domingo, 12 de septiembre de 2021

ESTUDIO 1 PEDRO CAPÍTULO 3

Jeremías Ramírez 


En el tercer capítulo de esta primera carta del apóstol Pedro aborda dos temas importantes en la vida cristiana, pues aquí radica parte importante del testimonio de cómo Dios obra en su pueblo: la vida conyugal y la conducta para tener una buena vida que nos permita que los ojos de Dios estén sobre nosotros y de esa manera enfrentar las dificultades de la vida tomando como modelo a Cristo y como él enfrentó los sufrimientos para salvar a humanidad, dando su vida el justo por los injustos.

En este capítulo hay un pasaje que los estudiosos y comentarista desde tiempos antiguos han tenido problemas para traducir y explicar. Se trata del pasaje que se encuentra en los versículos 19 y 20 en el que habla de la “predicación a los espíritus encarcelados de tiempos de Noe”. 

Deberes conyugales

1  Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,

2 considerando vuestra conducta casta y respetuosa.

3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,

4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.

5 Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos;

6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.

Pedro se extiende a lo largo de seis versículos sobre la conducta de las mujeres y sólo dedica uno a los hombres. 

Enseña a las mujeres a observar una conducta decorosa y humilde, tal como también el apóstol Pablo lo hizo en varias de sus cartas. En primer lugar, las conmina a que se sujeten a su marido.

Quien conozca un poco cómo eran las condiciones de las mujeres en la antigua Roma o en Grecia, o incluso en Israel, sabrá que en esos tiempos no tenían ningún derecho y recibían un trato similar como el que reciben muchas mujeres en ciertos países musulmanes, sometidas degradantemente a los hombres. 

De modo que el llamado del apóstol a que se sujeten a sus maridos parecería extraño. Sin embargo, es probable que la sujeción de las mujeres de ese tiempo se daba con mucha resistencia y encono. 

Por ello, es importante entender que este sujetarse no es lo mismo que someterse. Aquí la sujeción se basa en que voluntariamente debían exterminar el orgullo y avivar el deseo de servir con amor a sus esposos, para que por su conducta el marido (en el caso de que no fuese creyente), pudiera ser ganado para Cristo. 

Y lo que era importante para el siglo I lo es para este siglo en el que las mujeres han ido ganado muchos derechos y por ello la falta de sujeción es mucho más extendida y evidente. Por ello, las mujeres cristianas de hoy en día están llamadas a tener una vida ejemplar para que sea su conducta el principal factor para alcanzar a otros para Cristo, dentro y fuera de su familia.

Los atavíos

Paradójicamente, como podemos deducir de estas indicaciones apostólicas, eran proclives a buscar afanosamente vestidos costosos y joyas deslumbrantes de muy alto costo, pues eran símbolos de prestigio social y lo son actualmente. Esto nos indica que en la iglesia cristiana había mujeres de las más altas clases sociales a quienes, seguramente, tenían poder económico y les costaba renunciar a un estilo de vida lleno de lujos. 

Así que les hace un llamado a considerar que para una mujer cristiana el atavío más importante es el interno, el del corazón, producto de una vida entregada a Cristo que les otorga el mejor ornato: un espíritu afable, es decir, agradable, y cordial pero además apacible, es decir, libre de brusquedad y violencia y por ello resulta agradable lo cual es altamente apreciable para nuestro Señor y para quienes viven en su derredor. Dice en Proverbios 27:15 “Gotera continua en día de lluvia y mujer rencillosa, son semejantes”.

Como ejemplo menciona a Sara quien le llamaba a Abraham: “señor”. Y termina con una frase que me hizo pensar mucho: “…sin temer ninguna amenaza”, lo cual indica que una mujer con una buena conducta que se dedica a hacer el bien, no tiene por qué temer amenaza alguna. Podríamos agregar las palabras de Pablo: “Si Dios con nosotros, quién contra nosotros”. 

Ahora veamos lo que le dice a los maridos. Recordemos que Pedro era casado y tenía experiencia en la vida marital.

7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.

Es importante notar que para los creyentes en Cristo la ética cristiana es una ética recíproca: Dios nunca coloca toda la responsabilidad de un solo lado. Si habla de los deberes de los esclavos, también haba de los deberes de los amos. Si trata las obligaciones de los hijos, también lo hace de los padres. Por ello aquí, cuando aborda las obligaciones de las esposas, de inmediato pasa a darle indicaciones a los maridos. Ahora bien, ¿cuáles son estas obligaciones? Vemos que son tres muy importante que atendamos pues esta es la voluntad de de Dios.

  • Primero: Vivir con ellas con sabiduría, lo cual comprende todos los aspectos de la vida matrimonial, tanto físico, psíquicos como espirituales. De modo que frente a la sujeción de la esposa corresponde la comprensión de su marido, es decir, que el marido está obligado a conocer a profundidad a su esposa para satisfacer todas sus necesidades. No hay que dar por hecho nada. Y hay que estar atento a lo que ellas nos comunican con sus palabras y con sus actos, y hasta con sus gestos. En ellos podemos saber sí algo le incomoda, o no puede expresar algo, si necesita un abrazo o una palabra de aliento o quizá aumentar la aportación económica que le damos.
  • Dándole honor como a vaso más frágil. Es decir, considerar su condición social, física y emocional. Ellas son mucho más sensibles y emotivas, y al mismo tiempo más fuertes para el dolor. Y es muy fácil hacerles daño con palabras hirientes que quizá consideremos que no son tan graves. Para la armonía de un matrimonio este honor como a vaso más frágil es muy importante.
  • Y como coherederas de la gracia. Ante el Señor recordemos que todos somos igual de importantes. En el mundo antiguo las mujeres eran un objeto, y fue la Iglesia la que las reivindicó y les dio un lugar digno. Este cambio que se operó en el seno de la iglesia trascendió y con el devenir de los siglos se consolidó. Por ello, el machismo, propio de las culturas del mundo, no debe ser parte de la conducta de un esposo cristiano.  
  • Y hay una advertencia importante que todos los que tenemos esposa debemos considerar: si no cumplimos con estas obligaciones se forma una barrera que impide que nuestras oraciones lleguen a Dios. ¿Lo habían pensado? Es nuestra conducta con nuestras esposas la que limita nuestra relación con Dios y hace que nuestras oraciones sean estorbadas precisamente por dicha conducta. Analicemos pues cómo nos comportamos con ellas para tener una comunicación plena con nuestro Señor.

Una buena conciencia

8 Finalmente, sed todos de un mismo sentir (simpatía), compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;

9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.

En estos cinco versículos el apóstol Pedro pondera las grandes cualidades de la vida cristiana: simpatía (es decir, sentir lo mismo), compasión (es el sentimiento que surge al presenciar el sufrimiento de otro surga el deseo de ayudar), amor fraternal, misericordia, amabilidad, y no devolver el mal que recibimos con otra acción negativa, ni devolver maldición por maldición, que es propio de aquellos que no conocen a Cristo ni han sido redimidos por él, sino por el contrario, cuando recibamos un mal respondamos con una bendición, es decir, ante una agresión o un maltrato decir algo amable y pensar algo amable considerando que el agresor es alguien sin Cristo y en grave riesgo. Además, agrega el apóstol, sabiendo que fuimos llamados para que heredemos bendición. Es decir, lo que nosotros por Cristo somos capaces de transmitir a los demás algo que les beneficia, que les hace bien. Y todo ello hay que hacerlo de tal modo que el nombre del Señor sea alabado.

10 Porque:

    El que quiere amar la vida

    Y ver días buenos,

    Refrene su lengua de mal,

    Y sus labios no hablen engaño;

11 Apártese del mal, y haga el bien;

Busque la paz, y sígala.

12 Porque los ojos del Señor están sobre los justos,

Y sus oídos atentos a sus oraciones;

Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

Aquí Pedro cita Salmos 34:12-16 donde hay una fórmula, si podemos llamarla así, para vivir una vida buena; y esta fórmula consiste en la prudencia en lo que decimos, lo cual incluye lo que escribimos en los foros virtuales o en las redes sociales. En esos foros vemos como corre la ira, la amargura, la violencia, la mentira, la agresión, la ofensa… Y para quienes con frecuencia o de vez en cuando expresamos alguna opinión, debemos hacerlo bajo los términos expresados en ese Salmo. 

Además, agrega algunas indicaciones importantes para nuestra vida cotidiana, pública y privada: apartarse del mal, de cualquier tipo de mal, por pequeño insignificante o secreto que sea, entiendido “mal” como cualquier acto que nos daña a nosotros, a nuestros semejantes y ofende al Señor. Seamos vigilantes con nuestra conducta. Y en su lugar, hagamos el bien. Y busquemos la paz, es decir, la armonía con nosotros —la oración es un recurso valioso para estar en paz con uno mismo pues al confesarle a Dios nuestros pecados recibimos su perdón y su paz—, busquemos la paz para estar en armonía con los demás y lo más importante, en armonía con Dios. 

Recordemos este valioso versículo de Romanos 5:1: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…”.

Y no olvidemos que el rostro del Señor está contra aquellos que hacen mal. Además, hacer el bien nos otorga un beneficio adicional: nos da protección.

13 ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? (O como dice la Biblia Textual: “…si os mostraís celosos por lo bueno?)

14 Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis,

15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones… 

Muchos en el mundo son celosos de lo malo. Los criminales se afanan tanto al grado de arriesgar la vida por el mal que hacen o planean hacer, ya sea robar o asesinar, como es frecuente en México. Y es tal su celo que no tienen periodos de descanso. Velan en la noche para buscar en qué momento la gente es más vulnerable para hacerle mal. 

Frente a esta situación, preguntémonos: ¿qué pasaría si todos los cristianos de México tuvieran esa misma pasión ese arrojo, ese empeño pero por hacer lo bueno? Es muy probable que el mundo sería diferente, con un ambiente más propicio para vivir, respirar, trabajar, crear… Y todos los que atacan a los cristianos y los tildan de fanáticos no tendrían muchos argumentos para seguir agrediendo, sino que sucedería algo similar a lo que vivió la naciente iglesia en Jerusalén en donde “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo” (Hechos 2:44-47).

…y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; 

16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.

Y estad siempre preparados, no ocasionalmente, pues cuando menos lo pensamos nos vemos confrontados a explicar por qué nos comportamos como lo hacemos y por qué creemos en Dios y en la Biblia. Recordemos que nuestra defensa debe ser:

  1. Razonable. La versión interlineal dice: “…a todo el que pide de vosotros razón”. Es decir, con argumentos bien consolidados, y para ellos debemos conocer bien la Palabra de Dios y debemos investigar y leer libros cristianos o escuchar predicaciones para profundizar nuestros conocimientos. También es recomendable estudiar la apologética ampliamente desplegada en las cartas de Pablo, Santiago, Pedro y Juan y en los muchos libros que actualmente se publican, de modo que podamos responder a plenitud todas las interrogantes que nos planteen. 
  2. Pero debemos hacerlo todo con mansedumbre y reverencia, sin enojarnos, sin ofendernos por agresivo que se el interrogatorio. 
  3. Actuando con limpia la conciencia, es decir, sin bucar otra cosa que satisfacer las dudas y descubrir para otros la verdad del evangelio, y la importancia de confiar nuestra vida en él.

Y como dice en el versículo 16: Esta defensa de nuestra fe puede detener la murmuración contra nosotros como si fuésemos malhechores o fanáticos que se oponen al progreso social y que al descubrir la verdad incluso se avergüencen de sus agresiones infundadas al ver nuestra buena conducta en Cristo. 

17 Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.

18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;

Recordemos que cuando nos veamos en dificultades, pongamos nuestra mirada en nuestro Señor, el ejemplo mayor para enfrentar los problemas, considerando que padeció una sola vez por los pecados, es decir, su sacrificio fue totalmente suficiente para resolver el gran problema que aqueja a la humanidad el pecado, pues la paga del pecado es la muerte. 

Los griegos usaban la palabra “prosagogué” para indicar el “derecho que alguien tenía para ser recibido por el rey, es decir, tenía acceso al palacio”. Pedro aquí la usa para indicarnos que el padecimiento de Cristo fue para otorgarnos el derecho pleno para llevarnos ante Dios. El nos dio ese privilegio a través de su muerte. Recordemos qué tan difícil era para los israelitas en el Sinai simplemente acercarse al monte. Por Cristo ya no hay temor sino acceso libre y en confianza. En Romanos 5:2 nos dice: “…por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios., y por medio de él acceso a Dios El Padre”. Y en Efesios 2:18: “…porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre”.

19 …en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,

20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.

Este es el pasaje difícil. Desde los tiempos de la iglesia primitiva pasando por los cristianos del medio y del Renacimiento, como Calvino, y no se ha encontrado una explicación satisfactoria pues no hay respaldo bíblico. Y muchos grandes esTudioso y analistas actuales tampoco han logrado descifrar a qué se refiere Pedro con Espíritus encarcelados,  que además agrega “que desobedecieron en los días de Noé, cuando preparaba el Arca…

¿Se refiere a aquellos que se burlaban de Noe y luego fueron arrasados por la inundación? Hay algunos que dicen que son los ángeles que pecaron con las hijas de los hombre. 

En el Pentecostés Pedro cita a David y menciona este pasaje: Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción, lo que significa que Jesús si descendió al Hades.  Y se cree que fue en ese lugar donde “predicó a los espíritus encarcelados”.

Un comentarista afirma que Jesús predicó a los muertos, es decir, Él hizo saber de su triunfo contra la muerte y su obra salvadora. Y agrega: esta predicación es para anunciar no para salvar, pues en ese caso habría usado la palabra “evangelizar”.

Si eso fue así, quiere decir que el hecho portentoso de su sacrificio y resurrección fue conocido por vivos y muertos, es decir, tuvo un alcance universal pues es el hecho más importante para la humanidad: de modo que no hay lugar que este hecho sacrificial no pudiera ser conocido. Dice un comentarista: “Si Cristo descendió al hades y predicó allí, entonces no hay rincón del universo al que no haya llegado el mensaje de la gracia”.

No especulemos más.

21 El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo,

22 quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.

Ahora aquí hay otro tema controversial. Dice que “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva… por la resurrección de Jesucristo”. Entonces podríamos preguntar si el bautismo salva. Y la respuesta que encontramos en el Nuevo testamento es que no. “Efesios 2:8: “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, {sino que es} don de Dios…”

Lo que nos dice es que la salvación de Noe en ese diluvio que limpió la faz de la tierra y sólo ocho personas fueron salvas porque creyeron al anuncio de Dios y se subieron al arca, del mismo modo, hoy, somos salvos no por al agua que sólo quita las inmundicias de la carne, sino por el Espíritu gracias a la resurrección de nuestro Señor. En Romanos 5:10: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”. Seremos salvos por su vida, es decir, por su resurrección. De modo que el bautismo que corresponde para salvación es el bautismo del espíritu.  

Y no sólo resucitó sino además subió al cielo para ocupar su lugar a la diestra de Dios, y al ocupar este sitio se sujetan a Él ángeles, autoridades y potestades. Es decir, Él tiene todo el poder. Y es ese poder el que nos salva. Gloria a Dios por esta gracia infinita.


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