El tema central de este capítulo
es Yo soy el buen pastor y las ovejas
oyen mi voz. Es decir, Jesús indica que hay una relación recíproca entre el
pastor y sus ovejas.
Por el
contrario, quienes no son sus ovejas no reconocen su voz ni le siguen, aunque
tales “ovejas” afirmen que sí. Jesús mismo nos dio un indicador: “El que me
ama, sigue mis mandamientos” (Juan 14:15).
Y
como sucede con frecuencia en este evangelio, hay un enfrentamiento entre los judíos
y Jesús, en los que queda en claro su “sordera” espiritual que los excluía del
rebaño del Señor. Hay que recordar que toda esto viene tras el incidente
provocado por la sanación de un hombre ciego de nacimiento.
La
frase inicial es muy elocuente en este capítulo: “De cierto, de cierto…” una
repetición para afirmar que era absolutamente verdadera. Y esta verdad sigue
vigente hasta hoy: “Yo soy el buen pastor, yo soy la puerta, y no hay otra”.
Pero no hay un solo redil, hay dos: uno judío y otro gentil, estos últimos son
las ovejas de otro redil a quien el Señor también ama. Pero, también, hay un
solo rebaño. Es decir, de ambos rediles se forma un solo rebaño, una iglesia
única conformada, no por alguna institución, sino por esa cualidad de “oír” la
voz del Señor y seguirlo, es decir, hay una sola iglesia conformada por
cristianos de diversas organizaciones religiosas.
Toda
esta serie de enseñanzas empieza con una parábola pastoril.
Parábola del
redil
1 De cierto,
de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas,
sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.
2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las
ovejas es.
3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz;
y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va
delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
5
Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los
extraños.
6
Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les
decía.
El pastor legítimo, el pastor
verdadero entra por la puerta y tiene derecho a hacerlo de modo que el portero
le abre, es decir, el que está autorizado legalmente.
Cuando
un desconocido llega a casa no se le abre la puerta, sino que se le pregunta el
motivo de su visita. Pero si es alguien conocido o que vive en esa casa, de
inmediato se le abre.
Jesús
era el pastor legítimo pues tiene el respaldo de Dios, pues ha sido enviado por
Él y una prueba de autenticidad es que se ajusta a lo predicho por los
profetas. He aquí unas cuantas citas de las muchas que hay en el Antiguo
Testamento:
·
Maestro y profeta (Deut. 18, 15)
·
Legislador y portador de una nueva alianza entre
Dios y los hombres (Is. 55, 3-4)
·
Sacerdote víctima (Is. 52, 15; 53), Manso y humilde
(Is. 11, 1-5)
·
Salvador de la humanidad y piedra de escándalo
(Is. 8, 14)
·
Sobre él reposará el espíritu del Señor (Is. 11,
2)
·
Milagros de todo género (Is. 35, 4-6 // Lc. 7,
18, 23; Mt. 11, 5 ss.)
·
Entrará triunfante en Jerusalén (Zac. 9,9).
Y
las ovejas, cuando las ha sacado fuera, oyen su voz, lo siguen. A alguien
extraño no seguirán. Es como nuestras mascotas que reconocen hasta el sonido de
nuestros pasos, y si alguien extraño llega, no lo reconocen; y en el caso de
los perros, le ladran.
Y
este es, por cierto, un indicador de quienes son sus ovejas: saben distinguir
su voz y (muy importante) le siguen. Recordemos que “cristiano”, significa: seguidor
de Cristo. Primero oye la voz, y si es de Dios, entonces actúan. Una oveja que
no es suya seguirá a su pastor: el mundo, satanás, el pecado. Si seguimos
cualquier canto de sirena, no somos ovejas de su prado. Entonces un indicador
de que somos de Él, es reaccionar a su voz y seguirlo.
Y es
importante saber distinguir su voz porque hay ladrones y salteadores que vienen
a robar las ovejas e incluso conducirlas a la muerte. Ladrones y salteadores,
quienes se asumen como líderes para lucrar e incluso llevar a la muerte sus
seguidores. La gran cantidad de negocio “cristianos” es un indicador de cuántos
“ladrones y salteadores” andan engañando a la gente, e incluso llevarlos a la
muerte como Jim Jones (líder de la secta del pueblo que incitó a un suicidio
colectivo el 18 de noviembre de 1978 a 912 de sus miembros, en Jonestown
(Guyana).
Hay muchos
casos en la Biblia donde vemos personas que lo reconocieron aún siendo un niño:
Simeón (Lucas 2:25) y Ana, hija de
Fanuel (Lucas 2:33-38). Asimismo,
sus discípulos cuando lo encontraron (Juan
1: 35-42). En este pasaje encontramos esto que le dijo Andrés a su hermano
Pedro: “Hemos encontrado al Mesías”.
Oyen su voz, como Saulo (Hechos 22:9): “Y los que estaban
conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo”. El Señor le reclama a los
judíos que escudriñaban la palabra, pero no le reconocían (Juan 5:39), porque
no eran sus ovejas.
Pero si oímos su voz, actuemos en
consecuencia. En Apocalipsis 3:20
dice: “Yo estoy a la puerta y llamo, si alguien OYE mi voz…”
Y en Mateo 17:5: “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y
he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia; a
él oíd”.
Jesús, el buen
pastor
7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de
cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
Yo soy la puerta de las ovejas. Y no hay entrada al reino de
Dios por otra parte, pues no hay puertas traseras ni laterales, de modo que la
salvación sólo es por medio de Jesús.
8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y
salteadores; pero no los oyeron las ovejas.
9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será
salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia.
11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da
por las ovejas.
12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de
quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y
el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado,
y no le importan las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y
las mías me conocen,
15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al
Padre; y pongo
mi vida por las ovejas.
16 También tengo otras ovejas que no son de este
redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un
pastor.
Aquí, a diferencia del versículo 1, Jesús indica que él es
la puerta, la única puerta y, dicho de otra manera, la única forma de llegar a
Dios es a través de Jesús. Como lo dice Hechos 4:12: “Y en ningún otro hay
salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos”.
El
predicador Ravi Zacarías, cuando le preguntaron por qué sólo hay salvación en
Jesús, respondió: mientras las religiones prometen la vida eterna o el nirvana
a quien haya pagado todos sus pecados (cosa imposible de lograr), Jesús entregó
su vida en rescate del ser humano. (Mateo
20:28: “…como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”). Dice
en 1 Timoteo 2:5: “Porque hay un
solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre…”
Pero la
totalidad de las ovejas no sólo de Israel, sino también gentiles. Y, además, en
Cristo sólo hay un rebaño y un solo pastor. Como dice en Efesios 2: 15 y 16: “…aboliendo en su carne las enemistades, la ley
de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos
un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con
Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades”. Y este rebaño
está conformado por aquellos que han oído su voz y han respondido a su llamado.
No hay una organización que se pueda ostentar el título de la ÚNICA iglesia de
Cristo, pues la iglesia está conformado por sus ovejas, y pueden provenir de
diferentes organizaciones, épocas, países, razas… Y esta iglesia la ganó el
Señor poniendo su vida voluntariamente:
17 Por eso me ama el Padre,
porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
18 Nadie me la quita, sino
que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para
volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
Él,
voluntariamente, fue a la Cruz, como dice en Gálatas 1:4: “…el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para
librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y
Padre…”.
19 Volvió a haber disensión
entre los judíos por estas palabras.
20 Muchos de ellos decían: Demonio
tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?
21 Decían otros: Estas
palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los
ciegos?
¿Jesús
era un loco, un desquiciado por decir de él lo que dijo? Pues no. Los mismos
judíos admitían que su discurso no era como de alguien enajenado de la razón,
un loco, sino por alguien en total cabalidad. Además, la prueba de que no era
un endemoniado: los milagros, como el haber dado visto a un ciego, era una
prueba irrefutable, así como las otras señales.
Como dice Isaías 35:4-6:
Decid a los de corazón apocado:
Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago;
Dios mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán
abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará
como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el
desierto, y torrentes en la soledad.
Los judíos
rechazan a Jesús
22 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era
invierno…
Esta fiesta de la dedicación (hoy conocida como Hanuká),
celebrada durante ocho días después de mediados de nuestro diciembre, fue
instituida por Judas Macabeo el 164 a.C. como conmemoración de la purificación
del templo de las contaminaciones del culto pagano que había introducido
Antíoco Epifanes (1 Mac. 4:59). La palabra enkainia (en, kainos,
nuevo) aparece sólo aquí en el N.T. No era una de las grandes fiestas, y podía
ser observada en cualquier lugar sin acudir a Jerusalén. Aparentemente, Jesús
había pasado el tiempo entre los Tabernáculos y la Dedicación en Judea (Lc.
10:1–13:21). Invierno (cheimön). Vieja palabra proveniente de cheima
(cheö, derramar, llover, o de chiön, nieve)[1].
23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de
Salomón.
24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta
cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis;
las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;
26 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis
ovejas, como os he dicho.
27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me
siguen,
28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás,
ni nadie las arrebatará de mi mano.
29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y
nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Uno de los argumentos más
contundentes que demuestran la verdad son los hechos, los actos. El Señor dijo:
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas,
pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:15). Y Santiago dice: “Muéstrame tu fe con tus
hechos”. El Señor les dice a los fariseos: si no me creen lo que digo, crean
“lo que hago”. ¿Por qué les dice eso? Porque confirman contundentemente las
profecías. A otros les dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os
parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio
de mí…” (Juan 5:39)
Y
el problema de los fariseos y saduceos de no percibir que en Cristo se cumplían
las profecías es que no eran “sus ovejas”, es decir, no lo buscaban, sus
intereses estaban en su propia satisfacción, en sus beneficios, en el poder, no
en la voluntad de Dios. Estaban ciegos a la verdad, como les dice al final del
capítulo 9.
En cambio, sus
ovejas sí oyen su voz, si lo reconocieron como Mesías, como Dios, como ese
ciego que no lo había visto pero tenía mayor visión que los judíos.
Y en el v. 28
hay una promesa grandiosa: “y yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni
nadie las arrebatará de mi mano”.
Pablo, años
después afirma esa verdad absoluta: la imposibilidad de que seamos arrebatados
de Cristo. Somos de él, de modo que (Romanos 8:35-38 ) ¿Quién nos separará
del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o
desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos
todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas
cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual
estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús Señor nuestro.
30 Yo y el Padre uno somos.
31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras
para apedrearle.
32 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he
mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena
obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te
haces Dios.
34 Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra
ley: Yo dije, dioses sois?
35 Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la
palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada),
36 ¿al que el Padre santificó y envió al mundo,
vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?
37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.
38 Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed
a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el
Padre.
Los judíos querían apedrearle
porque creían que blasfemaba. La verdad, en el fondo subyacía esta verdad:
(Juan 7: 28): “Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: A mí
me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien
vosotros no conocéis”.
Y
para mostrarles que no era un exceso, una blasfemia calificarse con Hijo de
Dios cita el Salmo 82:6: “Yo dije: Vosotros sois dioses, Y todos vosotros hijos
del Altísimo…”, hablando de los jueces. Y si esto les decía Dios a hombres
falibles, cuánto más al que él envío podía adjudicarse ese título se Dios, de
equipararse a Dios.
Y en el v.38
reitera cómo pueden saber si es o no el Cristo: “aunque no me creáis a mí,
creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en
el Padre”. “Es la misma prueba con el que le reafirmó a Juan el bautista que
era Él, a quien esperaba. (Mateo 11:
3-5): “¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced
saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los
pobres es anunciado el evangelio…”.
39 Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó
de sus manos.
40 Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al
lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se quedó allí.
41 Y muchos venían a él, y decían: Juan, a la
verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad.
42 Y muchos creyeron en él allí.
Y ahora, casi al final de su
ministerio, los que lo seguían comenzaban a entender y recordaron a Juan el
bautista y lo que enseñaba: “todo lo que dijo de éste, era verdad”. Y como
consecuencia: “creyeron en él”. Cuando alguien sinceramente analiza las cosas
llegan siempre a la misma conclusión: “Verdaderamente este es el hijo de Dios”,
como dijo en soldado romano a los pies de la cruz. Y eso sucedió en aquello que
lo seguían como a los modernos hombres del siglo XX o XXI que escudriñan en
verdad en busca de la verdad. Incluso, aunque busquen lo contrario, si abren su
corazón se encontrarán con cristo.