lunes, 28 de noviembre de 2016

LA PARABOLA DE LOS TERRENOS


Se ha preguntado ¿de qué depende el éxito del evangelio en la vida humana? No es un problema de difusión del evangelio, aunque ciertamente a la iglesia de hoy le falta ser mucho más militante, mucho más evangelística. Aún con ello, hoy más que nunca la difusión de la Biblia es mucho mayor que en otros tiempos. Dios, cuando la iglesia calla, las piedras se vuelven testigos elocuentes. Es decir, Dios usa otros medios con los cuales su palabra se sige difundiendo, incluso habla, como dice Pablo en Romanos, “ a través de las cosas hechas”.

Con el advenimiento de las tecnologías de la información la difusión del evangelio se ha expandido de manera inusitada. Basta tener un teléfono con conexión a internet para tener al alcance no una  Biblia sino decenas de versiones, cientos de comentarios y análisis bíblicos, además de cantos, himnos alabanzas, análisis históricos o estudios comparados. Y en papel, se liberan cada año cientos de toneladas de literatura cristiana que marcha por el mundo. Algunas librerías cristianas de la ciudad de México se han convertido en verdaderos negocios, las cuales son visitadas por una gran cantidad de gente que va a buscar algún alivio, alguna información que apuntale su fe. Y también habría que considerar que poco a poco han ido apareciendo programas radiales y de televisión en ciudades grandes como la ciudad de México o Guadalajara. Esto debería traducirse en una mayor presencia del Señor en actos de bondad, misericordia, cordura, sensatez, solidaridad, urbanidad, responsabilidad con los demás en la sociedad.

Pero, en contraparte, vemos un panorama desolador: en las grandes urbes, particularmente de los países tercermundistas, ha crecido enormemente la pobreza, la miseria, la mendicidad y la violencia. Y en todo el mundo hay abultados indicadores de inseguridad, maldad, de explotación humana y de la naturaleza, de pérdida de valores, pérdida de respeto a los mayores o a los débiles, errancia espiritual, incremento de la idolatría y de sectas incluso satánicas, movimientos místicos orientales disfrazados, algunos, de centros de salud y nutrición. Además, países completos se declaran abiertamente ateos y han convertido los edificios religiosos en  bibliotecas públicas. Y las clases más ilustradas muestran un desprecio abierto y generalizado a todo lo que hable de Dios. Hoy, en ciertos círculos sociales o intelectuales, ser cristiano es tan mal visto como hace años lo era no formar parte de una iglesia, como relata Herman Melville  en Moby Dick, cuyo capitán no admitía marinos no cristianos en su buque.

Y este olvido de Dios, este extrañamiento a todo lo cristiano, ha derivado en que ya no haya diques al mal. El hombre se siente en libertad de las peores depravaciones morales. Diariamente los periódicos y los noticieros televisivos dan cuenta de atrocidades humanas que horrorizan al más fuerte.

Sin embargo, nada de ello disminuye el hambre de Dios. Dos recientes fallecimientos, uno de un cantante popular como Leonard Cohen y de un intelectual como Luis González de Alba tienen en común que ambos fueron errantes espirituales y mueren lanzando un grito de ayuda a Dios. Y muchos los vemos buscando donde encontrar una palabra de aliento. Desafortunadamente, muchas de estas personas caen en las manos de los negociantes de la fe.

Una parábola como la de El sembrador nos da una respuesta a este tipo de respuestas humanas al evangelio.

Mateo 13: 1-23
1. Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.
2 Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa.
3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
5 Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;
6 pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
7 Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
8 Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
9 El que tiene oídos para oír, oiga.
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10 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
11 El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.

14
De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
    De oído oiréis, y no entenderéis;
    Y viendo veréis, y no percibiréis.

15
Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan,
Y se conviertan,
Y yo los sane. m

16 Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.

17 Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
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18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
20 Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;
21 pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.
22 El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.

Juan A. Mackay ha renombrado a esta parábola como La parábola de los suelos. En efecto, la respuesta a esta indolencia generalizada está en los suelos, es decir, en el tipo de personas. Siguiendo esta ilustración del Señor, podríamos decir que es posible clasificar a la humanidad en CUATRO CLASES.

PRIMERO. Aquellos que han cerrado a piedra y lodo sus oídos para que la mínima luz del evangelio penetre. Su fe está depositada en sí mismos, en la ciencia, en otras religiones, en lo que creen las mayorías… La semilla del evangelio, por más que les llegue, no penetra. Estas personas son completamente refractarios, tiene alma de acero. Esta es la situación de mucha gente que ha tenido acceso a la alta educación, a la ciencia, a la filosofía: creen saberlo todo y en ese saber Dios es un extraño y su palabra “locura”, como diría Pablo.

LOS SEGUNDOS. Los que son entusiastas y aceptan aparentemente el evangelio con gozo, pero como dice la parábola no tienen raíces profundas porque debajo de la superficie hay un suelo rocoso, duro, impenetrable. En los primeros, la coraza está a flor de piel. En los segundos, está debajo, no se nota. Les gusta la parte agradable del evangelio, las reuniones, la música, la camaradería, de la iglesia, pero cuando son confrontados por la realidad, la dura realidad, de inmediato se desaniman. No consideran que el cristiano nada a contracorriente. Entonces se preguntan: ¿Cómo es esto? ¿Qué Dios no nos invitó a un Jardín del Edén? ¿Qué Dios no resuelve todos nuestros problemas? ¿Qué no nos concede TODOS los deseos de nuestro corazón? ¿No nos dará riqueza y bienestar? ¿Qué no ha prometido abundancia? ¿Entonces de qué sirve mi diezmo o mi ofrenda?

El apóstol Santiago escribió: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”… El cristiano tarde o temprano se hallará ante las pruebas, y más, ante diversas pruebas, internas y externas.

LOS TERCEROS, nos dice la parábola, son los que en su vida está llena de espinos, de mala hierba, es decir, en que vive en medio de compromisos sociales, de negocios, de actividades que los jalan y seducen y ahogan la germinación de la semilla del evangelio. Estas personas le agrada el evangelio, pero como su mente y su corazón está atrapado en las ambiciones humanas de poder, dinero, placer, no pueden dedicarle tiempo, alma y espíritu a Dios. Son esclavos de su época. Son aquellos que cuando son llamados al banquete del Señor, presentan excusas. Van de vez en cuando a la iglesia, pero su cabeza está en sus compromisos. Y están más atentos a las vibraciones de su celular.

Y por ÚLTIMO, están los que ya están listos para recibir la palabra, la semilla, y la planta brota de inmediato. Un caso ejemplifico es el Etíope al que le predicó Felipe. De inmediato quiso ser bautizado. El evangelio ya había brotado en su corazón.

Preguntas pertinentes

Ahora la pregunta es ¿quién no hizo así? ¿Hay manera de cambiar? ¿Cómo nos volvemos tierra buena? ¿Quiénes hemos creído, somos plenamente tierra buena o somos una mezcla de dureza (tierra junto al camino), de terreno pedregoso, con una cierta dosis de espinos?

RESPUESTAS

¿Quien nos determinó así?

La respuesta es aparentemente sencilla. Una parte es herencia del contexto en el que crecimos, pero no es plenamente responsable el todo. La maldad es hereditaria. Quien nace en un hogar cuyos padres le enseñan malos ejemplos, aprenderán estas conductas dañinas. Si además el medio ambiente, los compañeros de la escuela, o los amigos de la colonia, son gente corrompida, inevitablemente contaminarán al recién llegado.  Una lectura superficial de la historia de los reyes de Judá e Israel nos indican cómo los padres contaminaron a sus hijos. Dice por ejemplo, “hizo lo malo ante los ojos de Jehová como su padre o de las naciones vecinas”

2ª de Reyes 21:1-3
Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. El nombre de su madre era Hepsiba. E hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, conforme a las abominaciones de las naciones que el SEÑOR había desposeído delante de los hijos de Israel. Porque reedificó los lugares altos que su padre Ezequías había destruido; levantó también altares a Baal e hizo una Asera, como había hecho Acab, rey de Israel, y adoró a todo el ejército de los cielos y los sirvió.…

Pero otra parte es personal, es decir, es una decisión propia. Y esta la más importante, la determinante. De otra manera no entenderíamos como muchos delincuentes han encontrado al Señor y se han convertido fuera o dentro de la cárcel. Un ejemplo, John Newton, autor del canto Divina Gracia, que era un tratante de esclavos. En su biografía leemos:

“Educado sin ninguna convicción religiosa, a lo largo de su juventud vivió varias coincidencias y giros inesperados, muchos de ellos provocados por su recalcitrante insubordinación. Fue forzado a unirse a la Royal Navy y como marinero, participó en el mercado de esclavos. Durante una noche, una tormenta golpeó tan fuertemente su embarcación que, aterrorizado, imploró la ayuda de Dios, un momento que marca el comienzo de su conversión espiritual. Su carrera como tratante de esclavos duró algunos años más, hasta que abandonó la marina para estudiar teología.

¿Hay manera de cambiar?

La respuesta es simple: Sí. Sin embargo, la ruta no siempre es la misma para todos. Algunos bastará que la verdad le sea expuesta para que de inmediato caigan de rodillas. Por ejemplo, el carcelero de Filipo.

Otros, deberán pasar por un proceso largo y a veces penoso, incluso de sufrimiento físico. Otros, entablarán un durísimo debate intelectual y espiritual.

Dos ejemplos de estos últimos son C.S. Lewis, el autor de Las Crónicas de Narnia, quien, como ateo recalcitrante, tuvo que pasar por un largo proceso que inició con la lectura del libro Everlasting Man de Chesterton y luego a través de la influencia directa o literaria de Platón, Dante, MacDonald, Herbert, Barfield, Tolkien, Dyson… Dice Lewis:

"Debes imaginarme solo, en aquella habitación del Magdalen, noche tras noche, sintiendo, cada vez que mi mente se apartaba del trabajo, el acercamiento continuo, inexorable, de Aquél con quien, tan encarecidamente, no deseaba encontrarme. Al final, Aquél a quien temía profundamente cayó sobre mí. Hacia la festividad de la Trinidad de 1929 cedí, admití que Dios era Dios y, de rodillas, oré. Quizá fuera aquella noche el converso más desalentado y remiso de toda Inglaterra.
        "Hasta entonces yo había supuesto que el centro de la realidad sería algo así como un lugar. En vez de eso, me encontré con que era una Persona".

El otro fue Frank Morrison, un abogado británico que empezó a refutar las evidencias a favor de la Resurrección de JESUCRISTO y quien terminó cambiando el rumbo de su libro para escribir una confirmación de la resurrección y este cambio se debió a un encuentro personal con Cristo.

Pero hay otros que deben pasar por una experiencia terrible para que la dura roca que lo recubre se rompa para abrirse como tierra abonada a la semilla del evangelio. Un caso en la Biblia es el Hijo Pródigo. Este joven, cuando anhelaba la comida de los cerdos, se dijo.


LUCAS 15: 17-20
17. Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre.

El mismo autor de Amazing Grace, John Newton.

Durante una noche, una tormenta golpeó tan fuertemente su embarcación que, aterrorizado, imploró la ayuda de Dios, un momento que marca el comienzo de su conversión espiritual.


¿Quiénes hemos creído, somos plenamente tierra buena o somos una mezcla de dureza?

El apóstol Pablo en su cartas tipifica a los cristianos de dos maneras:

Bebés espirituales o carnales.
1ª Cortintios 3:1-2
Así que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2Os di a beber leche, no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo . En verdad, ni aun ahora podéis,…

Las cartas a las 7 iglesias que nos da el más amplio panorama de la gama de cristianos que pueblan la iglesia.

Efeso: El conformista
2 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos;
3 y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.
4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.

Esmirna:  El humilde
9 Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.

Pérgamo: El tolerante doctrinal
13 Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás.
14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación.
15 Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco.

Tiatira: El tolerante moral
19 Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras.
20 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.
21 Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación.

Sardis: El muerto
Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto.

Filadelfia: El bienaventurado y fiel
8 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.

Laodicea: El soberbio envilecido
15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !!Ojalá fueses frío o caliente!
16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.

¿Cómo ser buena tierra?

Muchas veces el Señor actúa y nos pone a prueba para quitar de nosotros las piedra que hay debajo de nuestra fachada de buenos cristianos y nos libra de las malas hierbas, nuestros distractores.

Hebreos  12: 5-6
5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
    Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
    Ni desmayes cuando eres reprendido por él;
6 Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.

Otra veces, al darnos cuenta a través de la lectura de la Biblia nos humillamos bajo la poderosa mano de Dios, o ponemos nuestros ojos en Jesús, o bien solicitamos a Dios lo que el Salmista pidió:

Salmos 51: 9-10
…9. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. 10Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. 11No me eches de tu presencia, y no quites de mí tu santo Espíritu.…

Pero sobre todo, hay que tomar una decisión si nos hemos dado cuenta que nuestra vida es tan ajena a la voluntad del Padre:

Efesios 4:17-19
“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el ENTENDIMIENTO ENTENEBRECIDO, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, POR LA DUREZA DE SU CORAZÓN; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.”

Si queremos que los frutos del señor, paz gozo, benignidad, bondad, mansedumbre, dominio propio, fe, brillen en nuestra vida, hay que empezar a limpiarnos de esas piedras escondidas que no permiten que las raíces vayan a fondo, de los espinos y malas hierbas de la vida. Pongamos las cosas en su justo relieve y dimensión y empecemos a liberarnos de los lazos de las ambiciones humanas, y definitivamente, dejar de prestar nuestros oídos a doctrinas ajenas que endurecen el corazón y siembran duda y dejémonos encantar por las dulces palabras del evangelio leyendo diariamente y escudriñando cada palabra como un minero escudriña la tierra para extraer su tesoros.

AMEN

ESTUDIO SOBRE APOCALIPSIS 20: Los mil años

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