Jeremías Ramírez vasillas
En este capítulo se registra un enorme
diálogo entre Jesús y los judíos (escribas y fariseos) en los que se dirimen
cuestiones fundamentales: ¿Quién está libre y capacitado para juzgar a los
demás? ¿Quién es Jesús? ¿Qué es “La luz del mundo”? ¿Qué significa que Jesús sea
la luz del mundo? ¿Quién es de la tierra, quién del cielo, qué lo determina?
¿Quién es libre? ¿Esclavos de qué? ¿En qué consiste la esclavitud espiritual? ¿Hasta
qué punto el diablo nos domina, cómo lo hace, en qué nos damos cuenta? ¿Era
Jesús alguien mucho más grande que Abraham?
¿Esta
confrontación de los judíos contra Jesús tiene algo que ver con los cristianos actuales?
Para los no judíos sentimos tan lejanos y ajenos a los fariseos y escribas.
Sin
embargo, una lectura más atenta encontramos que hay en la conducta de los
judíos algo que es propio del género humano de cualquier época y de todas las
culturas.
Por
ejemplo, en el primer caso, el llamado de la “Mujer adúltera”, hay un aspecto
plenamente judío y que tiene que ver con sus leyes, pero hay otro que tiene que
ver con la actitud e intenciones de llevar esta mujer a Jesús para darle condenarla.
Los juicios virulentos en las redes sociales no indican lo viva que está esta
actitud de linchamiento.
Miseria y
misericordia
7:53. Y cada
uno se fue a su casa. 1 y Jesús se fue
al monte de los Olivos.
2
Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les
enseñaba.
3
Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en
adulterio; y poniéndola en medio,
4
le dijeron: Maestro, esta
mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.
5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a
tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
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Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el
suelo, escribía en tierra con el dedo.
7
Y como insistieran en
preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado
sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
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E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.
9
Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno,
comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la
mujer que estaba en medio.
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Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer,
¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
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Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no
peques más.
Cuando recreamos con la imaginación
esta escena es inevitable no ver el terror en la cara de esta mujer. Ella sabía
que estaba condenada a pena de muerte, pues había en las leyes judías tres delitos
con pena de muerte: idolatría, asesinato y adulterio. Aquí se trata del último.
Levítico 20:10 dice: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su
prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos”. Deuteronomio
22:23-24: “Si hubiere una muchacha virgen desposada con alguno, y alguno la
hallare en la ciudad, y se acostare con ella; entonces los sacaréis a ambos a
la puerta de la ciudad, y los apedrearéis, y morirán; la joven porque no dio
voces en la ciudad, y el hombre porque humilló a la mujer de su prójimo; así
quitarás el mal de en medio de ti”.
La
pregunta “Tú, pues, ¿qué dices?” de los judíos nos indica que el objetivo de
traer esta mujer es desacreditar a Jesús, como tantas veces lo hicieron, sin
tener éxito en ninguna de ellas. Era un callejón sin salida. Si decía que no la
apedrearan estaría violando las leyes religiosas; si decía que sí, estaría
violando las leyes romanas y podrían acusarlo ante Pilato.
Es
magistral la manera en que les contesta: “El que esté libre de pecado que tire
la primera piedra”.
Es
tan fácil y tan común convertirnos en juez. Pero, ¿estamos libres de pecado
para convertirnos en acusadores? Mateo 18:21-22: “Entonces se le acercó Pedro,
y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de
perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces,
sino hasta setenta veces siete”.
Así
que debemos preguntarnos: ¿Qué tan activa y poderosa está nuestra máquina acusatoria”?
Su dinamismo indica nuestra pobreza espiritual.
¿Qué
sintió la mujer al ver que sus acusadores habían desaparecido? Quizá sintió
como un fusilado que es indultado justo en el momento en que el pelotón iba a
disparar. Ahora, debemos considerar que todos estamos sentenciados a muerte
pues la paga del pecado es muerte. Y llega el Señor y cancela esta sentencia
para darnos vida, como a esta mujer le dio vida. Y al darnos vida hay un
compromiso en respuesta. “Ni yo te condeno”. Y este es el compromiso: “Vete y no
peques más”. El Señor perdona nuestro pasado, pero no tolera que esos pecados
sigan vivos. Cuando llegamos a él y nos perdona, el resultado debe ser una vida
ajena al pecado. La gracia y la verdad vinieron juntos (Jn, 1:17)
Jesús, la luz del
mundo
12
Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo
soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá
la luz de la vida.
13 Entonces los fariseos le dijeron: Tú
das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
14
Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi
testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero
vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy.
15
Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie.
16
Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me
envió, el Padre.
17 Y en
vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.
18
Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio
de mí.
19 Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu
Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni
a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.
20
Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo;
y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
Aquí hay un cambio de tema. Un nuevo capítulo. Y surge una
nueva controversia. A partir de una afirmación de Jesús: “Yo soy la luz del
mundo”.
La
palabra luz estaba asociada con Dios en los judíos: Salmo 27:1: “El Señor es mi
luz”; Isaías 60:19; “El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el
resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y
el Dios tuyo por tu gloria“; Job 29:2-3: “!!Quién me volviese como en los meses
pasados, como en los días en que Dios me guardaba, cuando hacía resplandecer
sobre mi cabeza su lámpara, a cuya luz yo caminaba en la oscuridad“; Miqueas
7:8: “Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré;
aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz”.
Con
esta aseveración, Jesús se estaba equiparando a Dios (lo cual era verdad), pero
no así para los judíos que de inmediato respondieron: “Tu testimonio no es
verdadero”.
¿Por
qué no lograban ver la luz? Porque, afirma el Señor, juzgaban según la carne,
según los criterios humanos, como lo hacemos todos.
¿No
entendemos la Biblia? ¿La rechazamos? Nuestro problema es que no dejamos que
esa luz nos ilumine y nos permita entender su palabra y entender todas las
cosas.
Fatal incomprensión
21 Otra vez les
dijo Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde
yo voy, vosotros no podéis venir.
22 Decían
entonces los judíos: ¿Acaso
se matará a sí mismo, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir?
23 Y les dijo:
Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no
soy de este mundo.
24 Por eso os
dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en
vuestros pecados moriréis.
25 Entonces le
dijeron: ¿Tú quién eres? Entonces
Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho.
26 Muchas cosas
tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo,
lo que he oído de él, esto hablo al mundo.
27 Pero no
entendieron que les hablaba del Padre.
28 Les dijo,
pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis
que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre,
así hablo.
29 Porque el que
me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre
lo que le agrada.
30 Hablando él
estas cosas, muchos creyeron en él.
Aquí la lógica de los judíos es el mismo que en el pasaje
anterior, y la respuesta del Señor se repite, pero con otras palabras: “Vosotros
sois de abajo”.
El verdadero
discipulado
31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
32 y conoceréis la verdad, y
la verdad os hará libres.
La incomprensión anterior (y que
nos afecta a todos en alguna medida) se puede resolver si “permanecemos en su
palabra”, lo cual nos convierte en sus aprendices y algunos tras un largo
proceso podemos conocer la verdad y con ella entrar a la libertad.
Entonces,
primero, hay que permanecer. Cuando un alumno le interesa aprender, primero
debe estar atento (permanecer), y a medida que permanece va entendiendo y va
asumiendo una relación duradera de aprendizaje con el maestro, es decir, se
convierte en su discípulo, y esto le lleva a descubrir las verdades teóricas de
la clase y le otorgará alguna clase de libertad. Los demás, quedarán anclados a
la ignorancia.
Cabría
preguntarnos, primero, sí somos alumnos de Cristo. Si permanecemos, seremos sus
alumnos; si no permanecemos, somos como la semilla que cayó e los espinos o en
el camino o entre piedras. Y si tenemos la osadía de permanecer, entonces poco
a poco se empieza a develar para nosotros la verdad. ¿Qué verdad? La verdad más
importante para el ser humano: ¿Quién es? ¿Por qué está aquí? ¿Para dónde puede
ir? En suma, la esencia de la vida.
Libertad y esclavitud
33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos
sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?
34 Jesús les respondió: De
cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del
pecado.
35 Y el esclavo no queda en
la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre.
36 Así que, si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres.
La palabra “pecado” (hamartía) surge del ámbito de caza. El
ser humano, cuando no hace para lo que está diseñado, erra, es decir, peca y
entra en un proceso de autodestrucción que lo llevará a la muerte. La paga del
pecado es muerte (Romanos 6:23). Y cuando Eva pecó, la sentencia era la muerte
y por ellos la muerte entró al género humano y es una muerte que nos lleva a
morir desde que nacemos, y nos esclaviza.
Todos los
seres humanos somos esclavos del pecado. Aquellos que entran en una situación
dolorosa, buscan alguna cura. Y así han surgido asociaciones como Alcohólicos
Anónimos y religiones para tratar de escapar de las garras del pecado. Algunos
sufren enfermedades que surgen del pecado de forma directa como el SIDA.
Tanto por los
textos neotestamentarios, como por miles de testimonio de personas liberadas de
esclavitudes terribles, como drogas, violencia, obsesiones destructivas que han
sido liberadas por el poder de Dios, dan testimonio de esta verdad, de esta
libertad.
La auténtica
filiación
37
Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra
no halla cabida en vosotros.
38
Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído
cerca de vuestro padre.
39
Respondieron y le dijeron: Nuestro
padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras
de Abraham haríais.
40
Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual
he oído de Dios; no hizo esto Abraham.
Nunca ha sido el linaje el factor fundamental para tener el
favor de Dios, sino la fe, como lo declara la carta de Hebreos. Y un indicador
de tal filiación con Dios es la conducta, como escribe el apóstol Santiago: que
la fe se muestra en las obras. No es que las obras sean en sí el factor, sino
la evidencia, el resultado, pues Dios nos ha creado con su espíritu cuando
creemos y somos sellados para ser aptos para buenas obras. Y estos judíos, al
querer asesinar a Jesús, mostraban que no eran descendientes de Abraham.
Hijos del diablo
41
Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de
fornicación; un padre tenemos, que es Dios.
42
Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais;
porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino
que él me envió.
43
¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.
44
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis
hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la
verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque
es mentiroso, y padre de mentira.
45
Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.
Sus obras denunciaban que su linaje era más bien satánico,
porque su odio indicaba que estaban dominados por el demonio. Por el contrario,
quien es hijo de Dios, las obras de Dios, su carácter, sus frutos hace (paz,
paciencia, benignidad…).
Terrible acusación y
fe resplandeciente
46
¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué
vosotros no me creéis?
47
El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros,
porque no sois de Dios.
48
Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y
que tienes demonio?
49
Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me
deshonráis.
En el versículo 46, la palabra
“redarguye”, elegchö, denota acusación y prueba.
Entre la pregunta y la continuación podemos deducir un silencio incómodo.
Entonces el Señor prosigue: “Pues sí digo la verdad…” Y agrega: “El que es de
Dios, la palabra de Dios oye…” Y Jesús decía palabras divinas y estos no las
oían, porque no era de Dios, sino como dijo anteriormente, eran del diablo.
Y la única
respuesta que dan es una descalificación, una ofensa: “Eres samaritano”. “Estás
endemoniado”.
La vida y la gloria
50
Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca, y juzga.
51
De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.
52
Entonces los judíos le dijeron: Ahora
conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: El que
guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte.
53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre
Abraham, el cual murió? !!Y los profetas murieron! ¿Quién te haces a ti mismo?
54
Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es
el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios.
55
Pero vosotros no le conocéis; mas yo le conozco, y si dijere que no le conozco,
sería mentiroso como vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra.
Y era cierto, Jesús nunca buscó su gloria, pero el padre si
buscaba que fuese glorificado y lo fue. “Este es mi hijo amado en quien tengo
complacencia, dijo en su bautismo y en el monte de la transfiguración.
La prerrogativa
suprema
56
Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
57
Entonces le dijeron los judíos: Aún
no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
58
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
59 Tomaron
entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo;
y atravesando por en medio de ellos, se fue.
Y termina este larguísimo y ríspido diálogo con un cierre
definitivo: “Abraham se gozó…” y “Antes de que Abraham fuese…” No dice, “Yo
fui”, sino Yo soy, el eterno, el existente, el Dios que se le presentó a Moisés
en el desierto y le dijo que dijera que era enviado por “Yo soy”.