Se ha preguntado ¿de qué depende el éxito del evangelio en
la vida humana? No es un problema de difusión del evangelio, aunque ciertamente
a la iglesia de hoy le falta ser mucho más militante, mucho más evangelística.
Aún con ello, hoy más que nunca la difusión de la Biblia es mucho mayor que en
otros tiempos. Dios, cuando la iglesia calla, las piedras se vuelven testigos
elocuentes. Es decir, Dios usa otros medios con los cuales su palabra se sige
difundiendo, incluso habla, como dice Pablo en Romanos, “ a través de las cosas
hechas”.
Con el advenimiento de las tecnologías de la información la
difusión del evangelio se ha expandido de manera inusitada. Basta tener un
teléfono con conexión a internet para tener al alcance no una Biblia sino decenas de versiones, cientos de
comentarios y análisis bíblicos, además de cantos, himnos alabanzas, análisis
históricos o estudios comparados. Y en papel, se liberan cada año cientos de
toneladas de literatura cristiana que marcha por el mundo. Algunas librerías
cristianas de la ciudad de México se han convertido en verdaderos negocios, las
cuales son visitadas por una gran cantidad de gente que va a buscar algún
alivio, alguna información que apuntale su fe. Y también habría que considerar
que poco a poco han ido apareciendo programas radiales y de televisión en
ciudades grandes como la ciudad de México o Guadalajara. Esto debería
traducirse en una mayor presencia del Señor en actos de bondad, misericordia,
cordura, sensatez, solidaridad, urbanidad, responsabilidad con los demás en la
sociedad.
Pero, en contraparte, vemos un panorama desolador: en las
grandes urbes, particularmente de los países tercermundistas, ha crecido
enormemente la pobreza, la miseria, la mendicidad y la violencia. Y en todo el
mundo hay abultados indicadores de inseguridad, maldad, de explotación humana y
de la naturaleza, de pérdida de valores, pérdida de respeto a los mayores o a
los débiles, errancia espiritual, incremento de la idolatría y de sectas
incluso satánicas, movimientos místicos orientales disfrazados, algunos, de
centros de salud y nutrición. Además, países completos se declaran abiertamente
ateos y han convertido los edificios religiosos en bibliotecas públicas. Y las clases más
ilustradas muestran un desprecio abierto y generalizado a todo lo que hable de
Dios. Hoy, en ciertos círculos sociales o intelectuales, ser cristiano es tan
mal visto como hace años lo era no formar parte de una iglesia, como relata Herman
Melville en Moby Dick, cuyo capitán no admitía marinos no cristianos en su
buque.
Y este olvido de Dios, este extrañamiento a todo lo
cristiano, ha derivado en que ya no haya diques al mal. El hombre se siente en
libertad de las peores depravaciones morales. Diariamente los periódicos y los
noticieros televisivos dan cuenta de atrocidades humanas que horrorizan al más
fuerte.
Sin embargo, nada de ello disminuye el hambre de Dios. Dos
recientes fallecimientos, uno de un cantante popular como Leonard Cohen y de un
intelectual como Luis González de Alba tienen en común que ambos fueron
errantes espirituales y mueren lanzando un grito de ayuda a Dios. Y muchos los
vemos buscando donde encontrar una palabra de aliento. Desafortunadamente,
muchas de estas personas caen en las manos de los negociantes de la fe.
Una parábola como la de El sembrador nos da una respuesta a
este tipo de respuestas humanas al evangelio.
Mateo 13: 1-23
1. Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto
al mar.
2 Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la
barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa.
3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo:
He aquí, el sembrador salió a sembrar.
4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y
la comieron.
5 Parte cayó en
pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía
profundidad de tierra;
6 pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía
raíz, se secó.
7 Y parte cayó entre
espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
8 Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál
a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
9 El que tiene oídos para oír, oiga.
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10 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron:
¿Por qué les hablas por parábolas?
11 El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os
es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es
dado.
12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y
tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no
ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
14
De manera que se cumple en ellos la profecía de
Isaías, que dijo:
De oído
oiréis, y no entenderéis;
Y viendo
veréis, y no percibiréis.
15
Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan,
Y se conviertan,
Y yo los sane. m
16 Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y
vuestros oídos, porque oyen.
17 Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos
desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
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18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la
entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es
el que fue sembrado junto al camino.
20 Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el
que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;
21 pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta
duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra,
luego tropieza.
22 El que fue sembrado entre espinos, éste es el que
oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan
la palabra, y se hace infructuosa.
23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es
el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y
a treinta por uno.
Juan A. Mackay ha renombrado a esta parábola como La parábola de los suelos. En efecto,
la respuesta a esta indolencia generalizada está en los suelos, es decir, en el
tipo de personas. Siguiendo esta ilustración del Señor, podríamos decir que es
posible clasificar a la humanidad en CUATRO CLASES.
PRIMERO. Aquellos que han cerrado a piedra y lodo sus oídos
para que la mínima luz del evangelio penetre. Su fe está depositada en sí
mismos, en la ciencia, en otras religiones, en lo que creen las mayorías… La
semilla del evangelio, por más que les llegue, no penetra. Estas personas son
completamente refractarios, tiene alma de acero. Esta es la situación de mucha
gente que ha tenido acceso a la alta educación, a la ciencia, a la filosofía:
creen saberlo todo y en ese saber Dios es un extraño y su palabra “locura”,
como diría Pablo.
LOS SEGUNDOS. Los que son entusiastas y aceptan aparentemente
el evangelio con gozo, pero como dice la parábola no tienen raíces profundas
porque debajo de la superficie hay un suelo rocoso, duro, impenetrable. En los
primeros, la coraza está a flor de piel. En los segundos, está debajo, no se
nota. Les gusta la parte agradable del evangelio, las reuniones, la música, la
camaradería, de la iglesia, pero cuando son confrontados por la realidad, la
dura realidad, de inmediato se desaniman. No consideran que el cristiano nada a
contracorriente. Entonces se preguntan: ¿Cómo es esto? ¿Qué Dios no nos invitó
a un Jardín del Edén? ¿Qué Dios no resuelve todos nuestros problemas? ¿Qué no
nos concede TODOS los deseos de nuestro corazón? ¿No nos dará riqueza y
bienestar? ¿Qué no ha prometido abundancia? ¿Entonces de qué sirve mi diezmo o
mi ofrenda?
El apóstol Santiago escribió: “Hermanos míos, tened por sumo
gozo cuando os halléis en diversas pruebas”… El cristiano tarde o temprano se
hallará ante las pruebas, y más, ante diversas pruebas, internas y externas.
LOS TERCEROS, nos dice la parábola, son los que en su vida
está llena de espinos, de mala hierba, es decir, en que vive en medio de
compromisos sociales, de negocios, de actividades que los jalan y seducen y
ahogan la germinación de la semilla del evangelio. Estas personas le agrada el
evangelio, pero como su mente y su corazón está atrapado en las ambiciones
humanas de poder, dinero, placer, no pueden dedicarle tiempo, alma y espíritu a
Dios. Son esclavos de su época. Son aquellos que cuando son llamados al
banquete del Señor, presentan excusas. Van de vez en cuando a la iglesia, pero
su cabeza está en sus compromisos. Y están más atentos a las vibraciones de su
celular.
Y por ÚLTIMO, están los que ya están listos para recibir la
palabra, la semilla, y la planta brota de inmediato. Un caso ejemplifico es el Etíope
al que le predicó Felipe. De inmediato quiso ser bautizado. El evangelio ya
había brotado en su corazón.
Preguntas pertinentes
Ahora la pregunta es ¿quién no hizo así? ¿Hay manera de
cambiar? ¿Cómo nos volvemos tierra buena? ¿Quiénes hemos creído, somos
plenamente tierra buena o somos una mezcla de dureza (tierra junto al camino),
de terreno pedregoso, con una cierta dosis de espinos?
RESPUESTAS
¿Quien nos determinó
así?
La respuesta es aparentemente sencilla. Una parte es
herencia del contexto en el que crecimos, pero no es plenamente responsable el
todo. La maldad es hereditaria. Quien nace en un hogar cuyos padres le enseñan
malos ejemplos, aprenderán estas conductas dañinas. Si además el medio
ambiente, los compañeros de la escuela, o los amigos de la colonia, son gente
corrompida, inevitablemente contaminarán al recién llegado. Una lectura superficial de la historia de los
reyes de Judá e Israel nos indican cómo los padres contaminaron a sus hijos.
Dice por ejemplo, “hizo lo malo ante los ojos de Jehová como su padre o de las
naciones vecinas”
2ª de Reyes 21:1-3
Manasés tenía doce años cuando
comenzó a reinar, y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. El nombre de su
madre era Hepsiba. E hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, conforme a las
abominaciones de las naciones que el SEÑOR había desposeído delante de los hijos
de Israel. Porque reedificó los lugares altos que su padre Ezequías había
destruido; levantó también altares a Baal e hizo una Asera, como había hecho
Acab, rey de Israel, y adoró a todo el ejército de los cielos y los sirvió.…
Pero otra parte es personal, es decir, es una decisión
propia. Y esta la más importante, la determinante. De otra manera no
entenderíamos como muchos delincuentes han encontrado al Señor y se han
convertido fuera o dentro de la cárcel. Un ejemplo, John Newton, autor del canto
Divina Gracia, que era un tratante de esclavos. En su biografía leemos:
“Educado sin ninguna convicción religiosa, a lo
largo de su juventud vivió varias coincidencias y giros inesperados, muchos de
ellos provocados por su recalcitrante insubordinación. Fue forzado a unirse a
la Royal Navy y como marinero, participó en el mercado de esclavos. Durante una
noche, una tormenta golpeó tan fuertemente su embarcación que, aterrorizado,
imploró la ayuda de Dios, un momento que marca el comienzo de su conversión
espiritual. Su carrera como tratante de esclavos duró algunos años más, hasta
que abandonó la marina para estudiar teología.
¿Hay manera de
cambiar?
La respuesta es simple: Sí. Sin embargo, la ruta no siempre
es la misma para todos. Algunos bastará que la verdad le sea expuesta para que
de inmediato caigan de rodillas. Por ejemplo, el carcelero de Filipo.
Otros, deberán pasar por un proceso largo y a veces penoso,
incluso de sufrimiento físico. Otros, entablarán un durísimo debate intelectual
y espiritual.
Dos ejemplos de estos últimos son C.S. Lewis, el autor de Las Crónicas de Narnia, quien, como ateo
recalcitrante, tuvo que pasar por un largo proceso que inició con la lectura
del libro Everlasting Man de
Chesterton y luego a través de la influencia directa o literaria de Platón,
Dante, MacDonald, Herbert, Barfield, Tolkien, Dyson… Dice Lewis:
"Debes imaginarme solo, en aquella habitación
del Magdalen, noche tras noche, sintiendo, cada vez que mi mente se apartaba
del trabajo, el acercamiento continuo, inexorable, de Aquél con quien, tan
encarecidamente, no deseaba encontrarme. Al final, Aquél a quien temía
profundamente cayó sobre mí. Hacia la festividad de la Trinidad de 1929 cedí,
admití que Dios era Dios y, de rodillas, oré. Quizá fuera aquella noche el
converso más desalentado y remiso de toda Inglaterra.
"Hasta
entonces yo había supuesto que el centro de la realidad sería algo así como un
lugar. En vez de eso, me encontré con que era una Persona".
El otro fue Frank Morrison, un abogado británico que empezó
a refutar las evidencias a favor de la Resurrección de JESUCRISTO y quien
terminó cambiando el rumbo de su libro para escribir una confirmación de la
resurrección y este cambio se debió a un encuentro personal con Cristo.
Pero hay otros que deben pasar por una experiencia terrible
para que la dura roca que lo recubre se rompa para abrirse como tierra abonada
a la semilla del evangelio. Un caso en la Biblia es el Hijo Pródigo. Este
joven, cuando anhelaba la comida de los cerdos, se dijo.
LUCAS 15:
17-20
17. Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en
casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre,
he pecado contra el cielo y contra ti.
19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme
como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre.
El mismo autor de Amazing Grace, John Newton.
Durante una noche, una tormenta golpeó tan
fuertemente su embarcación que, aterrorizado, imploró la ayuda de Dios, un momento que marca el comienzo de su
conversión espiritual.
¿Quiénes hemos
creído, somos plenamente tierra buena o somos una mezcla de dureza?
El apóstol Pablo en su cartas tipifica a los cristianos de dos
maneras:
Bebés espirituales o
carnales.
1ª Cortintios 3:1-2
Así que yo, hermanos, no pude hablaros como a
espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2Os di a beber
leche, no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo . En verdad, ni
aun ahora podéis,…
Las cartas a las 7 iglesias que nos da el más amplio
panorama de la gama de cristianos que pueblan la iglesia.
Efeso: El conformista
2 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y
paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se
dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos;
3 y has sufrido, y has tenido paciencia, y has
trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.
4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer
amor.
Esmirna: El humilde
9 Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu
pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y
no lo son, sino sinagoga de Satanás.
Pérgamo: El tolerante doctrinal
13 Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está
el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en
los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora
Satanás.
14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes
ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo
ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a
cometer fornicación.
15 Y también tienes a los que retienen la doctrina
de los nicolaítas, la que yo aborrezco.
Tiatira: El tolerante
moral
19 Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y
tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras.
20 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que
toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis
siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.
21 Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero
no quiere arrepentirse de su fornicación.
Sardis: El muerto
Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que
vives, y estás muerto.
Filadelfia: El bienaventurado
y fiel
8 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante
de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca
fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.
Laodicea: El soberbio
envilecido
15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni
caliente. !!Ojalá fueses frío o caliente!
16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni
caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he
enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
¿Cómo ser buena
tierra?
Muchas veces el Señor actúa y nos pone a prueba para quitar
de nosotros las piedra que hay debajo de nuestra fachada de buenos cristianos y
nos libra de las malas hierbas, nuestros distractores.
Hebreos 12: 5-6
5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a
hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío,
no menosprecies la disciplina del Señor,
Ni
desmayes cuando eres reprendido por él;
6 Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.
Otra veces, al darnos cuenta a través de la lectura de la Biblia
nos humillamos bajo la poderosa mano de Dios, o ponemos nuestros ojos en Jesús,
o bien solicitamos a Dios lo que el Salmista pidió:
Salmos 51: 9-10
…9. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas
mis iniquidades. 10Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un
espíritu recto dentro de mí. 11No me eches de tu presencia, y no quites de mí
tu santo Espíritu.…
Pero sobre todo, hay que tomar una decisión si nos hemos
dado cuenta que nuestra vida es tan ajena a la voluntad del Padre:
Efesios 4:17-19
“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no
andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo
el ENTENDIMIENTO ENTENEBRECIDO, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que
en ellos hay, POR LA DUREZA DE SU CORAZÓN; los cuales, después que perdieron
toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase
de impureza.”
Si queremos que los frutos del señor, paz gozo, benignidad,
bondad, mansedumbre, dominio propio, fe, brillen en nuestra vida, hay que
empezar a limpiarnos de esas piedras escondidas que no permiten que las raíces
vayan a fondo, de los espinos y malas hierbas de la vida. Pongamos las cosas en
su justo relieve y dimensión y empecemos a liberarnos de los lazos de las
ambiciones humanas, y definitivamente, dejar de prestar nuestros oídos a
doctrinas ajenas que endurecen el corazón y siembran duda y dejémonos encantar
por las dulces palabras del evangelio leyendo diariamente y escudriñando cada
palabra como un minero escudriña la tierra para extraer su tesoros.
AMEN