Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado,
y el principado sobre su hombro;
y se llamará su nombre Admirable, Consejero,
Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe
de Paz.
Isaías 9:6
Entre los muchos nombres de Cristo que aparecen en el
libro de Isaías destaca: Príncipe de
paz.
La palabra PRÍNCIPE
viene de la palabra latina prínceps, compuesta
de la raíz primus (el primero) y la
raíz del verbo capio, capere (coger, tomar). Por lo que príncipe es el que toma el primero
(como deferencia de dignidad), aunque se entiende popularmente como “el que es
tomado o elegido como el primero”.
En el idioma hebreo Príncipe,
Ñar o nâÑî, significa “Varón de rango o autoridad por su relación en una
familia real o por designación”.
Abrahán fue reconocido como un poderoso
"príncipe" (Gn. 23:6). Los jefes de las tribus de Israel eran
"príncipes" (Nm. 1:16). A veces se habla de los reyes de las naciones
como de príncipes (2 R. 20:5; Dn. 10:13), como también de los principales
consejeros de los gobernantes (Est. 1:14).
Antes de desentrañar qué significa este título,
analicemos la palabra PAZ. En hebreo paz corresponde a la palabra Shalom. Si bien significa paz”, en
realidad en hebreo es algo mucho más profundo. En el Antiguo Testamento, cuando
se usa la expresión shalom
especialmente en los saludos, se refiere a un bienestar material y de espíritu: «La paz esté contigo» o «La paz
esté con vosotros». La palabra “armonía”, se acerca más al significado original.
La armonía es cuando todo coincide, como en un concierto,
todos los instrumentos, perfectamente ensamblados, aunque toquen notas
diferentes, en su conjunto producen un sonido hermoso. Indica que no sólo hay
ausencia de pleito, de conflicto, sino concordancia, unidad, sincronía. Pero
cuando no hay armonía, es notoria la inestabilidad, el riesgo, el conflicto, la
controversial, la lucha. Y esta puede ser exterior (conflicto con la pareja,
con los vecinos, con los jefes, etc.) o interior, dentro de nosotros mismos.
El hombre, desde tiempos inmemoriales, ha sufrido la
ausencia de paz, tanto la paz interior como la del entorno. Muchos de los
pueblos de la región del medio oriente dirimían sus diferencias con la guerra.
Basta revisar los libros de Reyes y Crónicas para darnos cuenta la beligerancia
de esos pueblos, beligerancia que subsiste hasta hoy. Los pueblos árabes han
estado en una guerra constante por siglos.
En el caso de la ausencia de paz interior, para tratar de
alcanzar cierto equilibrio el hombre ha hecho uso de ciertas sustancias como el
vino o las drogas, que ya se conocían desde la antigüedad, para acallar la
guerra interna. Hasta la fecha, la gente difícilmente tolera la vida sin apoyos
químicos: somníferos, analgésicos, tranquilizantes, alcohol, tabaco, drogas,
etc.
El apóstol Santiago, escribió hace unos dos mil años: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos
entre vosotros? (conflicto exterior)
¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? (conflicto
interior) Santiago 4:1. Es decir, hay una relación externo-interno. El apóstol
nos dice que ese conflicto exterior vine de nuestro conflicto interior.
Es por ello que uno de los problemas que aqueja al hombre
moderno es la ausencia de paz interior, que se refleja en la ausencia de paz
exterior, es decir, en su relación con los otros, con su familia, conocidos,
vecinos, etc. Esto nos lleva a vivir vidas atormentadas y confrontadas.
En el ser humano hay tres niveles existenciales: corporal
/ emocional / y espiritual.
Cuando nos enfermamos el cuerpo pierde la paz, dentro se
entabla una lucha entre los glóbulos blancos y aquellos gérmenes, bacterias o
virus que nos atacan. Cuando alcanzamos la salud, nos sentimos bien. Hay paz.
Cuando nuestro estado emocional se altera (un disgusto,
una frustración, una pérdida, un sentimiento de soledad o de inutilidad) hay un
conflicto interno, sentimientos contrarios chocan haciéndonos entrar en estados
de exaltación (enojo, rabia, odio, amargura, soledad) y tratamos de dejar de
sentir esos sentimientos y luchamos a vece sin éxito. Cuando ese conflicto se
arregla, hay paz.
Cuando nuestro espíritu se enferma, tendemos a hacer
cosas malas: injuriar a otros, robar, matar, ofender, destruir a otros o a
nosotros mismos, es decir, hay un declive en el aspecto moral, el cual si no se
corrige nos puede destruir. En el momento que nuestro espíritu sana, hay paz.
Muchas veces, la falta de paz en alguno de estos planos
existenciales afecta a los otros. Cuando nos enfermamos también tendemos a
sentirnos tristes o deprimidos y en ocasiones sentimos rabia contra los que
están bien y entonces se engendra en nosotros el deseo de hacerle daño a
alguien. ¿Han visto las casetas telefónicas destruidas, las bardas
pintarrajeadas, los anuncios de los paraderos de camiones rotos, los asientos
de los camiones, etc.? Hay dentro un desequilibrio emocional que empuja al mal.
Pero cuando alguien tiene una poderosa salud espiritual
no importa que los otros niveles sean afectados, no pierde el equilibrio. Vemos
en ocasiones que hay personas con discapacidad, que son altamente generosos y
tienen rasgos de bondad poco vistos. Y se vuelven seres admirables. Los
mártires de la fe son la prueba que una sólida salud espiritual los lleva a
soportar las pruebas más terribles con serenidad.
La falta de esta paz interior ha hecho que proliferen
religiones o prácticas un tanto esotéricas: yoga, medicina holística,
religiones, etc., que prometen la paz. Y han crecido exponencialmente. Y esto
sucede porque hay algo descompuesto en ser humano, como afirmaría Erich Fromm,
el eminente psicólogo norteamericano en su libro Miedo a la libertad.
¿Por qué tienen Cristo ese título? ¿Qué significa? Antes que
nada, hay que señalar que a Cristo lo vemos dueño de sí mismo, sereno. Y la
muestra más grande de la paz que había en él fue la que mostró en todo ese
dolorosísimo proceso rumbo a la Cruz del Calvario. Dice el evangelio:
Mateo 27:12-14
12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada
respondió.
13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?
14 Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se
maravillaba mucho.
Esta actitud ya la
había predicho siglos antes el profeta Isaías
Isaías 53:7
7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al
matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su
boca.
Cristo, en la Biblia, aparece como un ser con absoluto
equilibrio. En la prueba máxima, cuando estaba en la cruz, alcanzó a expresar:
Lucas 23:34
34 “…Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Y leemos en los evangelios que ante el maltrato, las
burlas, los azotes, no abrió su boca.
¿Saben por qué? Porque él tenía una paz interior
poderosas, paz que provenía de Dios. Por eso es el PRÍNCIPE DE PAZ, el
primero que tenía la absoluta paz de Dios. Y esa paz Él podía transmitirla a
sus discípulos primero y luego a quienes decidan ser parte de Él.
Al final del evangelio de Juan Cristo les promete a sus
seguidores darle PAZ no como el mundo la da, como los políticos, o la gente.
Juan 14:27
27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No
se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Cuando una persona atormentada por cualquier celo (puede
ser religioso) y no tiene paz, como dice en la Biblia que los sacerdotes
“respiraban odio” encuentra a Cristo, el príncipe de paz, todo ese
desequilibrio desaparece.
Cristo no sólo es el primero de poseer esa paz (como
príncipe que era) sino además otorga esa paz a sus seguidores. Un don que sigue
vigente. Millones de personas en el mundo, que han aceptado este don descubren
que existe otra vida, una vida plena, una vida de armonía. Y a medida que esa
paz va inundando a esa vida, todo su alrededor empieza cambiar.
Pablo le dijo al carcelero de Filipo:
Hechos 16:31
31 “… Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.”
Es decir, tú y ellos entrarán a la paz de Dios, a la
armonía.
Cuando un endemoniado se encontró con Jesús en la región
de Gadara, el Señor lo liberó y le dio PAZ. Vean que cuando descubren a ese
hombre furioso, ahora está a los pies de Cristo, con un semblante radiante de
paz.
Lucas 8:35
Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a
Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los
pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.
Saulo de Tarso cuya violencia lo llevó a perseguir a los
cristianos de Jerusalén hasta Damasco, una ciudad al norte a una distancia de 360
kilómetros, tiene un encuentro con el príncipe de paz, y allí acaba su odio, su
rabia, su ausencia de paz interior, y se convierte en un servidor de Cristo al
grado de no importarle su seguridad física. Ante las advertencias de peligro,
el apóstol Pablo expresó:
Hechos 20
22 Y ahora, he aquí que yo, encadenado en el espíritu, voy a Jerusalén, sin
saber lo que allá me acontecerá;
23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio
solemne, diciendo que me esperan cadenas y tribulaciones.
24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí
mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del
Señor Jesús, para dar solemne testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
Y eso sucedía porque…
Filipenses 4:7
7 Y la paz de Dios, que sobrepasa a todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
¿Queremos encontrar una paz que sobrepasa todo
entendimiento? ¿Queremos de dejar de estar molestos enojados por las
injusticias que vemos o padecemos? ¿Queremos salir por la mañana y disfrutar
del sol, el canto de los pájaros, del verdor de los árboles, de la risa de los
niños, de nuestro trabajo que sabemos le será de ayuda a alguien?
Es el momento de tener un encuentro con el príncipe de
paz.
Juan 1:12
“Más a todos los que le recibieron (y reciban) a los que creen en su
nombre, le dios la potestad de ser hechos Hijos de Dios”,
Y con ello obtener su paz.
Nuestra ausencia de paz, nuestra inestabilidad emocional
y espiritual viene de una relación en conflicto con Dios. Cuando hacemos las
cosas que nos dañan y dañan a otros (la Biblia la denomina pecado) no tenemos
paz con Dios ni con nosotros y con nuestros semejantes. Cristo quiere que todos
conozcan su paz, que entren a su paz.
Romanos 5:1
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo;
Cuando dejamos de tener pleito con Dios, cuando aceptamos
su perdón, cuando decidimos cambiar para hacer su voluntad, cuando decidimos
seguirle, un beneficio inmediato es su PAZ. Y entonces volvemos s respirar y
sentimos que la vida fluye:
Juan 10:10
El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para
que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Pare de sufrir, dicen en la tele. No con tranquilizantes,
ni con ejercicios, ni con sesiones de yoga, ni con religiones, ni con consultas
al psicólogo, sino entablando una relación de armonía con aquel que nos hizo,
que nos creó y que diseñó un mundo hermoso (y vio que todo era hermoso) para
fuésemos felices en él.
Qué Dios le ayude a usted a encontrarle a Él y a
encontrar su paz, una paz duradera, eterna, perfecta, no como el mundo (o las
terapias o los fármacos) le dan.
Qué Dios le bendiga enormemente.