miércoles, 6 de enero de 2021

ESTUDIO 2a. Carta de Tesalonicenses, Cap. 1

 Antes de comenzar el estudio sobre la segunda carta es bueno que recordemos algo de lo que ya hemos visto. La llegada de Pablo a Tesalónica se dio durante su segundo viaje misionero, en el cual el Espíritu de Dios no le permitió continuar en Asia, sino que lo fue impulsando hacia Europa. Y cuando estaba en Troas “…se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos”. Pablo y compañía se embarcan y llegan a Filipos de donde tuvieron que salir tras haber sido Pablo y Silas azotados y encarcelados. Salieron pues de Filipos y siguiendo la ruta de la Vía Egnatia llegaron a Tesalónica, una ciudad próspera, capital de la región, en la que habían confluido gente de diversas zonas creando un conglomerado cultural diverso: judíos, griegos, asiáticos, romanos, que compartían el mismo espacio y habían configurado una mezcla cultura en la que las ideas religiosas se alimentaban de esas culturas.

En Hechos 17:1-10 Lucas narra la llegada de Pablo y Silas a Tesalónica: 

Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo. Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas. Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús. Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron. Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea”.    

Pablo llega a Berea y encuentra una mejor repuesta de los judíos, un grupo muy juicioso que investigaba si lo que decía Pablo estaba en la Palabra. Pero cuando se enteraron los judíos de Tesalónica fueron a Berea para perseguir a Pablo y éste tuvo que ir a Atenas. Y temiendo que la persecución y los problemas hicieran que el trabajo evangelístico en Tesalónica se viniera por tierra manda a Timoteo a investigar. Timoteo regresa con buenas noticias, pero también con un diagnóstico de problemas y amenazas que se cernían sobre la naciente iglesia. Pablo entonces les escribe una carta para alentarlos y fortalecer sus virtudes cristianas y advertir ciertas amenazas y peligros y enseñar y corregir algunas ideas retorcidas, específicamente con respecto a la segunda venida del Señor y su preocupación por quienes han muerto antes de este suceso glorioso. 

Pese a ello, algunos aspectos de la segunda venida no quedan claro y tiene Pablo que escribir una segunda carta. 

El inicio de esta segunda carta es de aliento y reconocimiento de su valor y de su firmeza en el evangelio, pero también de ánimo a no cejar de estar firmes en el Señor.

Salutación

1  Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo:

2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Como en todas sus cartas, siguiendo las formulas habituales de la época para la correspondencia, Pablo les manda un saludo muy interesante. Les expresa dos deseos maravillosos: Gracias y Paz.

Y estos son los mejores deseos que podemos desear para nuestros hermanos en Cristo. Dice Pablo en 2ª de Corintios 9:8: “Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para vosotros, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abundéis para toda buena obra…”.

¿Qué es la gracia del Señor? La palabra traducida como "gracia" en el Nuevo Testamento proviene de la palabra griega charis, que significa "favor, bendición o bondad". Todos podemos otorgar nuestra gracia a los demás, pero cuando la palabra gracia se usa en relación a Dios, adquiere un significado más potente. La gracia es que Dios nos escoge para bendecirnos y nos bendice abundantemente a pesar de nuestra poca fe y fidelidad. Pero esta gracias es mayor cuando somos fieles, de modo tal que el creyente experimenta la «Multiforme gracia de Dios» en gran variedad de circunstancias, como la salvación (Ef 2:8-9), santificación (6:14, 19, 22), servicio (2 Co 2:9) e incluso en nuestra debilidad (2 Co 12:9). Y aún más. Pablo escribió en la primera carta a los Corintios 2:9: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman…”. ¿Podemos imaginar qué son estas cosas inefables? Y todo ello sin merecerlo, pues no hay forma de lograr suficientes méritos para tales dones demasiado elevados.

Y también les desea PAZ. Es difícil definir la Paz de Dios, pues como leemos en Filipenses 4:7: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

Esa paz es estar en armonía con Dios y permite que podamos pasar por las circunstancias más adversas sin que caigamos, pero es de tal magnificencia que es difícil definir o describir. Sólo podemos experimentarla cuando confiamos plenamente en Él.

Pasando este saludo, Pablo inicia reconociendo la calidad de la Fe y el amor de los tesalonicenses que va creciendo y alcanzando a hermanos de iglesias más allá de los límites de su ciudad.

Dios juzgará a los pecadores en la venida de Cristo

3 Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás;

4 tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis.

En esta segunda carta Pablo reitera, como lo dijo en la carta anterior, la difícil situación de los tesalonicenses que pasaban por persecuciones y tribulaciones. Recordemos que cuando Pablo estuvo allí los judíos causaron gran alboroto: “Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo”.   

Y estos problemas siguieron estando sobre los tesalonicenses a pesar de que Pablo ya no estaba con ellos, y a pesar de estos problemas su fe iba creciendo y el amor (signo distintivo en una iglesia seguidora de Cristo) abundaba, de tal modo que llenaba de orgullo a Pablo, pues, como dice: “…nos gloriamos de vosotros en las Iglesias del Señor”. 

En estos meses, antes de que concluyera el año, tuve gran preocupación por nuestra iglesia y le he pedido al Señor en mis oraciones que nuestro distintivo como iglesia sea una fe creciente y un amor abundante. 

Con estas dos virtudes serían suficientes para alcanzar los corazones más duros de las personas que nos rodean y tendrían un valor testimonial mucho más fuerte que lo que pudiéramos decir con nuestra boca. De hecho, la mayor elocuencia de un cristiano se produce en su conducta: “Para que viendo vuestras buenas obras glorifiquen a Dios” (Mateo 5:16), les enseña el Señor en su sermón del monte. Y más aún si estas dos virtudes se dan en medio de persecuciones y tribulaciones. 

Es en estas circunstancias en que el pueblo de Dios brilla con más intensidad, como sucede con las iglesias en los países en donde se persigue a los cristianos. Hace poco leí el libro testimonial del hermano chino, Yun, y como hasta los verdugos en la cárcel doblaban sus rodillas cuando veían que estos hermanos, a pesar de los castigos injustos, no traicionaban su fe, y no les expresaban odio sino amor. Es decir, no los odiaban, sino que con frecuencia les expresaban el amor que sentían hacia ellos y cómo oraban por ellos.

5 Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis.

Cuando yo leía ese libro del hermano Yun era claro para mí que estos cristianos chinos eran dignos del reino de Dios: su amor, su entrega, su fidelidad eran sumamente sobresalientes. Y esta es mi petición a Dios para nuestra iglesia en este 2021: que crezcamos en fidelidad al Señor de tal manera que seamos dignos de su Reino, como obreros, como le dice Pablo a Timoteo, que no tengamos nada de qué avergonzarnos. 

6 Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan,

7 y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,

8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;

9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,

10 cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).

Este tema de la retribución, ese castigo a quienes no quieren conocer a Dios ni obedecer a su evangelio no es fácil de abordar sin que haya protestas y críticas de que si Dios es un Dios de amor, esto es incongruente, inaceptable, pues no entienden que es cierto que Dios es un Dios de amor, y su misericordia es infinita, pero también es un Dios justo y su justicia se aplica con puntualidad, de modo que estos que se niegan a reconocerlo “sufran pena de eterna perdición”, y es tal la negación en contra de Cristo que lo demuestran en obras que son malas, crueles, terribles, destructoras. ¡Cuántas atrocidades no vemos en los noticiarios! ¡Cómo pueden quedar impunes tale sujetos que se gozan en hacer sufrir a sus semejantes, e incluso a quienes han decidido seguir a Cristo como sucede en todos esos lugares donde se persigue a los hermanos! 

Y por el contrario, la retribución a los que creyeron (y su conducta da fe de su fe), sea altamente gratificante, como lo vemos en las cartas a las 7 iglesias en Apocalipsis, donde al final de cada una de ellas dice: “Y al que venciere yo le daré…” dice el Señor.

11 Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder,

12 para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

Y una vez más vemos en esta carta la importancia de la oración de unos por otros para que el Señor “nos tenga por dignos de su llamamiento y cumpla sus propósitos en nosotros de bondad y fe con poder”. Y todo ello, para que el NOMBRE DE NUESTRO SEÑOR SEA GLORIFICADO EN NOSOTROS Y NOSOTROS EN ÉL”.

 


domingo, 3 de enero de 2021

TORTURADO POR SU FE


Jeremías Ramírez 

Es incalculable la cantidad de historias y de casos de cristianos que fueron y son perseguidos por su fe en los países comunistas. A pesar de la enorme cantidad de casos de persecución (sobre todo en las décadas cuando había muchos países con este tipo de régimen), los países comunistas supieron simular y ocultar tales atropellos. Afortunadamente, voces desde dentro han escapado de los muros, de la censura y la persecución y nos han contado los horrores que padecieron quienes desafiaron al poder político por su fidelidad a Cristo.

Uno de ellos es el del búlgaro Haralan Popov, pastor cristiano, que pasó 13 años en la cárcel. En su libro autobiográfico, Torturado por su fe, da cuenta de qué tan estremecedoras fueron las torturas que le infligieron, cuya crueldad raya en la inverosimilitud. Por ejemplo: pasar 14 días de pie sin comer ni beber agua, palizas continuas, una dieta de hambre por varios años, hostigamiento continuo y confinamiento solitario por largos días sin que pudiera ver la luz del sol. 

A pesar de ello pudo en esas circunstancias terrible no estuvo abandonado. Dios lo sostuvo y pudo sobrevivir, además de experimentar la presencia de Dios de una manera que difícilmente experimentamos quienes no hemos pasado por tales pruebas. El Señor, en esos momentos terribles, lo sostuvo y pudo experimentar beneficios y bendiciones extraordinarios. Primero, vio cómo Dios le daba las fuerzas necesarias para soportar el dolor y el vigor suficiente para sobrevivir. Segundo, entablar una comunión tan profunda que lo llevaron a sentir la presencia de Dios que le permitieron saber que para Dios no hay imposibles y que no hay ninguna circunstancia que nos separe de Él, y saborear esa paz que dice el apóstol Pablo que sobre pasa todo entendimiento. Y tercero, darse cuenta que los presos necesitaban a Dios y cómo estos hombres en desgracia, con pasión, aceptaban el evangelio experimentando un cambio tan profundo en su vida que sorprendía hasta los mismos carceleros.

Estos hombres que aceptaban a Dios perdían el rencor, el resentimiento y empezaban a experimentar esa paz y entonces se ponían a contarle a otros de su experiencia y la bendición de haber aceptado el evangelio y a Cristo como salvador.

Pronto, iba creciendo la comunidad de cristianos tras las rejas y en esas condiciones percibían de mejor la presencia de Dios en sus vidas.

Haralan Popov pudo ver en esos trece años el milagro de vidas cambiadas y lo importante que hubiera alguien les enseñara de la esperanza y paz cristianas. Así que este hombre de Dios pronto se convirtió en un misionero dentro de las distintas cárceles por las que pasó y fue pastor de las ovejas más necesitadas del mundo. Se alegró muchas veces de ver el milagro —repetido en tantas vidas de los hombres que habían escuchado las buenas noticias— de transformarse en personas llenas de alegría y esperanza. Entonces Popov pudo ver otros de los propósitos de Dios de mantenerlo tantos años en la cárcel: enseñar a personas muy necesitadas de comprensión y amor que abrían su corazón para recibir el perdón de Dios y convertirse en hombres llenos de paz, paciencia, benignidad, bondad...

Cuando fue liberado, su obra evangelística se había extendido por diversos reclusorios, de modo que salió satisfecho de la obra que había realizado de llevar a los pies de Cristo estos hombres sin esperanza, sin amor y llenos de resentimiento.

Termina uno el libro aliviado porque se extiende en la narrativa de sus torturas al grado que se vuelve doloroso leer por todos los tormentos por los que pasó, pues nos hace testigos de la barbarie en las cárceles de ese país, pero al mismo tiempo nos permite evaluar nuestra vida y preguntarnos si somos capaces de amar a Dios en las circunstancias tan adversas como esas que vivió este hermano sin perder la fe. 

Yo creo que muchos no estamos preparados para tales pruebas y si las sufrimos no nos gozaríamos en ella, como dice el apóstol Santiago: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. (Santiago 1:3-4) 

Este es un libro que nos enseña cómo confiar en Dios ante las experiencias dolorosas y salir triunfantes. Por ello, la característica más valiosa de cristianismo es la confianza en Dios y la búsqueda incesante, en cualquier circunstancia, por terrible que sea, y gracias a ello experimentar el poder de Dios que se hace patente en condiciones de dolor y sufrimiento y sentir el aliento de Dios soplando suavemente sobre nuestros maltratados cuerpos. 

Cuando salió de la cárcel se encontró con muchas iglesias dormidas, apagadas, sobre todo en los países de occidente pues en sus países nadie los acosa, tienen absoluta libertad de celebrar sus cultos, pero la ausencia de pruebas impide experimentar a Dios de una manera tan vívida al aferrarse a Él como única esperanza y descubrir que “Dios es bueno y para siempre es su misericordia” (Salmos 136:1).

En verdad, es un libro que trae bendición para los lectores pues reta a abandonar la comodidad y a amar a Dios sobre todas las cosas. Desafortunadamente, como muchos libros cristianos de hace varias décadas, es muy difícil conseguir un ejemplar.


ESTUDIO SOBRE APOCALIPSIS 20: Los mil años

Jeremías Ramírez El tema principal de este capítulo 20 es ese periodo de tiempo denominado “Milenio” y que ha sido causa de enorme discusión...