar felicidad a través de los placeres conectados con los cinco sentidos, jamás se encontrará plena satisfacción. Siempre se querrá más.

El gozo, por su parte, no proviene de las situaciones: fluye de la voluntad y de las emociones más profundas. Y qué emoción más profunda alguien puede tener que la certeza de que somos amados por Dios. Por ello, el gozo cristiano es tan profundo y produce una alegría espiritual pues el Espíritu Santo llena en nuestros corazones una deliciosa miel.  “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu…” (Efesios 5:18).

El gozo debería ser una de las características visibles de todo cristiano. En esta carta se nos habla de 10 cosas que son motivo de gozo. 

1. Gozo de la oración (1:4)

“…siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros…”

Rogando con gozo. ¿Cómo oramos nosotros? Imagínense que nos habla un ser querido que amamos mucho. Cuando hablamos con él, nuestro corazón brinca de gozo. Ahora bien, cuando oramos ¿estamos conscientes que hablamos con el creador de todas las cosas, que murió en la cruz por nosotros, que nos ama tanto que nos rescató, nos limpió y nos preparó un lugar para que donde ´él esté nosotros también estemos? 

“Rogando con gozo”, dice el apóstol. ¿Cómo rogamos? ¿Frustrados, amargados, desesperanzados? 

Levantemos nuestro ánimo, y cada que doblemos las rodillas o en la postura que estemos, tengamos gozo de saber que hablamos con “el creador de todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”. (Colosenses 1: 15 y 16).y que él nos ama, nos escucha y nos guarda en la palma de su mano. "¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, /  y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? / Aun cuando ella lo olvidara, /  ¡yo no te olvidaré! / Grabado te llevo en las palmas de mis manos...". (Isaías 49: 15-16)

2. El gozo que se predica a Jesucristo (1:18)

¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún.

    ¡Como cristianos, debe seguir en nosotros un profundo gozo, una enorme alegría saber que en muchas partes del mundo el evangelio se predica. Pablo dice que cuando Cristo es anunciado se goza y se gozará aún más. Como podría ser de otra forma al ver que la obra titánica, imposible, de llevar la salvación a mucha gente, que él había emprendido con muchas dificultades, se ha vuelto extensiva. 

3. El gozo de la fe (1:25)

Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe…

    No creer es sinónimo de desesperanza. Pero creer que Dios nos ama, que él nos oye, que él nos cuida, que él nos protege debe de llenarnos de esperanza y de gozo. No creer que Dios nos resguarda pues él, escribe Judas,  “…es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría…”.

4. El gozo de ver que los cristianos están en íntima comunión (2:2)

“…completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”.

    Nada hay más desagradable que los conflictos en una iglesia e incluso la ruptura. Justo allí donde se debe encontrar una fraternidad de amor, no hay tal. ¡Qué tristeza! Por eso Pablo dice “completad mi gozo”. El Señor debe sentir lo mismo cuando nos ve vivir juntos en armonía.  El salmista David exclamó: “!!Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!! (Salmos 133:1). ¿Queremos darle alegría a nuestro Señor?: busquemos vivir en armonía. Y el Señor nos dijo que una señal inequívoca de nuestra filiación con él: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13:35). Y este amor se expresará con una sonrisa enorme de gozo.

5. El gozo de sufrir por Cristo (2:17)

Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros.

    Cuando Pedro y Juan fueron azotados y “…salieron de la presencia del concilio, [estaban] gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre”. (Hechos 5:41). Ahora bien, ser golpeado, azotado, puesto en la cárcel, torturado, privado de alimento, de la luz de sol, como muchos mártires en las cárceles comunistas, no parece ser algo gozoso. Sin embargo, cristianos como Richard Wurmbran, en Rumanía, o Haralán Popov, en Bulgaria, cuando ambos países eran comunistas, nos cuentan como en esas condiciones les permitieron alcanzar una intimidad muy profunda con Cristo y experimentar una experiencia sublime, que en otras condiciones no lo hubieran podido tener. Para ellos fue una experiencia gozosa. Dice Richar Wumbrand: “Para los cristianos la prisión siempre ha sido el huerto donde florece el néctar más dulce” . Acordémonos de Pablo y Silas en Filipo que “A eso de la medianoche se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban”.

Estas experiencias de padecer por Cristo no las hemos experimentado, pero si algún día nos llegara a suceder, acordémonos que paradójicamente hay lugar para el gozo.  

6. El gozo de recibir a alguien que regresa, aunque haya fallado (2:28)

Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza.

    Epafrodito regresó sin cumplir su misión pero Pablo les pide que lo reciben con gozo, porque el amor que Cristo ha derramado en nuestros corazones está más allá de nuestro defectos y de nuestros errores. El padre del hijo pródigo recibió a su hijo con mucho gozo, a pesar de su falta: “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”. Cuando alguno de nuestros hermanos o algún familiar esté de vuelta recibámoslo con gozo. El padre (del hijo pródigo) dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. (Lucas 15:22-24)

7. El gozo de reconocer las virtudes más que los defectos (2:29)

Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él;

    Una vez me dijo una amiga que si quería cuidar a sus padres y abuela, que empezara a cuidarse a sí misma: NO les des problemas, por ahí empieza a cuidarlos. Epafrodito, nos dice Pablo, “…tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado”. 

    En nuestra sociedad se nos ha enseñado a subrayar los defectos más que los aspectos positivos. Y era probable que llamara más la atención su falla que el amor que tenía para los hermanos. Por eso Pablo no sólo les dice que no sólo lo reciban con gozo, sino que además tengan en estima a personas como él, es decir, qué tienen un cariño extraordinario que lo impulsaba a tener un enorme deseo de ver a los hermanos, y por ese mismo cariño no se preocupó, sino que se angustió por la tristeza que pudiera estar causando con su enfermedad.  

8. El gozo de estar con Cristo (3:1) 

Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro.

    Este es el gozo más espléndido que podemos tener: el gozo de saber que somos del Señor y que nadie nos arrebatará de su mano. Para tomar conciencia de este hecho y brinquemos de gusto leamos con detenimiento Romanos 8:32-39.

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.

¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; / Somos contados como ovejas de matadero. 

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

¿No les parece suficiente fundamento para sentirnos gozosos?

9. El gozo cuando se ha ganado a otra para Cristo (4:1)

Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados.

    Los hermanos de Filipos habían llegado a conocer al Señor por la predicación de Pablo. Por eso eran gozo y corona. He aquí un campo extenso de acción: experimentar como otros llegan a los pies de Cristo por nuestro esfuerzo evangelístico. 

    En esta pandemia he pensamos mucho en ello, es decir, de la falta de hablar a otros para que lleguen a los pies del Señor. Lo digo especialmente por mí, y estoy orando para que el Señor me habilite para hacer labor de evangelista y experimentar ese gozo de ver a otros como le entregan su vida. Esto yo lo viví cuando era joven y salimos a predicar al Estado de México. Ahora es necesario volver a hacer esa labor que dejé de lado hace mucho tiempo. Oren por mí, por favor.

10. El gozo en un regalo (4:10)

En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad

    Esta es una experiencia que hemos vivido, pero yo quisiera que la veamos desde el otro lado, es decir, desde el lado del donante. Cuánta falta hace en la iglesia en general la sensibilidad de ver las necesidades de otros y darles lo que necesitan. En nuestra iglesia yo he visto esta generosidad, y he sido bendecido con ello. Pero aún nos falta ir más allá. Leyendo el libro Torturado por su fe, de Haralan Popov, él decía, casi al final, que le dolía mucho la indolencia de los cristianos de los países libres que no buscaban la oportunidad de ayudar a los hermanos perseguidos en los países comunistas. Narra cómo vivían, escondidos, su vida cristiana sin una Biblia pues todas habían sido requisadas por el gobierno, y como pequeños grupos de cristianos se dedicadaban a copiar a mano alguna Biblia existente y de esa manera tratar de proveer la palabra de Dios a los hermanos, pero evidentemente su esfuerzo era muy pequeño ante la dimensión de las necesidades. 

Este tipo de gozo se manifiesta en dos vías: en el que da y en quien recibe. Mejor es dar que recibir, (Más bienaventurado es dar que recibir. Hechos 20:35). Gocémonos ayudando a quien no tiene y agradeciendo con gozo cuando somos receptores de una ayuda: “En gran manera me gocé…” dice Pablo al recibir la ayuda que le enviaban los hermanos de Filipos.

Conclusión

Cuando repaso esta lista de diversas maneras de experimentar el gozo cristiano, me doy cuenta que he vivido muchas veces en un desierto. Y veo con tristeza como hemos perdido el gozo de ser de Cristo y vamos a las reuniones con caras amargadas, y celebramos la cena como un ritual obligado. Nos hace falta sentir ese gozo, esa exaltación al hacer memoria de nuestro rescate, algo así como lo que sintió el rey David cuando bailó de puritito gozo:

Y David danzaba con toda su fuerza delante de Jehová; y estaba David vestido con un efod de lino. Así David y toda la casa de Israel conducían el arca de Jehová con júbilo y sonido de trompeta.

        (2 de Samuel 6:14-15).

Pablo termina su recorrido por las diversas circunstancias de gozo con un grito de júbilo (4:4 )

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: !!Regocijaos!

Que el Señor les bendiga y los llene de gozo, un gozo que sea una bandera que exprese a los demás que Cristo vive. Un gozo que nos mueva a amar a los demás. Un gozo pleno que sea nuestro distintivo en un mundo lleno de temor, de ira, de envidia, de indolencia.

Que el Señor los siga guardando en su mano. 


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