martes, 11 de diciembre de 2018

ESTUDIO SOBRE EL EVANGELIO SAN JUAN, CAP 10: Yo soy el Pastor

 El tema central de este capítulo es Yo soy el buen pastor y las ovejas oyen mi voz. Es decir, Jesús indica que hay una relación recíproca entre el pastor y sus ovejas.
Por el contrario, quienes no son sus ovejas no reconocen su voz ni le siguen, aunque tales “ovejas” afirmen que sí. Jesús mismo nos dio un indicador: “El que me ama, sigue mis mandamientos” (Juan 14:15).
            Y como sucede con frecuencia en este evangelio, hay un enfrentamiento entre los judíos y Jesús, en los que queda en claro su “sordera” espiritual que los excluía del rebaño del Señor. Hay que recordar que toda esto viene tras el incidente provocado por la sanación de un hombre ciego de nacimiento.
            La frase inicial es muy elocuente en este capítulo: “De cierto, de cierto…” una repetición para afirmar que era absolutamente verdadera. Y esta verdad sigue vigente hasta hoy: “Yo soy el buen pastor, yo soy la puerta, y no hay otra”. Pero no hay un solo redil, hay dos: uno judío y otro gentil, estos últimos son las ovejas de otro redil a quien el Señor también ama. Pero, también, hay un solo rebaño. Es decir, de ambos rediles se forma un solo rebaño, una iglesia única conformada, no por alguna institución, sino por esa cualidad de “oír” la voz del Señor y seguirlo, es decir, hay una sola iglesia conformada por cristianos de diversas organizaciones religiosas.
            Toda esta serie de enseñanzas empieza con una parábola pastoril.

Parábola del redil
1  De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.
2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.
3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
5 Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
6 Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

El pastor legítimo, el pastor verdadero entra por la puerta y tiene derecho a hacerlo de modo que el portero le abre, es decir, el que está autorizado legalmente.
            Cuando un desconocido llega a casa no se le abre la puerta, sino que se le pregunta el motivo de su visita. Pero si es alguien conocido o que vive en esa casa, de inmediato se le abre.
            Jesús era el pastor legítimo pues tiene el respaldo de Dios, pues ha sido enviado por Él y una prueba de autenticidad es que se ajusta a lo predicho por los profetas. He aquí unas cuantas citas de las muchas que hay en el Antiguo Testamento:

·      Maestro y profeta (Deut. 18, 15)
·      Legislador y portador de una nueva alianza entre Dios y los hombres (Is. 55, 3-4)
·      Sacerdote víctima (Is. 52, 15; 53), Manso y humilde (Is. 11, 1-5)
·      Salvador de la humanidad y piedra de escándalo (Is. 8, 14)
·      Sobre él reposará el espíritu del Señor (Is. 11, 2)
·      Milagros de todo género (Is. 35, 4-6 // Lc. 7, 18, 23; Mt. 11, 5 ss.)
·      Entrará triunfante en Jerusalén (Zac. 9,9).

            Y las ovejas, cuando las ha sacado fuera, oyen su voz, lo siguen. A alguien extraño no seguirán. Es como nuestras mascotas que reconocen hasta el sonido de nuestros pasos, y si alguien extraño llega, no lo reconocen; y en el caso de los perros, le ladran.
            Y este es, por cierto, un indicador de quienes son sus ovejas: saben distinguir su voz y (muy importante) le siguen. Recordemos que “cristiano”, significa: seguidor de Cristo. Primero oye la voz, y si es de Dios, entonces actúan. Una oveja que no es suya seguirá a su pastor: el mundo, satanás, el pecado. Si seguimos cualquier canto de sirena, no somos ovejas de su prado. Entonces un indicador de que somos de Él, es reaccionar a su voz y seguirlo.
Y es importante saber distinguir su voz porque hay ladrones y salteadores que vienen a robar las ovejas e incluso conducirlas a la muerte. Ladrones y salteadores, quienes se asumen como líderes para lucrar e incluso llevar a la muerte sus seguidores. La gran cantidad de negocio “cristianos” es un indicador de cuántos “ladrones y salteadores” andan engañando a la gente, e incluso llevarlos a la muerte como Jim Jones (líder de la secta del pueblo que incitó a un suicidio colectivo el 18 de noviembre de 1978 a 912 de sus miembros, en Jonestown (Guyana).
Hay muchos casos en la Biblia donde vemos personas que lo reconocieron aún siendo un niño: Simeón (Lucas 2:25) y Ana, hija de Fanuel (Lucas 2:33-38). Asimismo, sus discípulos cuando lo encontraron (Juan 1: 35-42). En este pasaje encontramos esto que le dijo Andrés a su hermano Pedro: “Hemos encontrado al Mesías”.
Oyen su voz, como Saulo (Hechos 22:9): “Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo”. El Señor le reclama a los judíos que escudriñaban la palabra, pero no le reconocían (Juan 5:39), porque no eran sus ovejas.
Pero si oímos su voz, actuemos en consecuencia. En Apocalipsis 3:20 dice: “Yo estoy a la puerta y llamo, si alguien OYE mi voz…”
Y en Mateo 17:5: “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”.

Jesús, el buen pastor
7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.

Yo soy la puerta de las ovejas. Y no hay entrada al reino de Dios por otra parte, pues no hay puertas traseras ni laterales, de modo que la salvación sólo es por medio de Jesús.

8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.
9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

Aquí, a diferencia del versículo 1, Jesús indica que él es la puerta, la única puerta y, dicho de otra manera, la única forma de llegar a Dios es a través de Jesús. Como lo dice Hechos 4:12: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
            El predicador Ravi Zacarías, cuando le preguntaron por qué sólo hay salvación en Jesús, respondió: mientras las religiones prometen la vida eterna o el nirvana a quien haya pagado todos sus pecados (cosa imposible de lograr), Jesús entregó su vida en rescate del ser humano. (Mateo 20:28: “…como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”). Dice en 1 Timoteo 2:5: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre…”
Pero la totalidad de las ovejas no sólo de Israel, sino también gentiles. Y, además, en Cristo sólo hay un rebaño y un solo pastor. Como dice en Efesios 2: 15 y 16: “…aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades”. Y este rebaño está conformado por aquellos que han oído su voz y han respondido a su llamado. No hay una organización que se pueda ostentar el título de la ÚNICA iglesia de Cristo, pues la iglesia está conformado por sus ovejas, y pueden provenir de diferentes organizaciones, épocas, países, razas… Y esta iglesia la ganó el Señor poniendo su vida voluntariamente:

17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

            Él, voluntariamente, fue a la Cruz, como dice en Gálatas 1:4: “…el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre…”.

19 Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras.
20 Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?
21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

            ¿Jesús era un loco, un desquiciado por decir de él lo que dijo? Pues no. Los mismos judíos admitían que su discurso no era como de alguien enajenado de la razón, un loco, sino por alguien en total cabalidad. Además, la prueba de que no era un endemoniado: los milagros, como el haber dado visto a un ciego, era una prueba irrefutable, así como las otras señales.
Como dice Isaías 35:4-6: Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará.  Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad.

Los judíos rechazan a Jesús
22 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno…

Esta fiesta de la dedicación (hoy conocida como Hanuká), celebrada durante ocho días después de mediados de nuestro diciembre, fue instituida por Judas Macabeo el 164 a.C. como conmemoración de la purificación del templo de las contaminaciones del culto pagano que había introducido Antíoco Epifanes (1 Mac. 4:59). La palabra enkainia (en, kainos, nuevo) aparece sólo aquí en el N.T. No era una de las grandes fiestas, y podía ser observada en cualquier lugar sin acudir a Jerusalén. Aparentemente, Jesús había pasado el tiempo entre los Tabernáculos y la Dedicación en Judea (Lc. 10:1–13:21). Invierno (cheimön). Vieja palabra proveniente de cheima (cheö, derramar, llover, o de chiön, nieve)[1].

23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;
26 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.
27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

Uno de los argumentos más contundentes que demuestran la verdad son los hechos, los actos. El Señor dijo: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:15).  Y Santiago dice: “Muéstrame tu fe con tus hechos”. El Señor les dice a los fariseos: si no me creen lo que digo, crean “lo que hago”. ¿Por qué les dice eso? Porque confirman contundentemente las profecías. A otros les dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí…” (Juan 5:39)
            Y el problema de los fariseos y saduceos de no percibir que en Cristo se cumplían las profecías es que no eran “sus ovejas”, es decir, no lo buscaban, sus intereses estaban en su propia satisfacción, en sus beneficios, en el poder, no en la voluntad de Dios. Estaban ciegos a la verdad, como les dice al final del capítulo 9.
En cambio, sus ovejas sí oyen su voz, si lo reconocieron como Mesías, como Dios, como ese ciego que no lo había visto pero tenía mayor visión que los judíos.
Y en el v. 28 hay una promesa grandiosa: “y yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”.
Pablo, años después afirma esa verdad absoluta: la imposibilidad de que seamos arrebatados de Cristo. Somos de él, de modo que (Romanos 8:35-38 ) ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

30 Yo y el Padre uno somos.
31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.
32 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
34 Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
35 Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada),
36 ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?
37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.
38 Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

Los judíos querían apedrearle porque creían que blasfemaba. La verdad, en el fondo subyacía esta verdad: (Juan 7: 28): “Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis”.
            Y para mostrarles que no era un exceso, una blasfemia calificarse con Hijo de Dios cita el Salmo 82:6: “Yo dije: Vosotros sois dioses, Y todos vosotros hijos del Altísimo…”, hablando de los jueces. Y si esto les decía Dios a hombres falibles, cuánto más al que él envío podía adjudicarse ese título se Dios, de equipararse a Dios.  
Y en el v.38 reitera cómo pueden saber si es o no el Cristo: “aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre”. “Es la misma prueba con el que le reafirmó a Juan el bautista que era Él, a quien esperaba. (Mateo 11: 3-5): “¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?  Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio…”.

39 Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.
40 Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se quedó allí.
41 Y muchos venían a él, y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad.
42 Y muchos creyeron en él allí.

Y ahora, casi al final de su ministerio, los que lo seguían comenzaban a entender y recordaron a Juan el bautista y lo que enseñaba: “todo lo que dijo de éste, era verdad”. Y como consecuencia: “creyeron en él”. Cuando alguien sinceramente analiza las cosas llegan siempre a la misma conclusión: “Verdaderamente este es el hijo de Dios”, como dijo en soldado romano a los pies de la cruz. Y eso sucedió en aquello que lo seguían como a los modernos hombres del siglo XX o XXI que escudriñan en verdad en busca de la verdad. Incluso, aunque busquen lo contrario, si abren su corazón se encontrarán con cristo.






[1] A.T. Robertson, Comentario al texto griego del Nuevo Testamento, Editorial Clie, España.

sábado, 24 de noviembre de 2018

ESTUDIO DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN CAPÍTULO 8


Jeremías Ramírez vasillas

En este capítulo se registra un enorme diálogo entre Jesús y los judíos (escribas y fariseos) en los que se dirimen cuestiones fundamentales: ¿Quién está libre y capacitado para juzgar a los demás? ¿Quién es Jesús? ¿Qué es “La luz del mundo”? ¿Qué significa que Jesús sea la luz del mundo? ¿Quién es de la tierra, quién del cielo, qué lo determina? ¿Quién es libre? ¿Esclavos de qué? ¿En qué consiste la esclavitud espiritual? ¿Hasta qué punto el diablo nos domina, cómo lo hace, en qué nos damos cuenta? ¿Era Jesús alguien mucho más grande que Abraham?
            ¿Esta confrontación de los judíos contra Jesús tiene algo que ver con los cristianos actuales? Para los no judíos sentimos tan lejanos y ajenos a los fariseos y escribas.
            Sin embargo, una lectura más atenta encontramos que hay en la conducta de los judíos algo que es propio del género humano de cualquier época y de todas las culturas.
            Por ejemplo, en el primer caso, el llamado de la “Mujer adúltera”, hay un aspecto plenamente judío y que tiene que ver con sus leyes, pero hay otro que tiene que ver con la actitud e intenciones de llevar esta mujer a Jesús para darle condenarla. Los juicios virulentos en las redes sociales no indican lo viva que está esta actitud de linchamiento.

Miseria y misericordia
7:53. Y cada uno se fue a su casa. 1  y Jesús se fue al monte de los Olivos.
2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.
3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,
4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.
5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.
7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.
9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

Cuando recreamos con la imaginación esta escena es inevitable no ver el terror en la cara de esta mujer. Ella sabía que estaba condenada a pena de muerte, pues había en las leyes judías tres delitos con pena de muerte: idolatría, asesinato y adulterio. Aquí se trata del último. Levítico 20:10 dice: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos”. Deuteronomio 22:23-24: “Si hubiere una muchacha virgen desposada con alguno, y alguno la hallare en la ciudad, y se acostare con ella; entonces los sacaréis a ambos a la puerta de la ciudad, y los apedrearéis, y morirán; la joven porque no dio voces en la ciudad, y el hombre porque humilló a la mujer de su prójimo; así quitarás el mal de en medio de ti”.   
            La pregunta “Tú, pues, ¿qué dices?” de los judíos nos indica que el objetivo de traer esta mujer es desacreditar a Jesús, como tantas veces lo hicieron, sin tener éxito en ninguna de ellas. Era un callejón sin salida. Si decía que no la apedrearan estaría violando las leyes religiosas; si decía que sí, estaría violando las leyes romanas y podrían acusarlo ante Pilato.
            Es magistral la manera en que les contesta: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
            Es tan fácil y tan común convertirnos en juez. Pero, ¿estamos libres de pecado para convertirnos en acusadores? Mateo 18:21-22: “Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
            Así que debemos preguntarnos: ¿Qué tan activa y poderosa está nuestra máquina acusatoria”? Su dinamismo indica nuestra pobreza espiritual.
            ¿Qué sintió la mujer al ver que sus acusadores habían desaparecido? Quizá sintió como un fusilado que es indultado justo en el momento en que el pelotón iba a disparar. Ahora, debemos considerar que todos estamos sentenciados a muerte pues la paga del pecado es muerte. Y llega el Señor y cancela esta sentencia para darnos vida, como a esta mujer le dio vida. Y al darnos vida hay un compromiso en respuesta. “Ni yo te condeno”. Y este es el compromiso: “Vete y no peques más”. El Señor perdona nuestro pasado, pero no tolera que esos pecados sigan vivos. Cuando llegamos a él y nos perdona, el resultado debe ser una vida ajena al pecado. La gracia y la verdad vinieron juntos (Jn, 1:17)

Jesús, la luz del mundo
12 Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
13 Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy.
15 Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie.
16 Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre.
17 Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.
18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.
19 Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.
20 Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.

Aquí hay un cambio de tema. Un nuevo capítulo. Y surge una nueva controversia. A partir de una afirmación de Jesús: “Yo soy la luz del mundo”.
            La palabra luz estaba asociada con Dios en los judíos: Salmo 27:1: “El Señor es mi luz”; Isaías 60:19; “El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria“; Job 29:2-3: “!!Quién me volviese como en los meses pasados, como en los días en que Dios me guardaba, cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara, a cuya luz yo caminaba en la oscuridad“; Miqueas 7:8: “Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz”.
            Con esta aseveración, Jesús se estaba equiparando a Dios (lo cual era verdad), pero no así para los judíos que de inmediato respondieron: “Tu testimonio no es verdadero”.
            ¿Por qué no lograban ver la luz? Porque, afirma el Señor, juzgaban según la carne, según los criterios humanos, como lo hacemos todos.
            ¿No entendemos la Biblia? ¿La rechazamos? Nuestro problema es que no dejamos que esa luz nos ilumine y nos permita entender su palabra y entender todas las cosas.

Fatal incomprensión
21 Otra vez les dijo Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir.
22 Decían entonces los judíos: ¿Acaso se matará a sí mismo, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir?
23 Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.
24 Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.
25 Entonces le dijeron: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho.
26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo.
27 Pero no entendieron que les hablaba del Padre.
28 Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.
29 Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.
30 Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él.

Aquí la lógica de los judíos es el mismo que en el pasaje anterior, y la respuesta del Señor se repite, pero con otras palabras: “Vosotros sois de abajo”.

El verdadero discipulado
31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

La incomprensión anterior (y que nos afecta a todos en alguna medida) se puede resolver si “permanecemos en su palabra”, lo cual nos convierte en sus aprendices y algunos tras un largo proceso podemos conocer la verdad y con ella entrar a la libertad.
            Entonces, primero, hay que permanecer. Cuando un alumno le interesa aprender, primero debe estar atento (permanecer), y a medida que permanece va entendiendo y va asumiendo una relación duradera de aprendizaje con el maestro, es decir, se convierte en su discípulo, y esto le lleva a descubrir las verdades teóricas de la clase y le otorgará alguna clase de libertad. Los demás, quedarán anclados a la ignorancia.
            Cabría preguntarnos, primero, sí somos alumnos de Cristo. Si permanecemos, seremos sus alumnos; si no permanecemos, somos como la semilla que cayó e los espinos o en el camino o entre piedras. Y si tenemos la osadía de permanecer, entonces poco a poco se empieza a develar para nosotros la verdad. ¿Qué verdad? La verdad más importante para el ser humano: ¿Quién es? ¿Por qué está aquí? ¿Para dónde puede ir? En suma, la esencia de la vida.

Libertad y esclavitud
33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?
34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre.
36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.

La palabra “pecado” (hamartía) surge del ámbito de caza. El ser humano, cuando no hace para lo que está diseñado, erra, es decir, peca y entra en un proceso de autodestrucción que lo llevará a la muerte. La paga del pecado es muerte (Romanos 6:23). Y cuando Eva pecó, la sentencia era la muerte y por ellos la muerte entró al género humano y es una muerte que nos lleva a morir desde que nacemos, y nos esclaviza.
Todos los seres humanos somos esclavos del pecado. Aquellos que entran en una situación dolorosa, buscan alguna cura. Y así han surgido asociaciones como Alcohólicos Anónimos y religiones para tratar de escapar de las garras del pecado. Algunos sufren enfermedades que surgen del pecado de forma directa como el SIDA.
Tanto por los textos neotestamentarios, como por miles de testimonio de personas liberadas de esclavitudes terribles, como drogas, violencia, obsesiones destructivas que han sido liberadas por el poder de Dios, dan testimonio de esta verdad, de esta libertad.

La auténtica filiación
37 Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros.
38 Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre.
39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.
40 Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham.

Nunca ha sido el linaje el factor fundamental para tener el favor de Dios, sino la fe, como lo declara la carta de Hebreos. Y un indicador de tal filiación con Dios es la conducta, como escribe el apóstol Santiago: que la fe se muestra en las obras. No es que las obras sean en sí el factor, sino la evidencia, el resultado, pues Dios nos ha creado con su espíritu cuando creemos y somos sellados para ser aptos para buenas obras. Y estos judíos, al querer asesinar a Jesús, mostraban que no eran descendientes de Abraham.

Hijos del diablo
41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios.
42 Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió.
43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.
44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
45 Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.

Sus obras denunciaban que su linaje era más bien satánico, porque su odio indicaba que estaban dominados por el demonio. Por el contrario, quien es hijo de Dios, las obras de Dios, su carácter, sus frutos hace (paz, paciencia, benignidad…).

Terrible acusación y fe resplandeciente
46 ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
47 El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.
48 Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?
49 Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis.

En el versículo 46, la palabra “redarguye”, elegchö, denota acusación y prueba. Entre la pregunta y la continuación podemos deducir un silencio incómodo. Entonces el Señor prosigue: “Pues sí digo la verdad…” Y agrega: “El que es de Dios, la palabra de Dios oye…” Y Jesús decía palabras divinas y estos no las oían, porque no era de Dios, sino como dijo anteriormente, eran del diablo.
            Y la única respuesta que dan es una descalificación, una ofensa: “Eres samaritano”. “Estás endemoniado”. 

La vida y la gloria
50 Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca, y juzga.
51 De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.
52 Entonces los judíos le dijeron: Ahora conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte.
53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? !!Y los profetas murieron! ¿Quién te haces a ti mismo?
54 Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios.
55 Pero vosotros no le conocéis; mas yo le conozco, y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra.

Y era cierto, Jesús nunca buscó su gloria, pero el padre si buscaba que fuese glorificado y lo fue. “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia, dijo en su bautismo y en el monte de la transfiguración.

La prerrogativa suprema
56 Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
57 Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.

Y termina este larguísimo y ríspido diálogo con un cierre definitivo: “Abraham se gozó…” y “Antes de que Abraham fuese…” No dice, “Yo fui”, sino Yo soy, el eterno, el existente, el Dios que se le presentó a Moisés en el desierto y le dijo que dijera que era enviado por “Yo soy”.



ESTUDIO SOBRE APOCALIPSIS 20: Los mil años

Jeremías Ramírez El tema principal de este capítulo 20 es ese periodo de tiempo denominado “Milenio” y que ha sido causa de enorme discusión...