En este capítulo Lucas nos relata
la conclusión de este su segundo viaje misionero y el inicio del tercero. La
narración se vuelve muy rápida y deja elementos que parecen decir poco, pero en
realidad hay muchas cosas que aprender en una lectura entre líneas.
Inicia con un brevísimo
relato de la visita de Pablo a Corinto, una ciudad en donde iba a nacer una
iglesia muy especial, una iglesia que tenía muchas virtudes, pero también
muchos defectos, debido a la influencia pecaminosa de la ciudad, y contra la
cual tuvieron que luchar. Pablo, en su primera carta, hace énfasis en estos
problemas, pero también en otros que surgieron de una mala interpretación de la
escritura y la falta de disciplina.
Lo
valioso que nos legó esta iglesia fueron las correcciones de Pablo que no han servido
como lecciones e instrucciones para enseñarnos cómo enfrentar esos problemas y
qué debemos hacer para resolver disputas internas, errores en la cena del
señor, carnalidad e inmoralidad, dones espirituales, etc.
En
este lugar, Pablo se encuentra con dos judíos valiosos: un matrimonio con quien
comparte el oficio de fabricante de tiendas. Aquí, por primera vez se nos dice como
soportaba Pablo financieramente su trabajo misionero: trabajaba con sus manos y
trabajaba arduamente, como lo indica en la Primera Carta a los Tesaloniscenses.
Después
de 18 meses abandona Corinto y vemos, en un relato apresurado, su paso por
Cencrea, (el puerto oriental de Corinto, donde surgió también una iglesia que
Pablo menciona en Romanos 16: 1 y 2), de donde parte, con Aquila y Priscila, a Éfeso,
y tras una breve estancia en esta ciudad, se dirige a Jerusalén y a Antioquía,
sin darnos más detalles.
Nos informa,
también, el inicio del tercer viaje misionero de Pablo, en el que pasa de nuevo
por Asia, visitando las iglesias de las ciudades de su primer viaje ministerio
y dónde tuvo una feroz persecución. Pero a Pablo no le preocupaba su seguridad
personal pues, como después declarará, en los negocios de Dios, “no estimaba su
vida preciosa para sí mismo”.
Pablo en
Corinto
1 Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y
fue a Corinto.
Corinto estaba a 83 kilómetros de
Atenas en un Istmo de apenas 6 kilómetros de ancho, que conectaba a Grecia
continental con el Peloponeso (Acaya), y por donde pasaba una enorme cantidad
de gente. Por eso se le llamaba “el puente de Grecia”.
La
ciudad era muy antigua. En el año 146 a. C. fue saqueada y destruida y qudó en
esa condición unos cien años. En el año 46 a. C., Julio César decidió
reconstruir la ciudad y envió una colonia de veteranos y hombres libres. La
ciudad se recuperó en dos años y contaba con dos puertos: Lequeo, en el golfo
de Corinto; y Cencreas, en el Golfo Sarónico.
Cuando Pablo estuvo
en Corinto era una ciudad importante, capital de la provincia de Acaya, y
residencia del procónsul Junius Gallio, con unos 400 mil habitantes. Era, además,
un gran centro comercial y sede de los juegos Istmicos[1], el
segundo en importante después de los Olímpicos.
Corinto tenía fama de ser una
ciudad malvada. Corintiarse, para los griegos, era tener la vida llena de
vicios y excesos. En el teatro, los corintios eran representados como
borrachos. En la colina de la Acrópolis (Acrocorintia) había una fortaleza y un
templo dedicado a Afrodita[2]. Este
templo, en su mejor época, tuvo un millar de sacerdotisas, que en realidad eran
“prostitutas sagradas” que, por las tardes, bajaban a las calles de la ciudad
para practicar su sacerdocio. Y como era sagrado, era bueno. Y hasta los
cristianos eran convencidos de que no había nada malo en ello. Por eso Pablo
les escribe en su primera carta (1ª de Corintios 6:9-10: “No os dejéis
engañar: ni los inmorales, ni los idólatras,
ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los
avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán
el reino de Dios”. Y esto erais algunos de vosotros; pero fuisteis lavados…)”.
Gracias a
Dios, Pablo siempre encontró aliados, buenos aliados, compañeros de milicia
cuyo trabajo fue muy importante.
2 Y halló a un judío llamado Aquila, natural del
Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había
mandado que todos los judíos saliesen de Roma[3].
Fue a ellos,
3 y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y
trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas.
Aquila y Priscila
Aquila y Priscila (diminutivo de
Prisca) eran un matrimonio de judíos que vinieron a Corinto cuando el emperador
Claudio[4] expulsó
a todos los judíos de Roma. Pronto se convirtieron en sus colaboradores- En
Éfeso, por ejemplo, prepararon la llegada de Pablo en su tercer viaje misionero
y ministraron a Apolos (Hechos 18:18-26). Después de la muerte de Claudio,
volvieron a Roma (Romanos 16:3). En 2 Timoteo 4:19 Pablo les manda saludos. Y en la primera carta a los
Corintios, hace expreso el saludo de este matrimonio: “Aquila y Priscila, con
la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor” (1 Corintios 16:19,
20).
El trabajo de Pablo
Aquila y Priscila eran fabricantes de tiendas, oficio, que
por primera vez se nos dice, tenía el apóstol Pablo. Y aquí, por primera vez,
nos enteramos cómo Pablo se mantenía: trabajando arduamente como leemos en la segunda
carta a los Tesalonicenses:
2ª.
Tesalonicenses 3: 6-8.
Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro
Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y
no según la enseñanza que recibisteis de nosotros.
Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis
imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros,
ni comimos de balde el pan de nadie, sino que
trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de
vosotros…
Es posible que el dinámico comercio portuario de Corinto
haya influido para que Aquila y Priscila se establecieran en Corinto, pues se
dice que “cuando se acercaba el invierno, los fabricantes de tiendas —que
eran a la vez fabricantes de velas y tejedores de lonas— tenían más trabajo y encargos pues
con los dos puertos llenos de navíos anclados para el invierno y ansiosos de
reequiparse, mientras los puertos estaban cerrados, los vendedores de efectos
navales de Lequeo y Cencreas tendrían trabajo para casi todo hombre que fuera
capaz de coser un trozo de lona”. Y es seguro que este trabajo era solicitado
hasta los tejedores de tiendas de Corinto.
Cabe hacer una
reflexión sobre el trabajo que muchos cristianos lo ven sólo como una forma aceptable
de obtener dinero. El cristiano debe verlo, además, por otros motivos, como Pablo nos enseña: para no ser carga para
nadie, pero además para que podamos ayudar a otros con lo que ganamos. También
debe ser un medio para bendecir a otros realizando un trabajo bien hecho, que
satisfaga las necesidades de los beneficiaros de nuestra obra, y de esa forma demos
testimonio de nuestro Dios, pues los cristianos debemos trabajar, como decía
Pablo, sirviendo a Dios sirviendo al prójimo: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de
corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor
recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. (Colosenses 3:23-24).
4 Y discutía en la
sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos.
Pablo seguía su mismo método de
ir a las sinagogas. Él sentía un gran pesar por el pueblo judío: Porque deseara yo mismo ser anatema,
separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la
carne; que son israelitas… (Romanos 9: 3-4):
Es
fácil, deducir que los griegos a los que se refiere este pasaje son prosélitos
y temerosos de Dios que acudían a la sinagoga.
5 Y cuando Silas y
Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la
predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo.
6 Pero oponiéndose
y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea
sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles. 7 Y saliendo de
allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba
junto a la sinagoga.
Como vemos, en Corinto los judíos
no eran juiciosos como los de Berea, ni tan violentos como los de Tesalónica,
pero si ofensivos y blasfemos. Por eso Pablo los abandona sacudiendo sus ropas.
Pero no se va muy lejos. Junto a la sinagoga vive Justo, un temeroso de Dios,
en cuyo lugar ahora, se dedicara a predicar y enseñar. Y es muy probable que ahí se estableciera la
iglesia de Corinto.
8 Y Crispo, el
principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los
corintios, oyendo, creían y eran bautizados.
9 Entonces el Señor
dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles;
10 porque yo estoy
contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo
mucho pueblo en esta ciudad.
11 Y se detuvo allí
un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios…
Pero no sólo se convirtieron los
griegos, como Justo, sino hasta el principal de la sinagoga, Crispo (Krispos). Pablo
lo bautizó personalmente, quizá debido a su importancia, dejando quizá a Silas
y Timoteo a que bautizaran a la mayor parte de sus convertidos (1 Co. 1:14–17).
Aquí encontramos otra conversión de una casa entera (como en Filios), porque
Crispo «creyó (episteusen) en el
Señor con toda su casa».
A
pesar de la obra avanzaba, el trabajo de Pablo se dio en medio de
circunstancias adversas. Pablo escribe al inicio de su carta a los corintios: “Y
estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor…” (1 Corintios 2: 3).
Y casi podríamos decir que esas fueron las circunstancias a lo largo de su
ministerio, cumpliéndose lo que el Señor mismo le había revelado a Ananías: “cuanto
le es necesario padecer por mi nombre”. Por ello el Señor mismo anima a Pablo
en una visión de noche: “Ninguno pondrá las manos sobre ti” y eso fue cierto.
Es interesante que quien tiene una profunda relación con Dios, se comunica con
su siervo de una manera sorprendente, directa y clara.
Así
que, con esta garantía, Pablo se queda en Corinto a pesar del ominoso ambiente
que se cierne a su derredor, pues en seguida vemos un intento de ataque que no
prospera.
12 Pero siendo
Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra
Pablo, y le llevaron al tribunal,
13 diciendo: Este
persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley.
14 Y al comenzar
Pablo a hablar, Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen
enorme, oh judíos, conforme a derecho yo os toleraría.
15 Pero si son
cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque
yo no quiero ser juez de estas cosas.
16 Y los echó del
tribunal.
17 Entonces todos
los griegos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban
delante del tribunal; pero a Galión nada se le daba de ello.
Aquí entra en escena Lucio Junio
Galión Anneano (quien nació en Córdoba, 3 a. C.- y murió en el mismo lugar en
el año 65). Fue hermano del conocido filósofo Séneca, el estoico. Lo nombran procónsul
de Acaya cuando Pablo estaba en Corinto. Galión era un hombre culto y refinado.
Séneca dice de él: “Ninguno de los mortales es tan agradable a nadie como él
lo es a todos”.
Como nuevo procónsul,
los judíos querían novatear a Galión y quitar a Pablo de sus dominios; entonces
tomaron una posición contra Pablo y lo llevaron al tribunal. El procónsul se
sentaba en la basílica, en el foro o en la ágora. Posiblemente los judíos habían
oído su reputación como moderado, e intentaron impresionarlo, como lo habían
hecho con los pretores de Filipos.
Pero el tiro
les salió por la culata, pues Galión no permite que una cuestión religiosa
fuera presentada ante un tribunal civil romano. Un comentarista dice que “Esta
decisión de Galión no establece al cristianismo con preferencia al judaísmo.
Simplemente significa que el caso era claramente que el cristianismo era una
forma de judaísmo, y que como tal no estaba opuesto a la ley romana. Esta
decisión abría las puertas a Pablo para predicar por todo el Imperio de Roma.
Más tarde el mismo Pablo argumenta (Romanos capítulos del 9 a 11) que el cristianismo
es el verdadero judaísmo espiritual”.
Entonces, los griegos, enojados,
golpean al líder de los judíos, pero Galio sigue imperturbable. Este acto de
Galio va a impedir cualquier ataque contra Pablo, cumpliéndose así la promesa
del Señor, y abriéndole el camino para quedarse allí muchos días.
Cuando vio que su trabajo había
madurado y la iglesia de Corinto podía caminar sin su presencia, sin su
cuidado, con Aquila y Priscila se va. No sabemos si iban con él Timoteo y Silas
o algún otro.
18
Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los
hermanos y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la
cabeza en Cencreas, porque tenía hecho voto.
El primer lugar al que va es al
puerto de Cencreas, que estaba a pocos kilómetros de Corinto, donde cumple un
voto. Dice A.T. Robertson: “No está claro qué clase de voto había hecho Pablo
ni por qué lo hizo. Puede que se tratara de una ofrenda de acción de gracias
por el resultado de Corinto (Hackett). Como judío, Pablo mantenía su
observancia de la ley ceremonial, pero rehusaba su imposición a los gentiles”.
Por otra
parte, Cencreas era el destino final de las rutas marítimas asiáticas. Estrabón
lo describió como un puerto bullicioso y próspero, y el filósofo romano Lucio
Apuleyo señaló que era “un refugio muy seguro para las naves” y que estaba
“siempre muy concurrido”. Y tenía dos muelles a modo de herradura. En un
extremo se han desenterrado restos de lo que se cree era un santuario a la
diosa Isis. Y en el otro, un grupo de edificios que podría ser un templo de
Afrodita. A ambas diosas se las consideraba protectoras de los marineros.
De Cencreas partieron
rumbo a Éfeso. Se sabe que en algún momento de los siguientes cuatro años se
formó una congregación cristiana en el puerto de Cencreas porque Pablo en su
carta a los romanos pidió que ayudaran a Febe, una cristiana de la congregación
que se reunía en Cencrea (Romanos 16:1, 2).
Romanos 16: 1-3
Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual
es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es
digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de
vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo. Saludad a Priscila y a
Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús…
Éfeso es un destino nuevo, un lugar interesante al que Lucas
le va a dedicar una atención amplia cuando narre el paso de Pablo por esta ciudad
en su tercer viaje.
19 Y llegó a Efeso,
y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos,
20 los cuales le
rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió,
21 sino que se
despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde en
Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios
quiere. Y zarpó de Efeso.
Éfeso era gran ciudad, capital de
la Provincia de Asia, y centro del culto a Diana (Artemisa), con un hermoso
templo. Pablo llega finalmente a la ciudad que le había impedido el Espíritu Santo
y se dirige de inmediato a la sinagoga. Allí (dielexato) «argumentaba» con los
judíos. Al parecer, estaban interesados en lo que Pablo les enseñaba, pues
cuando les anunció que tenía que ir a Jerusalén, le rogaban para que se quedara:
no accedió, pero prometió volver, “Si Dios quiere” (tou the- ou thelontos) y
agrega: «Es menester que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene».
Pablo regresa
a Antioquía y comienza su tercer viaje misionero
22 Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a
la iglesia, y luego descendió a Antioquía.
23 Y después de estar allí algún tiempo, salió,
recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los
discípulos.
Este viaje de regreso es
brevemente narrado. Sólo nos dice que fue a Jerusalén (subió) y luego se
dirigió a Antioquía. Podemos suponer que en ambos lugares dio informes
pormenorizados de su trabajo y del avance del evangelio en las ciudades
europeas, y cómo Dios estaba obrando en esas ciudades.
No
sabemos cuánto tiempo permaneció en ambos lugares, pero podemos suponer que no
mucho, y que inmediatamente regresó por Asia visitando las iglesias de las
ciudades en donde había iniciado su trabajo misionero. Y como vemos, a pesar de
que en ellas había sido perseguido, maltratado, no tenía miedo, pues
consideraba de mayor valor la predicación del evangelio.
Apolos predica en Efeso
24 Llegó entonces a Efeso un
judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las
Escrituras.
25 Este había sido instruido
en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba
diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo
de Juan.
26 Y comenzó a hablar con
denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron
aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios.
27 Y queriendo él pasar a
Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le
recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia
habían creído;
28 porque con gran
vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras
que Jesús era el Cristo.
Mientras Pablo está en Galacia y
Frigia, Aquila y Priscila permanecían en Éfeso preparando su llegada. Lucas no
nos informa específicamente su trabajo, pero podemos advertir que estaban a
plena disposición de quien los necesitaran, pues tan pronto observan que el
mensaje de Apolo estaba incompleto se pusieron a enseñarle.
Apolos era
natural de Alejandría, una ciudad importante la cual Alejandro Magno había
fundado en 332 a.C., y había puesto allí una colonia de judíos que floreció
grandemente. A mediados del siglo I constituía la tercera parte de su población.
Como es bien sabido, había allí una gran universidad y la más grande biblioteca
de ese entonces. Aquí se desarrolló la filosofía judeoalejandrina, y Filón, su
principal exponente, todavía vivía. Apolos era indudablemente un académico y
persona de grandes dotes, pues era un elocuente erudito, poderoso en el conocimiento
y uso de las Escrituras, como debieran todos los predicadores.
Nos dice Lucas
que además había sido instruido en el camino del Señor, y era de espíritu
fervoroso. El verbo zeön indica “hirviendo
como el agua”. Y enseñaba diligentemente y con precisión aquello que conocía:
el bautismo de Juan. Era un bautismo marcado por el arrepentimiento, como dijo
Pablo (Hechos 13:24;
19:4), Pedro (2:38) y como nos cuentan los Evangelios (Mr. 1:4).
Es decir, Apolos conocía solamente lo que sabía Juan el Bautista cuando murió:
la venida del Mesías, su bautismo y la complacencia del Espíritu Santo, y que era
el Hijo de Dios, pero no había visto la Cruz, la Resurrección de Jesús ni el
gran Día de Pentecostés, ni la unción del Espíritu Santo a los gentiles.
Le tomaron
aparte y en lugar de maltratar al joven y brillante predicador por su
ignorancia, ellos le enseñaron la historia plena de la vida y obra de Jesús y
del periodo apostólico para cubrir los vacíos de su conocimiento.
El Codex Bezae,
nos dice A.T. Robertsón que “añade aquí́ que ciertos corintios que habían ido a
Éfeso oyeron a Apolos y le rogaron que pasara con ellos a Corinto. Pudiera ser esta
la causa de que Apolos se decidiera a ir. Los predicadores reciben muchas veces
llamadas porque visitantes de otros lugares los oyen. Priscila y Aquila eran
bien conocidos en Corinto, y su aprobación tendría peso. Pero no apremiaron a
Apolos a que se quedara más tiempo en Éfeso”.
Y de esa forma
concluye el capítulo 18. En el capítulo 19 veremos la llegada de Pablo a Éfeso
y los hechos importantes que ahí han de acontecer.
[1] Los Juegos Ístmicos eran
parte de los Juegos Panhelénicos (abierto a todos los griegos) de la Antigua
Grecia, llamados así porque se celebraban en el istmo de Corinto en honor de
Poseidón. El santuario panhelénico de este dios en Istmia fue acondicionado
para darles acogida tenían lugar cada dos años, en primavera, y duraban varios
días.
El programa abarcaba
certámenes gímnicos (carrera, pugilato, pancracio, pentatlón) e hípicos.
Además, cuando en el siglo IV a. C. se construyó el teatro, se añadieron
competiciones musicales y poéticas y es posible hubiera concursos de pintura.
En estos juegos participaban mujeres, pues se registran victorias de mujeres
tanto en competiciones atléticas como poéticas y musicales, pero se desconoce
si la participación de las mujeres en estos juegos tenía carácter habitual o
era esporádica.
Durante los juegos se
celebraban rituales religiosos que incluían libaciones, sacrificios y una
procesión en honor de Poseidón, Anfítrite, Leucótea y Palemón.
[2] Afrodita es, en la mitología
griega, la diosa de la belleza y el amor. Su equivalente romano es Venus.
Aunque a menudo se alude a ella en la cultura moderna como «la diosa del amor»,
es importante señalar que antiguamente no se refería al amor en el sentido
romántico sino erótico. Pese a que en la mitología estaba casada con Hefesto,
tuvo otros amantes: Ares su favorito. De su nombre se desprenden acepciones,
como afrodisíaco. Y de su nombre en romano antiguo (Venere), provienen venerar
y venérea (referido a lo sexual).
El epíteto “Afrodita Acidalia” fue ocasionalmente
añadido a su nombre, por la fuente que usaba para bañarse, situada en Beocia.
También era llamada Cipris o Cipria (Kypris) y Citerea (Cytherea) por sus
presuntos lugares de nacimiento en Chipre y Citera, respectivamente. La isla de
Citera era un importante centro de su culto. Estaba asociada con Hesperia y era
frecuentemente acompañada por las Cárites, las diosas de las festividades.
Afrodita tenía sus propios festivales: las
Afrodisias, que se celebraban por toda Grecia, pero particularmente en Atenas y
en Corinto. En el templo de Afrodita ubicado en la cima del Acrocorinto (antes
de la destrucción romana de la ciudad en 146 a. C.) las relaciones sexuales con
sus sacerdotisas eran consideradas un método de adoración a la diosa. Este
templo no fue reconstruido cuando la ciudad se refundó bajo dominio romano en
44 a. C., pero es probable que los rituales de fertilidad perdurasen en la
ciudad, cerca del ágora.
[3] No son muy claras las razones
para tomar esa drástica medida. Suetonio dice que "puesto que los judíos
constantemente provocan perturbaciones siendo instigados por Cresto, él
[Claudio] los expulsó de Roma" (consúltese: La Vidas de los césares, Claudio,
cap. 25, sección 4). Pero es posible
entender que los disturbios se levantaron contra Cresto. Fuente: http://marcohistoricodelnt.blogspot.com/2015/01/1909-claudio-y-los-judios.html
[4] El emperador Claudio, cuyo
nombre completo era Tiberio Claudio César Augusto Germánicoquien fue
historiador y político. Y fue el cuarto emperador
romano de la dinastía Julio-Claudia, y gobernó desde el 24 de enero del año 41
hasta su muerte en el año 54. Habían nacido en Lugdunum, en la Galia, fue el
primer emperador romano nacido fuera de la península itálica.