lunes, 30 de julio de 2018

¿DÓNDE ESTÁ EL REINO DE DIOS?

ESTUDIO SOBRE LUCAS 7

Hoy muchos se preguntan ¿Y dónde está ese reino de Dios? Ya han pasado 20 siglos desde que vino Cristo anunciando su reino y el mundo está hecho un caos. Este capítulo nos muestra que ese reino llegó con él y desde entonces está vigente, sólo que no se percibe porque la mayoría de la gente vive fuera de ese reino.
Generalmente los reinos demuestran su presencia con el uso del poder, de la fuerza, imponiendo leyes, fronteras, y una fuerza armada (policías, soldados, vigilantes). El reino de Dios no muestra su presencia de esa manera, sino a través del amor, de la misericordia. Cuando alguien entre a ese reino, cambia su manera de ser y de esa forma demuestra que es ciudadano de ese reino.
Estos cuatro pasajes que contiene este capítulo dan enseñan cómo se hace presente ese reino, invisible muchas veces para la mayoría, pero sumamente tangible.

Jesús sana al siervo de un centurión
(Mt. 8.5-13)
1 Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum.
2 Y el siervo (esclavo) de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.
6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano (hugiainonta: término médico que indica: totalmente recuperado) al siervo que había estado enfermo.

Este pasaje demuestra que Jesús no acotaba su ministerio a los judíos. Así como reza la publicidad telefónica de que México es territorio Telcel, en el caso de Dios, todo el mundo, todos los continentes, todas las culturas, todas las razas, son territorio de su misericordia y de su amor.
Pero vayamos a fondo. En este caso, llama la atención la fe del centurión (del cual no sabemos su nombre) que se caracteriza por varios aspectos relevantes:

1)    Creyó sin ver (Bienaventurados lo que No vieron y creyeron, le dice Jesús a Tomás): Cuando el centurión oyó hablar de Jesús…”(V.3)
2)    Era humilde a pesar de su autoridad militar romana. Era un centurión, es decir, un oficial del ejército (con un grado similar al de un actual capitán) el cual tenía un mando táctico y administrativo, cuyas cualidades eran: resistencia, templanza y mando, y quien comandaban una centuria, formada por 80 hombres, en función de las fuerzas en el momento dado y de si la centuria pertenecía o no a la Primera Cohorte (agrupación). Cada cohorte está formada por 6 centurias, excepto la primera cohorte que tiene 5 centurias, pero el doble de hombres en cada una de ellas.
3)     Sabía que como gentil “no era digno”: “No soy digno que entres bajo mi techo (v6)”
4)     Confiaba en el PODER de Dios que no tiene límites y cuyo cumplimiento es seguro: “Di la palabra y mi siervo será sano…(v7)”
5)     Sabia distinguir la autoridad y la respetaba; a diferencia de muchos “judíos” que no la distinguían ni la respetaba, es más, dudaban de la autoridad de Jesús. V. 30: “los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios”
6)    CONCLUSIÓN: El Señor se maravilló. Esta es una de las dos ocasiones en que el Señor se maravilló, se admiró. La otra está en Marcos: 6:6: “Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando”. En ambas se escribe con la misma palabra “Thatmázate”.

¿Por qué complació a Dios que trascendiera este hecho a través de la Biblia y a través de los siglos? Para darnos una lección y aprender en qué consiste la fe, la cuál es un factor fundamental para ser seguidor de Jesús. Si bien este ejemplo fue una gran lección para los suyos y la gente que lo rodeaba, es un indicador, un parámetro para los cristianos de todos los tiempos, pues nos dice cuáles son los aspectos básicos de la fe: no necesitar mayores pruebas (sin ver), humildad ante Dios (la soberbia mata la fe, reconocer nuestra indignidad (Digno es el cordero decían ángeles, seres vivientes y ancianos por millares (Ap. 5:11-12).

Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín (deleitoso, prado)
11 Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
14 Y acercándose, tocó el féretro (camilla mortuoria); y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.
15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y Dios ha visitado a su pueblo.
17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.

He aquí otro ejemplo de misericordia. Jesús venía a Nain de Capernaum, si es que este acontecimiento sucedió inmediatamente después de la sanación del esclavo del centurión. Naín se encuentra al sur de Galilea, muy cerca de Nazareth (unos 8 kilómetros), y a unos 50 kilómetros de Capernaum, aproximadamente.
Nos dice este pasaje que el señor, cuando estaba a la entrada de la ciudad, vio un cortejo fúnebre y “se compadeció”. El nuevo testamento interlineal dice: “conmovido desde las entrañas” (esplagchthë). Un comentarista dice que la palabra que escribió Lucas es la más fuerte para indicar que estaba profundamente conmovido.
¿Por qué? Seguramente nadie de sus acompañantes advertía que era el terrible drama de una viuda. Jesús sí lo supo. Y supo que le esperaba a esta mujer al morirse el último hombre en su familia. Las viudas eran las personas más vulnerables y desamparadas en ese tiempo. De ahí que el inicio del diaconado fue precisamente un ejercicio para atender a las viudas de los griegos (Hechos 6). Al parecer, las viudas eran atendidas en ocasiones por las sinagogas, pero tal vez de una manera muy pobre, de modo que muchas estaban en el abandono. Fue precisamente una viuda la que dio una gran lección de generosidad cuando depositó como ofrenda todo lo que tenía para su sustento, que en valor era muy poquito. Esto indica la miseria de las viudas. Por ello, la iglesia desde sus inicios empezó a atender a las viudas (un signo evidente de que eran una comunidad que vivía en Dios, porque mostraban misericordia), pero había quejas de que la desatención desigual de las viudas griegas, y para corregir el problema se inicia el diaconado.
Regresando al drama de la viuda de Nain, ¿Cómo solucionar el problema de la viuda? La solución más efectiva prácticamente era irremediable: que su hijo volviera a la vida. Y eso hizo el Señor.
El hecho es sumamente sorprendente. La reacción no se dejó esperar, pero fallaron en la interpretación: UN GRAN PROFETA… Y eso creían muchos, que Jesús era sólo un profeta, grande, poderoso, pero sólo un profeta. Hoy muchos tienen ideas erróneas acerca de Jesús. Dicen que es un iniciado, un sabio, un gran pensador, un revolucionario (y aún entre los cristianos piensan cosas similares), pero pocos dicen como Pedro: “Tú eres el Hijo del Dios viviente”. O como finalmente declaró Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”

Los mensajeros de Juan el Bautista
(Mt. 11.2-19)
18 Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,
19 y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.
22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
23 y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.

He aquí un pasaje que ha enredado a muchos: ¿por qué dudó Juan el Bautista? ¿Había olvidado al Espíritu Santo confirmando a Jesús como el hijo de Dios en el momento de su bautismo? No lo sabemos. O al menos yo no puedo explicarlo. Pero podemos pensar que un hombre encerrado en una de las cárceles (que en ese tiempo debieron de ser más terribles que ahora) más terribles su fe tambaleara. Se sabe que Juan estaba recluido en la fortaleza llamada Maqueronte, construida por un general de Pompeyo en el año 57 en la cumbre de una colina en la antigua Perea, en la actual Jordania, y que Herodes el Grande la había reconstruido como puesto militar, y quien se la heredó a su hijo Herodes Antipas, quien fue quien encarceló a Juan. Y Juan confinado en una fría celda, sucia e inhóspita, abandonado de todos, sufriendo a manos del poder terrenal, donde lo visitaban sus discípulos de vez en vez, es posible que le surgieran dudas. Quizá Juan esperaba grandes cambios, una revolución, y nada estaba pasando y él, incluso, estaba en la cárcel.
Jesús contesta de una manera magistral: haciendo patente la misericordia (21 “En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista”), todo ello acorde con aquella lectura del profeta Isaías (Isaías 61) (Lucas 4:18-19) que Jesús hizo en los inicios de su ministerio:

El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor.

Pues Jesús les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí. Cuando se van sus discípulos, Jesús le explica a quienes lo rodeaban:

Quien era Juan y cuál su estatura en el Reino
24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
25 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están.
26 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
27 Este es de quien está escrito:

    He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz,
    El cual preparará tu camino delante de ti.

28 Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.

Es decir, el pueblo no le cabía duda que, en efecto, así había sido pues “cuando lo oyeron, justificaron a Dios”. Traduce el NT interlineal como: reconocieron la justicia de Dios. Pues se habían bautizado muchos de ellos, sin embargo, no todos opinaban lo mismo.

Las dudas y suspicacias de los fariseos e intérpretes de la ley

30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.
31 Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32 Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene (una de sus acusaciones favoritas).
34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
35 Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.

Contrario a la actitud del centurión, estos fariseos ya habían tomado distancia desde mucho tiempo antes, de modo que cuando Juan el Bautista salió a llamar al pueblo a prepararse para la llegada del Señor, del Mesías esperado, bautizándose y haciendo “frutos dignos del arrepentimiento”, estos no acudieron. Y en su cerrazón, con nada estaban complacidos: ni con Juan ni con Jesús. Y este era su pecado: la insensibilidad, la dureza del corazón.

Jesús en el hogar de Simón el fariseo
36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.
41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?
50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.

Sin embargo, no sé si por deseos de acercarse más a Jesús, o por un débil destello de luz espiritual, o como dice Mac Donald, por curiosidad, este fariseo invita a comer a Jesús. Pero pronto se revela que su corazón estaba lejos. Su descortesía demuestra su orgullo y su sentimiento de autosuficiencia, que nos hace recordar a ese otro fariseo que dijo para sí: “Lucas 18:11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano…”.
Y le demuestra su situación una mujer pecadora. Ante el reclamo “mental” de Simón, el Señor nos muestra la actitud real de este hombre. Primero le cuenta una historia con la cual deja en claro quién es quién. Sí, la mujer era pecadora, deudora, y por esa misma situación, tenía mayor amor al Señor; en cambio el fariseo, que creía que no era pecador, que nada necesitaba del Señor, demostraba su falta de amor en su descortesía:

44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.

Concluye de una manera contundente: “Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados”. Los fariseos, de nuevo, reaccionan negativamente. El centurión dijo: “No soy digno”. Estos: “¿Quién es este?”
El orgullo, la autosuficiencia, es el lado opuesto de la fe. Son el signo más evidente de la incredulidad. El camino a Dios empieza con el reconocimiento de nuestra condición pecadora y de nuestra necesidad de un Salvador. Esto nos pone en sus manos. Es como ir al médico: vamos porque reconocemos que estamos enfermos y que nuestra automedicación no sirve. No funciona. Necesitamos de alguien que nos alivie. De la enfermedad del alma (que es lo que mayor destrozo está causando en el mundo) sólo Jesús tiene el poder. La actitud correcta para acerarnos a Jesús no es la de Simón sino la de la mujer o la del centurión.

            Ahora bien, ¿dónde estuvo el reino? Pues allí donde el amor y la misericordia de Dios a través de Jesús, se manifiesta y se hace palpable en la resolución de enfermedades, incluso, de la muerte. Juan dudaba de que, si era Él el que debía de venir, es decir, quien traería el Reino de Dios, y Jesús se lo demuestra haciendo milagros. Este es el reino de Dios, un ámbito en donde Dios se manifiesta y todos podemos entrar a través de la llave de la fe. El centurión la abrió y vio cómo su esclavo volvía a la vida; la mujer pecadora, la usó para recibir el perdón y por ello una vida nueva.
            Este Reino sigue vigente y todos podemos entrar usando la llave de la fe. Ese reino está al alcance de la mano, pero envueltos en un mundo hundido en la confusión, ante tantas voces que gritan ser la salvación, el camino, la redención, el mensaje se diluye. Pero basta, sin prejuicios, abrir las escrituras y dejar que sea la voz de Dios la que nos hable para que podamos divisar el Reino de Dios y es precisamente en los evangelios donde este Reino se hace claramente visible.
            ¿Dónde está el Reino de Dios? Aquí, en el Cristo de las escrituras. Y es posible vivir en él si nos atrevemos a creer y obedecer sus mandamientos.




miércoles, 25 de julio de 2018

JUAN EL BAUTISTA Y LA GENEALOGÍA DE JESÚS

ESTUDIO DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS
CAPÍTULO 3

Este capítulo 3 narra el ministerio de Juan el Bautista y la genealogía del Jesús por la línea genealógica de María.
El relato del ministerio de Juan el bautista lo podemos dividir en varias secciones para su mejor análisis y estudio:

            -Ubicación histórica política
            -Cumplimiento profético
            -Desempeño ministerial
            -Aclaración ministerial
            -Encarcelamiento y
            -El bautismo de Jesús

PREDICACIÓN DE JUAN EL BAUTISTA
(Mt. 3.1-12; Mr. 1.1-8; Jn. 1.19-28)
Lucas (su nombre viene de Luce, luz, iluminado, luminoso), como buen historiador, a pesar de que era médico, es la ubicación histórica de los hechos importantes que aborda en su relato. Este capítulo empieza ubicando los sucesos en el tiempo haciendo referencia a los gobiernos de ese momento en estricto orden jerárquico, tanto civiles como religiosos.

PRIMERA PARTE: UBICACIÓN HISTÓRICA POLÍTICA
1  En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César (14 ac-37 dc), siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia (Abilene),
2 y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y lo hace en orden jerárquico:
–Emperador –
–Gobernador – (y tetrarcas de las provincias cercanas)
– Sumo Sacerdotes (2) (el legal y el virtual, es decir, había un poder detrás del trono).

Y como podemos ver, no ahonda en este tema. Es simplemente un referente para ubicar en el tiempo y en el espacio el relato, para dejar claro la historicidad de un hecho real, no ficticio, no inventado, de la historia del Señor. Llama la atención que menciona a dos sumos sacerdotes, cuando debiese estar sólo uno. La explicación es simple:

Anás (también Ananus​ o Ananías)​ era hijo de Set, y fue designado sumo sacerdote entre los años 6 y 15 d. C. por el procurador romano Quirino, hasta que el procurador romano Valerio Grato (el que después dejaría su cargo a manos de Poncio Pilato) le quitó su puesto para más tarde concedérselo a Caifás (año 18), su yerno, y quien fue destituido posteriormente por  el procurador Vitelio en el año 36.

Anás, a pesar de que el procurador Valerio Grato lo destituyó, siguió manteniendo el poder de manera real, aunque oficialmente era su yerno, Caifás, el Sumo sacerdote, tal y como lo vemos en el juicio del Jesús que primero es llevado con Anás y luego con Caifás. Y fue quien incitó a la gente que pidieran a Barrabás. Parece que Caifás era sólo un monigote.

SEGUNDA PARTE: CUMPLIMIENTO PROFÉTICO

Vino a Juan la palabra y entonces salió a clamar, a gritar dicen algunas versiones, un mensaje importante, un mensaje de sensibilización y un acto simbólico público, en cumplimiento de una profecía.

3 Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados,
4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice:
    Voz del que clama en el desierto:
    Preparad el camino del Señor;
    Enderezad sus sendas.
5 Todo valle se rellenará,
   Y se bajará todo monte y collado;
   Los caminos torcidos serán enderezados,
   Y los caminos ásperos allanados;
6 Y verá toda carne la salvación de Dios.

Lucas, a diferencia de Mateo y Juan, escribe la profecía de manera más extensa. Veamos lo que dice la profecía de Isaías.

Isaías 40:3:5
3 Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.
4 Todo valle sea alzado (rellenado) (levantando a los humildes), y bájese todo monte y collado (rebajado: gentes como los fariseos y escribas, serían humillados); y lo torcido se enderece (los que eran falto de honradez, como los recaudadores de impuestos, verían su carácter corregido), y lo áspero se allane (los soldados y otros de temperamento áspero y violento, serían domados, afinados).
5 Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne (judíos y gentiles) juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado.

Según nos dice Mateo (3): “Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre”. Y nos dice desde qué lugares venían a oír su mensaje y a bautizarse: “Y salía a él (gente de) Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados”.

DESMPEÑO MINISTERIAL (SERVICIO)

7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: !Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
Juan se daba cuenta que en muchos no había sinceridad en el acto de bautizarse. Acostumbrados a los rituales, buscaban alcanzar el favor de Dios cumpliendo un acto externo y no interno y que no se justificaran diciendo “Tenemos Abraham como padre”. Y eso exactamente le dicen a Jesús tiempo después (Juan 8-37-38) Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre. Respondieron y dijéronle: Nuestro padre es Abraham. Por ello Juan lanza duras advertencias:

9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego (juicio).

No importa el árbol ni su vigor, ni su majestuosidad, sino el fruto. Y no cualquier fruto, sino BUEN FRUTO, de esmerada calidad.
Es interesante que, al mencionar este BUEN FRUTO, Juan no hace hincapié en actos religiosos o ritualistas, e incluso en la vestimenta, la asistencia al templo, ni de peregrinaciones, ni cumplimiento de fiestas o de días especiales como el sábado, sino en la conducta diaria. Es allí, en la vida cotidiana, donde se deben ver los frutos.

10 Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos?

MISERICORDIA (Benignidad, bondad)

11 Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.

Estas enseñanzas, aun cuando hemos decidido seguir a Cristo, nos siguen sacudiendo. ¿Llevamos una vida cristiana como los judíos de aquel tiempo, ritualista, o de compromiso con el prójimo? Aún sigue vigente este relamo de Dios:

Oseas 6:6-7
6 Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.
7 Mas ellos, cual Adán, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí.

LOS PUBLICANOS
Hoy podríamos decir, los funcionarios públicos, no importa la jerarquía. Y todos en nuestro trabajo de alguna forma somos funcionarios públicos, es decir, le servimos a alguien, a un usuario, a un ciudadano, a un cliente… ¿Qué debemos hacer?

12 Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
13 Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.

SOLDADOS
Los encargados de vigilar, castigar y corregir.

14 También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.

Como podemos ver, la extorsión (las mordidas), las calumnias (acusaciones falsas), y la ambición son prácticas viejas y arraigadas en el ser humano.
De esta manera, sensibilizando a la gente a ver no al prójimo, no a lo externo, sino a verse a sí mismos y tomar conciencia de su situación pecadora, era el trabajo de preparación para la llegada del rey. De esta manera, podían aprovechar, oír, ser alcanzados. En otras palabras, son las que dice el apóstol Santiago: “Muéstrame tu fe con tus hechos”.
En Gálatas 5:22-23, vemos que los frutos del espíritu: “gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza son conductuales y pueden verse fácilmente.
Juan estaba, como un agricultor, preparando el terreno, quitando malas hierbas, pedruscos, rellenado irregularidades del terreno en el cual debía caer la buena semilla. Ninguno que no se sensibilice de su situación como pecador será buena tierra para que la semilla del Señor crezca y se multiplique. Un evangelio que no sacude al ser humano y lo desnuda como pecador, no puede llevar salvación. El carcelero de Filipo es un buen ejemplo. Él se da cuenta de su condición y le dice a Pablo la pregunta más importante, más angustiosa, más necesitada: ¿Qué debo hacer para ser salvo? Se había dado cuenta de su condición perdida. Esa es la condición sine qua non para ser salvo. Más a todos los que le recibieron. Y estos que lo recibieron fueron quienes, haciendo caso a la proclama de Juan, fueron receptivos al mensaje de Jesús. Y fueron, seguramente, quienes formaron parte de las primeras iglesias que nacieron como hierba con agua abundante, como hongos, decían mi madre. En tiempo de lluvias, brotaban abundantemente en esos campos de Cuajimalpa las cabezas blancas de los hongos. Y mi madre nos mandaba a recoger una enorme cantidad de ellos.
            Así en el tiempo de la cosecha apostólica, en al que se agregaban muchos, como en esa primera cosecha que nos narra Hechos

Hechos 2
41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.
42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

ACLARACIÓN MINISTERIAL
15 Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo,
16 respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
17 Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
18 Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.

Estos cuatro versículos dan cuenta del impacto del mensaje de Juan. “El pueblo estaba a la expectativa”, diciéndose “No será este el Cristo”. Categóricamente contesta: No. Su bautismo era de arrepentimiento, es decir, de preparación. Vendría pronto el de salvación, el del espíritu santo, donde el Señor pondrá las cosas en claro, y todos los simuladores de la fe serán como esa paja quemada en el fuego. En el Señor no hay impunidad; hay perdón, pero no impunidad.

ENCARCELAMIENTO DE JUAN
19 Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,
20 sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel.

Aquí Lucas se nos adelanta un poco y da un salto en el tiempo para decirnos que su proclama sacudió desde abajo, hasta las más altas esferas. El eco de su resonar sacudió al mismísimo tetrarca y a su ilegítima esposa. Juan no se detuvo ante nadie y ante nada. Al mismo jerarca le hizo notar su pecaminosa situación.  Y el resultado no se dejó esperar, un resultado que tuvo un fin funesto y terrible.

EL BAUTISMO DE JESÚS
(Mt. 3.13-17; Mr. 1.9-11)
21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús (hijo) fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
22 y descendió el Espíritu Santo (Espíritu Santo) sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo (El padre) que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

Dios habla directamente. Esta es la primera. La segunda es en el monte de la transfiguración (Luc: 9:35) y cuando los griegos acudieron a Felipe (Jn 12:20.28). Aunque Jesús no necesitaba ser bautizado porque no tenía de qué arrepentirse, ni de hacer actos que mostraran ese arrepentimiento, lo hace como un signo de humildad y de aceptación a su plena humanidad que se deja ser bautizado, y a partir de entonces inicia su ministerio.
Y enseguida, para confirmar esa plena humanidad y esa plena legitimidad genealógica, Lucas escribe esa genealogía que daba fe de su origen, en cumplimiento con las escrituras, en la línea de antecedentes genealógicos de María.

Genealogía de Jesús (Mt. 1.1-17)
23 Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí,
24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai,
26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,
27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,
30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,
32 hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
33 hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,
35 hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,
36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.

Hay una diferencia de esta genealogía de la que aparece en Mateo en función de José. Y allí encontramos a Jeaconías (Mateo 3: 11: Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia), sobre el cual pesaba una profecía:

PROFESÍA SOBRE JOAQUÍN O JECONÍAS O CONIAS
Jeremías 22:24-30

24 donde dice: Vivo yo, dice Jehová, que si Conías hijo de Joacim rey de Judá fuera anillo en mi mano derecha, aun de allí te arrancaría.
25  Te entregaré en mano de los que buscan tu vida,  y en mano de aquellos cuya vista temes;  sí,  en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia,  y en mano de los caldeos.
26  Te haré llevar cautivo a ti y a tu madre que te dio a luz,  a tierra ajena en que no nacisteis;  y allá moriréis.
27  Y a la tierra a la cual ellos con toda el alma anhelan volver,  allá no volverán.
28   ¿Es este hombre Conías una vasija despreciada y quebrada?   ¿Es un trasto que nadie estima?  ¿Por qué fueron arrojados él y su generación, y echados a tierra que no habían conocido?
29  ¡Tierra,  tierra,  tierra!  oye palabra de Jehová.
30 Así ha dicho Jehová:  Escribid lo que sucederá a este hombre privado de descendencia,  hombre a quien nada próspero sucederá en todos los días de su vida;  porque ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de David,  ni reinar sobre Judá.

Como consecuencia de su pecado, Joaquín o Jeconías o Conías Dios lo castigó por medio de que ninguno de sus descendientes se podría sentar sobre el trono de David para reinar sobre Judá. Esta maldición recaía sobre José el esposo de María la virgen, quien era descendiente de David a través de Joaquín, o Jeconías, o Conías, según el texto que leímos en Mateo 1:11.
La gran pregunta es: ¿Cómo podría Jesús ser el Mesías, o el Cristo, o el Rey de Judá, si uno de sus antepasados fue Joaquín, o Jeconías o Conías, sobre quien pesaba la maldición que ninguno de sus descendientes podría sentarse en el trono de David para reinar sobre Judá?
La respuesta es que José, el esposo de María, no fue el padre biológico del Señor Jesús, quien fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de la virgen. El derecho de sangre que el Señor Jesús tiene sobre el trono de David vino a través de María, la virgen, por medio de Natán, el hermano de Salomón, mas no por medio de Salomón, de quien desciende Joaquín, o Conías o Jeconías, de tal manera que esta maldición no tiene efecto sobre el Señor Jesús.
De modo que, Dios jamás levantó la maldición sobre Joaquín o Conías o Jeconías. Ciertamente que este hombre tuvo algunos privilegios en el exilio, cuando ya era anciano, pero eso no significa que hubiera prosperado ni que Dios le hubiera quitado la maldición que pesaba sobre él. 2 Reyes 24:27-30 dice: “Aconteció a los treinta y siete años del cautiverio de Joaquín rey de Judá, en el mes duodécimo, a los veintisiete días del mes, que Evil-merodac rey de Babilonia, en el primer año de su reinado, libertó a Joaquín rey de Judá, sacándolo de la cárcel…”




ESTUDIO SOBRE APOCALIPSIS 20: Los mil años

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