Jeremías
Ramírez Vasillas
El problema del divisionismo en
la iglesia de Corinto era grave, muy grave. El apóstol Pablo empieza a tratarlo
desde el versículo 10 del primer capítulo y concluye hasta el final del
capítulo 4.
No era el único
problema grave que tenía esta iglesia, pero era uno de los principales. Hoy,
cuando vemos divisiones dentro de una iglesia nos indica que ahí falta el amor,
la hermandad, la humildad, y hay el riesgo de dejar de ser una iglesia de Dios,
pues el Señor dijo que una de las características de una iglesia de Dios era el
amarse unos a otros: “En esto conocerán
que son mis discípulos, en que os améís uno a otros”. Y durante tres capítulos
busca el apóstol resarcir ese problema antes de que estalle en mil pedazos.
Ahora,
en este capítulo cuatro el apóstol Pablo concluye su argumentación repitiendo
algunos conceptos importantes ya mencionados en capítulos anteriores.
El
ministerio de los apóstoles
1
Así, pues, téngannos los hombres por servidores de
Cristo, y administradores de los misterios de Dios.
2 Ahora bien, se requiere de los
administradores, que cada uno sea hallado fiel.
3 Yo en muy poco tengo el ser
juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo.
4 Porque aunque de nada tengo mala
conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.
5 Así que, no juzguéis nada antes
de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las
tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno
recibirá su alabanza de Dios.
Aquí el apóstol
les pide a los corintios que si los van a calificar, a categorizar, que sea
como lo que son: SERVIDORES DE CRISTO. Y todos debiésemos anhelar ser
“servidores” de Cristo. Él dijo que “el Hijo del Hombre vino para servir”. Y si
somos realmente seguidores de Cristo debemos seguir su ejemplo. Entonces nuestro
anhelo debe ser convertirnos en “servidores”, en esclavos, de Cristo.
Nos
dicen los estudiosos que Pablo usa aquí para “servidores” la palabra griega Hypeteres o hupëretës. El Hupeteres era, originalmente,
“el remero del banco inferior del tirreme; es decir, uno de los esclavos o
cautivos que manejaban los grandes remos que impulsaban aquellas naves por el mar”, nos dice William Barclay. Pablo,
de alguna forma, se consideraba el remero de la zona más ruda en el navío de
Dios.
Y agrega:
“y ADMINISTRADORES DE LOS MISTERIOS DE CRISTO”. La palabra que usa Pablo es “oikonomos”, que en esa época era el administrador o
mayordomo de las casas de personas pudientes (oikos, casa; nemö,
administrador, una palabra antigua); era un esclavo (doulos) bajo su señor
(kurios, Lc. 12:42), pero una autoridad (16:1) sobre los otros esclavos en la
casa (siervos, paidas; siervas, paidiskas, Lc. 12:45), supervisor (epitropos)
sobre el resto (Mt. 20:8). De ahí que el subremero (hupëretës) de Cristo
tenga una posición de suma dignidad como administrador (oikonomos) de los
misterios de Dios.
Pero
el apóstol es administrador de los MISTERIOS DE DIOS. Jesús había dicho
expresamente que los misterios del reino estaban abiertos a los discípulos
(Mt. 13:11: 11 El respondiendo, les dijo:
Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a
ellos no les es dado). Les fue confiado el conocimiento de algunos de los
secretos de Dios, aunque los discípulos no eran alumnos tan aventajados como
pretendían serlo (Mt. 13:51; 16:8–12). Como administradores, Pablo y otros
ministros reciben el depósito de los misterios (véase 1 Co. 2:7 para este
término: Mas hablamos sabiduría de Dios
en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos
para nuestra gloria, la que ninguno
de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca
habrían crucificado al Señor de gloria) de Dios, y se espera de ellos que
los enseñen. «La iglesia es la oikos (1 Ti. 3:15: para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que
es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.), Dios el
oikodespotës (Mt. 13:52 “Por eso todo
escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que
saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.”), los miembros los oikeioi (Gá.
6:10; Ef. 2:19) (Lightfoot). Pablo tenía un vívido sentido de la dignidad de
esta mayordomía (oikonomia) que Dios le había encomendado (Col. 1:25: de la cual fui hecho ministro, según la
administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie
cumplidamente la palabra de Dios). De modo tal que para Pablo el ministerio
es algo más que una mera profesión o forma de vivir. Es un llamamiento de
parte de Dios a ejercer una administración.
Por
ello se requería que fuera fiel, es decir, digno de confianza, por la enorme
responsabilidad que esto conlleva. Algo dicho a la ligera o tergiversado,
tendría efectos devastadores, y más en el caso de Pablo que sus enseñanzas han
trascendido los siglos enriqueciendo espiritualmente la vida de creyentes a lo
largo de más de 20 siglos).
Pero
aún los administradores modernos cargan con una enorme responsabilidad y por
ello una cualidad básica es que deben ser confiables, altamente confiables,
sometidos a Dios y llenos del Espíritu Santo. Por cierto, esta última
característica era exigida hasta los que hacían tareas de servicio como los
diáconos.
De los versículos
3 al 5 el apóstol habla de tres juicios: el de los otros, el propio (de nuestra
conciencia) y el de Dios.
Cada
uno de nosotros estamos sometidos a esos tres
jucios. 1) El de los otros es importante (teniendo el favor con todo el
pueblo), pero a veces son juicios injustos, poco fiables. Cuántas veces hemos
visto linchamientos sociales de personas que creyeron que eran culpable y no lo
fueron. O bien, recibimos comentarios elogiosos hipócritas. Si bien hay que
considerarlos, no debemos esclavizarnos al juicio externo. 2) Nuestra
conciencia también nos guia pero no siempre es fiable. Siempre hay esa
posibilidad de justificar o cauterizar la conciencia para deje de
molestarnos. Y 3) finalmente está el juicio de Dios, el más importante, el
definitivo porque “sólo Dios conoce
todas las circunstancias. Él sabe las luchas que una persona ha tenido que mantener, los
secretos que no ha compartido con nadie; sólo Dios conoce todos los motivos .
El hombre ve la acción, pero Dios ve la intención. Muchas acciones que parecen
nobles puede que se hayan realizado por los motivos más egoístas e innobles y
muchas acciones que parecen rastreras se han llevado a cabo por motivos más
elevados”[1]
6 Pero esto, hermanos, lo he
presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en
nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa
de uno, os envanezcáis unos contra otros.
Pablo se presenta
a sí mismo como ejemplo para que los otros aprendan como ceñirse a la palabra.
El Señor le dijo a su discípulos: “si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan
14:15). Y Pablo y Apolos se presentan como fieles seguidores de Cristo, y de
esa manera deben conducirse los cristianos. Pablo dijo más adelante en esta
carta: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. (1 de Corintios 11:1).
Si queremos enseñar a otros, debemos de presentarnos como modelos a imitar. De
otra forma, mejor no enseñar.
7 Porque ¿quién te distingue? ¿o
qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como
si no lo hubieras recibido?
Cuando no se ciñe
uno estrictamente a lo que enseña la Biblia, la vanidad se presenta con su cara
más sonriente. Este es un síntoma de enfermedad. En esos casos es importante darnos
cuenta que todo lo hemos recibido de Él: la vida, el cuerpo, el cerebro, los
órganos de los sentidos, el planeta, nuestra salvación… todo. De modo que no
hay nada de lo cual nos debemos sentir superiores a otros, pues todo ha sido un
don, un regalo. Y el único sentimiento que cae es el de el agradecimiento.
8 Ya estáis saciados, ya estáis
ricos, sin nosotros reináis. !!Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos
también juntamente con vosotros!
9 Porque según pienso, Dios nos ha
exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte;
pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres.
10 Nosotros somos insensatos por amor
de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros
fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados.
11 Hasta esta hora padecemos
hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada
fija.
12 Nos fatigamos trabajando con
nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la
soportamos.
13 Nos difaman, y rogamos; hemos
venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos.
Aquí el apóstol
usa la ironía como un recurso par evidenciar la posición ridícula de los
corintios, que sin embargo no está fuera de realidad. En la iglesia de Laodicea
se presentó el mismo caso que los llevó a decir de sí mismos: “Porque tú
dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y
no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por
tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas
rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de
tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.”. (Apocalipsis
3:17-18).
Y
si ellos solitos (sin nosotros reináis) han llegado a la cúspide, qué ha
sucedido con los apóstoles. Pablo hace entonces una lista de contraste. Si
ellos siendo los maestros, los padres espirituales vean en qué condiciones están
en contraste con la postura vanidosa de los corintios, pues “...Dios nos ha
exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte;
pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres”.
Y el resultado es:
1) Nosotros somos
insensatos / vosotros prudentes
2) Nosotros débiles,
/ vosotros fuertes;
3) nosotros
despreciados / vosotros honorables, mas
De modo que el estado de los apóstoles es terrible: “ padecemos hambre,
tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos
fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos;
padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a
ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos”.
El triunfo social y económico no son signos de un cristiano, sino que
muchos grandes hombres de Dios han estado en la situación contraria: Richard
Bumbrand encarcelado 14 años en cárceles comunistas en Rumanía, su patria, y Dietrich
Bonhoeffer, teólogo alemán perseguido y enviado a un campo de concentración
Nazi donde muere por ser fiel al Señor. Y estos son sólo dos casos modernos de
miles y miles.
14 No escribo esto para
avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados.
15 Porque aunque tengáis diez mil
ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré
por medio del evangelio.
16 Por tanto, os ruego que me
imitéis.
Si bien el
sarcasmo que usó el apóstol es rudo, su objetivo es noble, pues como un padre
amante corrige a su hijo, Pablo es guiado por amor a los Corintios. Y por ello
subraya que como un buen hijo sigue los pasos de su padre, ellos imiten la
obediencia de Pablo a Dios.
17 Por esto
mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual
os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y
en todas las iglesias.
Y por este amor y
deseo de llevar a sus hijos espirituales al camino correcto Pablo les envía a
Timoteo. Timoteo ha sido un fiel colaborador de Pablo y un alumno destacado, y
por ello es un buen ejemplo a seguir, pues es “fiel en el Señor”, y tiene como
función recordar, recordar esas lecciones (que además son las mismas enseñanzas
que Pablo dicta en todas las iglesias que le ha tocado trabajar), esas
enseñanzas que los corintios deben saber pero quizá han olvidado.
18 Mas algunos están envanecidos,
como si yo nunca hubiese de ir a vosotros.
19 Pero iré pronto a vosotros, si
el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan
envanecidos.
20 Porque el reino de Dios no
consiste en palabras, sino en poder.
21 ¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros
con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?
Y algunos se han
envanecido en la esperanza que Pablo no regresará, de modo que ahora ellos son
los que ponen los límites y dictan lo que se debe hacer, pues Pablo nunca
regresará, dicen.
Ahora
Pablo le dice a la iglesia, y a estos vanidosos de forma directa: “Pronto iré a
vosotros, y entonces probaré a esos vanidosos no para hacer esgrima verbal y
retórico, sino para que sus argumento se validen con el “poder” que deben
mostrar. La vida cristiana no es una ilusión ni una argumentación filosófica,
en una creencia vaga, sino una realidad sentida y demostrable. Por esos Pablo
dice que “el reino de Dios no consiste en palabras SINO EN PODER”.
¿De
qué poder habla Pablo?. No lo dice pero podemos deducir que es ese poder del Espíritu
Santo para vivir de la manera correcta mostrando amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza...”
(Gálatas 5:22-23). Amar a un amigo o un pariente es fácil, pero a un enemigo, y
un enemigo que en ese momentos nos está haciendo daño, ya no es sencillo. Se
necesita un enorme poder que sólo Dios otorga. Es más fácil sacar la espada y
cortar la oreja de un hombre, pero más dificil no negar al Señor en momentos de
peligro.
No
es fácil vivir con gozo en medio de los problemas Muchas personas, para
soportar estados anímicos funestos necesitan sustancias que le hagan sentirse eufóricos:
alcohol, cigarros, marihuana, cocaína… En contraste, Pablo y Silas cantaba en
una cárcel de Éfeso.
La
paz es un estado anímico dificl de conseguir y más aún aquel que sobre pasa
todo entendimiento. Quien tiene al Espíritu de Dios, puede sentir y vivir la
paz incluso en una situación de guerra.
Hoy,
mucha gente es presa del stress, de la desesperación, de frustración… Una
persona que vive fusionada en Dios, ya no vive él sino Cristo en él, de modo
que puede considerar a la muerte como ganancia…
Es
más fácil mostrar odio o reaccionar violentamente que responder con amabilidad,
con un gesto de bondad sincera...
Ante
las dificultades es fácil perder la fe, que confiar en Dios en medio de la
tribulación, pero esto es una realidad cuando vivimos en Cristo, cuando hemos
sido llenados con su Espíritu Santo.
“La
mansedumbre, confundida a veces con debilidad, supone una gran fuerza interior y
una enorme convicción para enfrentar situaciones difíciles o adversas sin
recurrir a la violencia o caer presa de sentimientos de cólera y rencor”[2].
Y
es más fácil ceder ante la presión, transigir, rendirse, que soportar las
circunstancias como si fuese uno hecho de acero. A esto se le lama templanza.
Dice una página de internet: “La templanza es una virtud que permite al
individuo controlar las pasiones, vicios e impulsos frente a las seducciones de
los deseos, placeres o instintos. La templanza requiere buen juicio, prudencia,
discernimiento, precaución y sabiduría”.
Para terminar
cabría preguntar su nuestra doctrina se basa en palabras o en poder. Si esa
doctrina no nos permite hacer nuestros los frutos del Espíritu, entonces sólo
somos “címbalo que retiñe”.
PORQUE EL REINO DE DIOS NO CONSISTE EN PALABRAS SINO
EN PODER.
El Señor les
bendiga.