Jeremías Ramírez Vasillas
Desde el capítulo 21, que Pablo
es arrestado en Jerusalén, hasta el capítulo 26, ha pasado dos años como
prisionero. Primero, por Claudio Lisias en la torre Antonia; y de ahí, a
Cesárea, para quedar en manos del procurador Marco Antonio Félix (gobernador
romano en la provincia de Judea de 52 a 58 d. C. Sucesor de Ventidio Cumano),
hasta el fin de su mandato, dos años después. Y éste lo dejó en manos del nuevo
gobernador, Porcio Festo (de quien se tiene poca información hasta que llegó al
cargo), y todo ello, sin cargo alguno que ameritara la prisión o la sentencia
de muerte.
Sin embargo, estas
anomalías siguen el perfecto plan de Dios quien le dijo a Pablo, en Jerusalén, después
de su comparecencia ante el Sanedrín: “Ten ánimo, Pablo, pues como has
testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en
Roma”.
El
camino iba a ser largo, muy largo: primero en la cárcel; luego, en un
accidentado viaje en barco que termina en el desastre y, finalmente, llega a Roma
como prisionero, pero en una posición interesante para divulgar el evangelio.
Esta posición
la deja patente en una carta a los Filipenses: “Quiero que sepáis, hermanos,
que las cosas que me han ocurrido han servido para mayor difusión del
Evangelio, de tal modo que, ante el pretorio y ante todos los demás, ha quedado
patente que me encuentro encadenado por Cristo, y asila mayor parte de los
hermanos en el Señor, alentados por mis cadenas, se han atrevido con más
audacia a predicar sin miedo la palabra de Dios” (Filipenses 1:12-14).
Es importante
recordar que los caminos del Señor siguen una lógica incomprensible para
nosotros. Como preso, Pablo tiene la oportunidad de testificar en el centro del
poder romano. Realmente sabemos muy poco todo lo que pudo hacer como prisionero
en Roma considerando que tuvo ciertos privilegios. Lucas nos dice al final de
su evangelio: “Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y
recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando
acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento”.
Subrayemos:
“sin impedimento”. ¿Y después? ¿Salió de la cárcel? ¿Siguió su camino a España,
como había escrito que era su propósito? Tal vez no. El tono como le escribe a
Timoteo en su segunda carta es que su muerte se aproxima: “Estoy a punto de
derramar mi sangre en sacrificio, y el momento de mi partida es inminente”.
Por lo pronto,
en este capítulo 26, vemos su comparecencia ante Agripa, el nieto de Herodes el
Grande, con su mujer, Berenice, a petición de Porcio Festo, quien no entendía
el problema, pues tenía que ver con las leyes judías las cuales, al parecer, no
sabía nada.
Al inicio de este capítulo 26 vemos
que ya se han reunido Porcio Festo, Agripa[1],
su esposa Berenice, y una gran cantidad de espectadores, y seguramente soldados
y público interesado.
Defensa de Pablo ante Agripa
1 Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite
hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su
defensa:
2 Me tengo por dichoso,
oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas
de que soy acusado por los judíos.
3 Mayormente porque tú
conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual
te ruego que me oigas con paciencia.
Ésta es la más completa de las
defensas de Pablo. No tiene palabra alguna de censura para sus enemigos, sino
que aprovecha la oportunidad de predicar a Cristo a una compañía de tanta
distinción. Y lo que hace con «una singular dignidad». Está ahora llevando el
nombre de Cristo «en presencia de reyes» (Hch. 9:15). En general, Pablo sigue
la línea argumental del discurso sobre las gradas de la Torre Antonia (capítulo
22 de Hechos).
Vida anterior de Pablo
4 Mi vida, pues, desde mi
juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la
conocen todos los judíos;
5 los cuales también
saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más
rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo.
6 Y ahora, por la esperanza
de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio;
7 promesa cuyo
cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo
constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy
acusado por los judíos.
8 !!Qué! ¿Se juzga entre
vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?
Empieza su discurso informando de
sus antecedentes desde su juventud como fariseo, es decir, como un observante
riguroso de la ley.
Y expone de
inmediato las causas de que es acusado: “…por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres
soy llamado a juicio…” una promesa que esperan que su cumplimiento alcance a
las doce tribus.
¿En
qué consiste esta promesa? En la redención del ser humano a través del
sacrificio de Cristo, es decir, la liberación del pecado y, por ende, de la
muerte, de modo tal que así como Cristo resucitó de los muertos, nosotros
resucitaremos en el día postrero.
Y
la acusación, específica e insólita para Pablo, es que sea “cosa increíble que
Dios resucite a los muertos”. Los saduceos no creían en la resurrección, pero
los fariseos y la mayoría de los judíos, si creían. ¿Cómo es que lo juzgan por
tal creencia?
Pablo el perseguidor
9 Yo ciertamente había
creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret;
10 lo cual también hice
en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido
poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.
11 Y muchas veces,
castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido
sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
Una vez que ha especificado cuál
es la acusación, Pablo se presenta como celoso observante de la ley, al grado
tal que persigue a los cristianos, pues creía que era su deber “hacer cosas
contra el nombre de Jesús de Nazaret”.
Y confiesa que
su consentimiento en la muerte de Esteban, votando por la pena capital, en el
sanedrín. Yo di mi voto (katënegka psephön). «Eché mi piedrecita» (negra). Los
antiguos griegos empleaban piedrecitas blancas para la absolución (Ap. 2:17 “Al
que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita
escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”) y
negras para condenar, como se usa aquí (los dos únicos casos de empleo de esta
palabra en el N.T.). Echaban las piedras dentro de la urna y luego se contaban.
Pablo, al parecer, no sólo con Esteban sino con otros mártires, puso su “piedrecita
negra”.
Pablo
no se detiene y detalla la crueldad que utilizó en la persecución de los
cristianos. Con esto demostraba el celo que tenía por la religión judía al
combatir con fiereza lo que creía era la herejía cristiana.
Pablo relata su conversión
(Hch. 9.1-19; 22.6-16)
12
Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales
sacerdotes,
13
cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que
sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban
conmigo.
14
Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía
en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar
coces contra el aguijón.
15
Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú
persigues.
16
Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti,
para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas
en que me apareceré a ti,
17
librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío,
18
para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de
la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón
de pecados y herencia entre los
santificados.
“Ocupado en esto”, es decir, en perseguir con crueldad a los
cristianos, y con este ánimo iba a un lugar tan lejano de Jerusalén como
Damasco, a unos 325 kilómetros, y además con los poderes otorgados por los
principales sacerdotes. Pero, de pronto, una luz, y qué luz. Dios es luz y
ningunas tinieblas hay en él. Y esa luz iluminó el fondo oscuro del corazón de
Pablo. Una luz tan potente que todos cayeron a tierra. Y entonces le habla el
Señor: “Saulo, Saulo, por qué me persigues”. "¿Quién eres?: Yo soy Jeshua,
el que tú persigues”. Y de inmediato recibe su misión:
…para esto he aparecido a ti, para ponerte por
ministro y testigo de las cosas que
has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y
de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la
luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí,
perdón de pecados y herencia entre los santificados.
Hay cuatro “para”, son
cuatro objetivos:
1) Para ser
ministro y testigo
2) Para que
abras sus ojos. Y Pablo abrió los ojos de muchos, aunque muchos otros no
quisieron abrirles, prefirieron las tinieblas a la luz.
3) Para que
se conviertan de las tinieblas a su luz admirable
4) Para que
reciban la herencia de los santos
Y esos
cuatro objetivos siguen vigentes, pues esos son los objetivos para los cuales
debe trabajar la iglesia. Ministrar, quitar la ceguera espiritual, que salgan
de las tinieblas a la luz y sean aptos para recibir la herencia de los santos.
Colosenses 1:
12-14: La herencia de los santos.
“…con gozo
dando gracias al Padre que nos hizo aptos para
participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la
potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien
tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”.
Hermano,
¿ya abriste los ojos? ¿Ya te diste cuenta de las tinieblas en que vives? Es
hora de que salgas de ahí entregando tu vida a Cristo para que Él te lleve a su
luz admirable, y te haga apto para la herencia de los santos: es decir, para vivir
en el reino de su amado hijo siendo previamente redimido por su sangre de
nuestros pecados que han traído sólo miserias a nuestra vida. Y este reino
empieza aquí.
Pablo obedece a la visión
19 Por lo cual, oh rey
Agripa, no fui rebelde a la visión celestial,
20 sino que anuncié primeramente a los que están en
Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras
dignas de arrepentimiento.
21 Por causa de esto los
judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme.
22 Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el
día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de
las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder:
23 Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la
resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.
Dios le habló, Jeshua le habló, y Pablo no fue rebelde. Si Dios
no ha hablado, no seamos rebeldes. Pues tan pronto recobró la vista por mano de
Ananías, se puso a convocar a la gente para que “…se convirtiesen a Dios,
haciendo obras dignas de arrepentimiento”.
Y fue por
este mensaje que los judíos lo acusan y quieren matarle, pero no han podido, no
por su buena suerte, o por eventos afortunados, sino por el auxilio de Dios. Y
por ese auxilio Pablo persevera en esa comisión que Dios le encomendó, sin temer
al peligro, la persecución y las amenazas de muerte. Y todo ello acorde a lo ya
escrito de antemano por los profetas y Moisés: “Que el Cristo había de padecer,
y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo
y a los gentiles”.
Pablo insta a Agripa a que crea
24
Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco,
Pablo; las muchas letras te vuelven loco.
25
Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de
verdad y de cordura.
26
Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda
confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto
en algún rincón.
27
¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.
28
Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano.
29
Y Pablo dijo: !!Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino
también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto
estas cadenas!
30
Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice,
y los que se habían sentado con ellos;
31
y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí (deliberaban), diciendo:
Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre.
32
Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera
apelado a César.
Pablo era un erudito, un gran
conocedor de la ley, de la profecía, pero también de la cultura griega, de la
poesía, de la filosofía, de las creencias religiosas, como lo demostró a lo
largo de sus viajes por Asia y Europa, específicamente en el Areópago, en
Atenas. O bien en esas muchas referencias a los deportes o a las artes
marciales con los cuales hacen símiles para preparar a los creyentes para la
lucha espiritul.
Este discurso
había sido tan elocuente, pero al mismo tiempo demasiado profundo para Festo,
que grita (a gran voz): “Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco”.
Pablo
contesta con mucha cortesía: Oh excelentísimo. Y subraya el hecho púbico de
todos sus actos, no hay nada oculto. Y así es como debemos andar, sin ocultar
nada (pues no se ha hecho esto en algún
rincón): “Estad, pues […] ceñidos vuestros lomos con la verdad…“, escribe
Pablo en Efesios 6:14. La verdad en nuestras vidas es tan importante pues nos
hace fuertes, invulnerables. Cuando alguien miente, se pone en riesgo.
Descubrir esa mentira destruye al mentiroso.
¿Crees
esto he dicho? pregunta Pablo a Agripa, quien conocedor de la ley y los
profetas, su respuesta debería ser afirmativa, pero eso lo comprometería. Pablo
agrega: Sí, yo sé que crees, no lo niegues. Y de esta manera Pablo acorrala a
Agripa, pero este como buen torero, se zafa: “Crees que con eso poco me persuades
a ser cristiano”. Esta es el sentido que dicen estudiosos como F.F. Bruce y Robertson[2]
tiene esta frase que la Reina Valera a traducido: “Por poco me convences a ser cristiano”.
La
expresión de Pablo en el verso 29 es uno de sus más caros deseos: que todos se
conviertan, ese es el propósito de su ministerio: “Quisiera Dios que por poco o
por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis
hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas”. Y es casi inevitable pensar
que al final de frase levanta los brazos y le muestra las cadenas con las que
estaba atado.
Termina
la comparecencia y el veredicto es contundente: “Ninguna cosa digna ni de
muerte ni de prisión ha hecho este hombre”.
¿Entonces?
¿Por qué sigue preso? ¿Por qué lo retuvo tanto tiempo Félix? ¿Por qué lo quería
llevar Festo a Jerusalén que obligó a Pablo a apelar a César, considerando que
el César de ese momento no era otro que el terrible Nerón? Porque todo ello
estaba en el Plan de Dios. Al apelar a César sería el mismo imperio romano
quien cumpliría la voluntad de Dios llevando a Pablo a Roma, a donde el mismo
señor le dijo a Pablo: “…es necesario que testifiques también en Roma”. Y a
Roma irá por voluntad de Dios. ¡Gloria a su nombre que ninguna cosa está fuera
de su control!
[1] Rey de los judíos, fue el
nieto de Herodes el Grande, y el hijo de Aristóbulo IV y de Berenice.
Originalmente llamado Marco Julio Agripa (en latín Marcus Julius Agrippa).
[2] Eso
afirma F.F. Bruce en su Comentario a
Hechos de los Apóstoles y aún más categórico A.T. Robertson en Comentario al texto griego del Nuevo
Testamento.