domingo, 14 de octubre de 2018

ESTUDIO SOBRE EL EVANGELIO DE SAN JUAN, CAPÍTULO 3


Jeremías Ramírez Vasillas

El evangelio de Juan tiene un enorme paralelismo con sus cartas e introduce temas cruciales para la vida cristiana que penetran a fondo en las verdades y con ello logran un gran propósito: “…para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre (Juan 20:31). Y en este capítulo tres hay hechos que nos empujan a ir más allá de un mero asentimiento de la existencia de algo y nos reta a “nacer de nuevo”. Y la enseñanza nos viene porque un hombre, un principal, Nicodemo, tenía una inquietud sobre el Reino de Dios.
                       
Jesús y Nicodemo
1  Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

¿Por qué vino de noche Nicodemo? ¿Por qué le llama “Rabí? Técnicamente, Jesús no era un Rabí reconocido de las escuelas, pero Nicodemo lo reconoce como tal, y lo llama «Mi Maestro», tal como lo habían hecho Andrés y Juan (1:38).
El escarnio en que los principales tenían a Jesús refrenó a muchos hasta el final (Jn. 12:42-43: “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios”.), pero Nicodemo osa indagar por sí mismo.

3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

Nicodemo tenía dudas que lo inquietaban. Y cuando llega ante el Señor, antes de que pueda formular su pregunta, Jesús le responde: “el que no naciere de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Nicodemo estaba probablemente familiarizado con el concepto de renacimiento para los prosélitos del judaísmo provenientes de los gentiles, pero no con la idea de que un judío tuviera que renacer. El texto original indica “nacer de arriba”, lo que se tradujo como “nacer de nuevo” pero el sentido es ciertamente nacer de nuevo, por ello se desconcierta.

4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua (ex hudatos, saliendo del agua) y del Espíritu (kai pneumatos), no puede entrar en el reino de Dios.
6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, [a] espíritu es.
7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

Naciere del agua: algunos comentaristas hablan que el agua se refiere a la palabra y otros al nacimiento físico, es decir, al líquido amniótico en el que el bebé ha crecido dentro del vientre materno. La segunda opción tiene cierta correlación con el versículo 6 donde se habla de carne y espíritu, pero la interpretación más aceptada viene de que el agua, símbolo de limpieza o purificación, equivale a la palabra de Dios: Juan 15:3: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”; Efesios 5:25-26: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra”. Y le dice entonces a Nicodemo: «No comiences a maravillarte», como claramente lo había hecho Nicodemo. En Juan la palabra thaumazö generalmente significa «maravilla ininteligible»
El, como judío, seguramente esperaba otra respuesta. Pero el Señor corrige la confusión: el que es nacido de la carne, carne es. No te confundas, lo físico es lo físico. Pero lo del espíritu se gobierna por otras leyes, las de Dios, y para ver el Reino de Dios (aquí y en el futuro) hay que nacer del espíritu.

8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

Es un misterio que cae dentro del poder del espíritu lo que conlleva el segundo nacimiento.

9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?
10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?
11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.
12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?
13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

Nicodemo pregunta ¿Cómo puede hacerse esto? Un comentarista, MacDowell, dice que Nicodemo sigue pensando en términos físicos, pero también podemos pensar que pregunta ¿cómo se puede nacer espiritualmente? Y de ahí el reclamo del Señor: “¿Eres tú maestro de Israel y no sabes esto?
            Y luego el Señor le revela lo que sucederá, estableciendo un vívido paralelismo entre el acto de Moisés y la Cruz, sobre la que Él mismo (el Hijo del Hombre) «tiene» (dei, una de las cosas celestiales) que «ser levantado». Y Nicodemo lo verá tres años después un aciago día. Pero el resultado de ese sacrificio tiene un objetivo sumamente importante:

15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Este encuentro de Nicodemo con el Señor lo cambia profundamente (todos los encuentros con Cristo tienen consecuencia) pues al final, como está escrito en este evangelio Nicodemo ya no es un cobarde pues “… vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras, para ungir el cuerpo del Señor cuando es llevado a la tumba”. La primera vez llega a Jesús de noche, encubierto, pero después aparece abiertamente y en circunstancias muy difíciles, que seguramente le acarrearon muchos problemas.
            Una primera enseñanza de este relato de Nicodemo es que para seguir a Jesús es importante saber con precisión como son las cosas. A él le preocupaba lo relacionado con el Reino de Dios. Y como todos los judíos, esperaba su llegada. De modo que cuando ve a Jesús hacer esas señales (Juan 2: 23), la pregunta es: ¿Jesús es el Mesías?
           
             
            Ahora bien, sobre el Reino de Dios, Cristo ¿que nos dice a los hombres del siglo XXI? ¿Nos preocupa ver, entrar al reino de Dios? ¿Qué es el reino de Dios para el hombre moderno, para el cristiano moderno? Tal vez no creemos que exista un reino de Dios, aunque creamos que existe un Dios.
            Cabe aclarar que el reino de Dios no está necesariamente en una religión, en una congregación, o en un lugar terrenal. El reino de Dios es un lugar donde las leyes de Dios gobiernan y puede realizar en donde sea (ni en Jerusalén ni en este monte, sino en espíritu y en verdad). El padre nuestro dice: “¿Vénganos tu reino, hágase Señor tu voluntad?”  El reino de Dios llegó con Cristo y es el único que lo puede instaurar. Cuando creemos en Él, significa aceptar su reino, aceptar su voluntad y cuando cumplimos su voluntad el reino se hace presente. Por eso, creer en Jesús no es aceptar su existencia, sino su presencia en nuestras vidas. Como dirían los Wai Wai (una tribu del norte de Brasil), es cuando Dios nos llena el hueco de nuestro estómago para que nos hagamos amigo de Jesús y caminemos con él.
            Pero el hombre común no entiende qué es el reino de Dios, y los argumentos por inteligentes que sean, le suenan a algo absurdo. La única manera de mostrar qué es el Reino de Dios al hombre común es mostrando vidas donde se manifiesta la voluntad de Dios. “Hágase Señor tu voluntad”.
            Los indígenas Wai Wai eran tan reacios a aceptar al Señor como el hombre actual. Y cuando el brujo principal se convirtió y entregó sus amuletos ellos creían que iba a caer muerto. Y él les dijo. Si muero, no sigan a Jesús, pero si sigo viviendo síganlo, pues eso quiere decir que él es más poderoso que los espíritus a los que he servido. El factor fundamental que usó el brujo para mostrar el reino de Dios a los Wai Wai fue su vida transformada, una vida de amor, de respeto a su esposa, de liderazgo, de humildad, de fe, de una fe poderosa de modo tal que enfrentó los espíritus, el peligro y la enfermedad sin miedo, incluso ante los vaticinios funestos.
            El hombre común actual espera esa transformación en la forma del vivir de los cristianos para entender qué es el reino de Dios.
            Hermanos, tal vez no hemos entendido eso. Necesitamos se totalmente transformados por Dios. Pero la única manera de ser transformados es buscándolo en su palabra que Él cambie nuestra manera de pensar y entender las cosas. Ese cambio, esa transformación se revela cuando nacemos del Espíritu. Pero si como cristianos lo que domina nuestra mente es la lógica del mundo, nuestro egoísmo, nuestras pasiones, no hay forma de mostrar el reino de Dios. Si anhelamos como todo mundo un auto nuevo, un ascenso, reconocimiento social, aplausos, premios, reconocimiento laboral, dinero, diversión (sana inclusive), no hay forma de mostrar Su Reino.
            Cuando Nicodemo pudo entender: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Y él vio como Jesús fue levantado en el madero, entonces estas palabras calaron en él como un fierro candente. Y entendió que nacer del agua y del espíritu era creer, como los Wai Wai, confiando en que Jesús es lo más importante en la vida del ser humano.

De tal manera amó Dios al mundo

Este es uno de los pasajes relevantes sobre el amor de Dios al género humano, no sólo a los creyentes. Empieza con una frase comparativa: “De tal manera”, es decir, a tal medida, a tal grado, que dio a su hijo. Ese es el tamaño del amor de Dios: dio a su hijo. Y dar uno a su hijo no es cualquier cosa, es arrancar carne de mi carne para salvar o rescatar a otro. Pues de esa manera tan extraordinaria Dios nos ama. El amor de Dios no se expresa sólo resolviendo nuestros conflictos, librándonos de alguna desgracia, sino consiguiendo el remedio excelso para librarnos de la mayor desgracia del ser humano: el mal que como cáncer nos corroe y nos hace desgraciados hasta que tarde o temprano nos hunde en la muerte.

16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.

Muchas veces me he debatido en el significado de creer. Según el diccionario es: “1) Considerar o aceptar una cosa como cierta sin tener pruebas irrefutables. 2)  Pensar o suponer que una persona o una cosa es de una determinada manera”.
Y creo que esta es la idea predominante: “Aceptar algo sin tener pruebas”, sin la certeza. El versículo 19 creo que acota el significado: “la decisión de seguir haciendo lo malo”. Si alguien quiere hacer lo bueno, y viene a Dios para que quite de sí el pecado, y que lo tome para sí, esto es lo que podemos entender como “creer”, en este caso. En todo caso, aceptar que Cristo tiene el poder de darnos vida, de cambiar nuestra inclinación por la maldad, pero debe haber el deseo de que eso suceda.
Y a la luz de este versículo 19, la condenación es una auto condenación: amaron más las tinieblas (decisión personal), las obras malas. ¿Qué es una obra mala? La que daña a sí mismo y a otros, además avergüenza. Los delitos se incrementan en la noche. Esconderse.

20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.
21 Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

Pablo le dice a Timoteo que sea un obrero que “no tenga de qué avergonzarse”, eso es andar en luz. Si decimos que no tenemos pecado, no andamos en luz, dice Juan en sus cartas. Es decir, no aceptamos que lo que estamos haciendo, está mal. Transformar nuestro entendimiento es en varios sentidos desarrollar la capacidad de saber cuál es la voluntad de Dios, pero también cuál no es. De modo que: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1ª Juan 1:8).

El amigo del esposo
22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba.
23 Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.

Ni Enón ni Salim, pueden ubicarse con exactitud. Sin embargo, Eusebio, obispo de Cesarea que vivió durante los siglos III y IV, propone un lugar en el valle del Jordán a unas ocho millas romanas (12 Km.) al S. de Bet-seán. En este lugar se encuentra Tell Ridgha (Tel Shalem), que suele identificarse con Salim. Hay varios manantiales en las proximidades que podrían encajar con la descripción que dio Eusebio del lugar llamado Enón.

24 Porque Juan no había sido aún encarcelado.
25 Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.
26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él.
27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.
28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él.
29 El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.
30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengue.

Lo que destaca en estos versículos es el norme sentido de ubicación de Juan y de humildad. Sus discípulos de Juan le informan con cierto celo, con cierta envidia y rivalidad. Pero Juan pone en orden las cosas, pero además se siente satisfecho de que Jesús ya esté desarrollando su ministerio, pues sentencia: “este mi gozo está cumplido”. Y sabe que terminado su papel de “preparador”, es necesario que él salga de la escena. Esto me hizo recordar lo cohetes a la luna. Los enormes tanques de combustible, a medida que agotan su función, se desprenden de la nave. Han cumplido su papel y es momento de separarse.

El que viene de arriba
31 El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.
32 Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio.
33 El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.

Aquí el apóstol Juan hace un comentario importante refiriéndose a Jesús como el que viene de arriba, por lo tanto, lo que hace y predica tiene otra lógica, otra fuente, otra raíz: esta es celestial. Y está sobre todos, por una razón: lo que testifica es lo que vio y yo en el cielo, es decir, es el mensaje directo no por intermediarismo. En hebreos leemos: “En estos postreros tiempos nos ha hablado por el hijo”.
            Ah, pero agrega algo sumamente importante: es ignorado su mensaje por muchos (eso sucedió y sigue sucediendo), pero quien recibe su testimonio en verdad, podrá tener la facultad de descubrir que su palabra es verdad, como dirían los apóstoles, que tiene “palabras de vida eterna”, y podrá corroborar y testificar su veracidad.

34 Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.
35 El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.
36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.

Frases duras y difíciles de entender y aceptar, pero si consideramos lo que dice en el V.19 ya no es tan difícil de entender. Pues el que rehúsa creer (ho apeithön). «El que es desobediente al Hijo», es decir, el que amó más las tinieblas que la luz. Por ello, la ira está sobre el que ha amado más las tinieblas que la luz. Y si ha amado más las tinieblas es porque no ha creído en Dios por voluntad propia, por necedad, por obcecamiento. De modo el que trae las cosas a la luz es porque cree que Jesús tiene el poder de cambiar su vida y entonces tendrá VIDA ETERNA, es decir, una vida perdurable, sólida, consistente, gozosa, porque la cercanía con Dios nos permite atisbar su gloria, cuya experiencia es incomparable con cualquier otra de la vida humana.




jueves, 4 de octubre de 2018

ESTUDIO SOBRE LUCAS 23 La crucifixión de Cristo


 En este capítulo se encuentra el centro, el pináculo, el eje del cristianismo: la muerte de Jesús, el hijo de Dios, para librar al género humano de los tres problemas (estrechamente correlacionados) que tienen hundida a la humanidad: el diablo (el maligno, el príncipe de este mundo, el causante de que el ser humano viva extraviado), el pecado, es decir, ese sentido de autodestrucción que vive en mayor o menor escala en todos los seres humanos y provoca sufrimiento, destrucción, pérdida; y de la muerte, la meta del pecado (Romanos 6:23) que desde que el hombre es hombre le ha provocado un enorme terror, y es el gran misterio de la vida.
Con su muerte, Jesús derrotó al diablo, liberó al ser humano del pecado (ya no sois esclavos del pecado) y rompió el aguijón de la muerte (Dónde está oh muerte tu aguijón. 1 Corintios 15:55-57). Aunque el costo para ello fue de un altísimo precio, éste tiene un alcance universal.
            Cuando alguien desdeña el triunfo de Cristo con su muerte, es que no considera cómo vivían los pueblos más civilizados de ese entonces y puede uno comprobar la degradación, crueldad, maldad que había, incluso entre los intelectuales de la época. Nada más recordar cómo fue sacrificado Sócrates, el más grande sabio del siglo de la era de mayor esplendor griego, o la cruenta lucha por el poder en los romanos, o la depravación entre las culturas aledañas al pueblo judío, para darnos cuenta que su muerte cambió radicalmente las cosas.
            Después de que Jesús murió y el evangelio se empezó a extender por todo el imperio, un viento apacible empezó a correr entre las almas atormentadas y la luz empezó a brillar intensamente. Una luz tan grata que multitudes decidieron seguir a Cristo, ya fuesen judíos o gentiles y con ello cambiaron al mundo.
            Fue su sacrificio en el Calvario quien vino a cambiar la historia de la humanidad de manera radical y partió la historia en dos partes: antes y después de Cristo. El mundo ya no fue el mismo, su muerte sacudió la tierra y sacudió al imperio, y baño de dulce lluvia al mundo hundido en la aridez terrible del pecado.
            Ahora, veamos cómo el evangelista Lucas relata ese momento crucial no sólo en la historia de los judíos o de los cristianos, sino de la humanidad. Su muerte tuvo siempre un sentido universal.
El capítulo 23 es continuación de las acciones realizadas en el capítulo 22. Ha habido un concilio previo en el cual se ha sentenciado como culpable a Jesús. Un concilio difícil, terrible, que mantuvo en vela a todos estos principales judíos, buscando como acusar a Jesús toda la noche. Cuando finalmente lo logran ya ha amanecido, y es inculpado de un delito grave: equipararse con Dios, asumiendo que él es el Mesías (lo cual era cierto), ofensa grave para los judíos, y entonces deciden llevarlo ante Pilato para pedirle que lo sentencie a muerte, ya que ellos estaban impedidos de dar dicha sentencia y ejecutarla.  

Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1-2,11-14; Mr. 15.1-5; Jn. 18.28-38)
1  Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato.
2 Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
3 Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices.
4 Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
5 Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

Sin embargo, vemos que Pilato (no sabemos qué tanto sabía de Jesús, tal vez muy poco o nada, salvo lo que su esposa le había dicho a través de un mensaje) no lo encuentra culpable. Una de las técnicas con la que los policías descubren un delincuente es su actitud sospechosa. Pilato no descubre signos de culpabilidad. Sabemos que el interrogatorio fue mucho más largo (Véase el cap. 21 del evangelio de Juan) pero también hubo un escrutinio del lenguaje no verbal el Señor, pues Pilato lo ha de haber escudriñado a fondo, como buen observante de la ley romana. Y es muy seguro que lo que Jesús manifestaba con su actitud, sus gestos, su mirada, su postura, el tono de su voz, era alguien completamente ajeno a la acusación que le hacían los judíos.
Frustrada la primera intentona, los judíos vuelven a machacar de otra forma su interés en que Pilato lo encuentre culpable: “Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí”.
            Y este segundo argumento falla, pues al saber Pilato que provenía de Galilea, lo remite con Herodes. Y de esa manera intenta zafarse del problema.
            Hay que entender cómo era el tipo de justicia romana. Para los romanos la ley era sumamente respetable. Al fin de cuentas, ellos fueron los que afinaron la jurisprudencia que influyó en el mundo. Ellos fueron, por ejemplo, los inventores del luris civilis (el Derecho civil), parte importante del Derecho romano de la historia. Hacía el año 550 se compiló este código por orden del emperador Bizantino Justiniano (527-565).
            Y ellos respetaban de gran manera su ley. De modo tal que Pablo, cuando fue encarcelado injustamente en Éfeso, con sólo declarar que él era ciudadano romano, los detiene y se ven obligado a respetar sus derechos. Asimismo sucedió en Judea cuando querían lincharlo. Cuando lo detienen y saben que es ciudadano romano lo someten a un proceso judicial propio de ciudadano, y por ello se alargó años hasta concluir en Roma.
            Pilato, aunque se dice que era un hombre rudo, cruel, implacable, no podía pasar por alto las leyes que regían al imperio. Por ello, no lo sentencia de inmediato. Tendrá que pasar algo que lo obligue, como lo veremos más adelante.

Jesús ante Herodes
6 Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo.
7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
8 Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.
9 Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió.
10 Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.
11 Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato.
12 Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.

El encuentro del Señor con Herodes fue otro fracaso para los judíos. A Herodes no le importaba si había quebrantado una ley judía o romana, él quería espectáculo: “Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal”. Él sí sabía de Jesús. Cuando tuvo noticias por primera vez fue cuando creyó que era Juan el Bautista redivivo (9:7–9), pero al parecer, ahora ya se había repuesto y sólo tenía curiosidad y quería ver lo que había oído sobre sus portentosos milagros; de modo que se puso feliz porque quería ver algún truco, como si Jesús fuera un mago. Tal vez se frotó las manos, se acomodó en su sillón, tal vez pidió una copa de vino y… nada. Entonces lo acosó a preguntas. Nada. Silencio. Estaba tan decepcionado de que ni siquiera escuchó las acusaciones. Frustrado, lo menosprecio (lo hizo menos) y escarneció (se burló hirientemente) a Jesús vistiéndolo con ropas lujosas, es decir, lo ridiculizó, y lo regresó a Pilato.
            Pilato por su parte, a pesar de que le habían regresado el problema, se puso feliz: Herodes coincidía con él en su apreciación, al no haber dictado alguna sentencia.  

Jesús sentenciado a muerte
(Mt. 27.15-26; Mr. 15.6-15; Jn. 18.38--19.16)
13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,
14 les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis.
15 Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.
16 Le soltaré, pues, después de castigarle (limpiarlo).
17 Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.
18 Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: !!Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!
19 Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio.
20 Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús;
21 pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: !!Crucifícale, crucifícale!
22 Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré.
23 Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.
24 Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían;
25 y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Pilato convoca a un grupo muy amplio. Dice un comentarista, que quizá tenía la esperanza de encontrar Jesús simpatía, apoyo en la gente. Y les anuncia: “ya ven, ni Herodes lo ha hallado culpable”. Así que lo soltaré, declara categórico. Ya me imagino la frustración de los judíos. Su plan estaba a punto de irse a la basura. Y si esa oportunidad se les iba ya no podrían hacer nada contra Jesús. Entonces, nos dice Mateo 27:20: “Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto”.
            La vida humana consiste en ELEGIR. La vida nos enfrenta todos los días a decisiones, algunas con implicaciones de bajo impacto, otras sumamente trascendentales. La decisión de seguir a Cristo es la más trascendental. Esto me hace recordar esa maravillosa decisión de Josué: “Yo y mi casa seguiremos a Jehová”.
            Y cada día debemos tomar las mejores decisiones, y qué mejor que seguir al Señor cada día, leyendo su palabra, orando, obedeciendo, es decir, decidiendo no pecar sostenidos por su poder. Dice ese corito maravilloso: “He decidido seguir a Cristo…”
            Los judíos ese aciago día tomaron una decisión terrible: “Fuera éste y suéltanos a Barrabás”. Y lo reiteran: Crucifícale, crucifícale… Y dice en mateo 27:25: “Y respondiendo todo el pueblo, dijo: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”. Qué terrible decisión.
Por eso cuando el Señor llora ante la visión de la ciudad de Jerusalén dice: “y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”. Esta elección confirmaba la desgracia que estaba por venir. Y este desconocimiento no es algo del que no fueran responsables, sino que “eligieron” ignorar, neciamente, y pedir que la sangre cayera sobre ellos, y no que los redimiera.
Cuántas personas están en esa misma situación y deciden ignorar y perder la más grande oportunidad. Dicen en la estación de Radio BBN: “Se ha preguntado donde pasará la eternidad”.
            Tomada la decisión, todavía Pilato les da una tercera oportunidad: “Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré”. Y la respuesta es: “Crucifícale” Y como seguía reacio, nos dice Mateo, lo extorsionaron al amenazarlo con denunciarlo ante Roma de que no era amigo de Roma. “Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone”, Juan 19:12.
            Pilato entonces toma la decisión, lavándose las manos (Mateo 27:24).

Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt. 27.32-56; Mr. 15.21-41; Jn. 19.17-30)
26 Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.

Este pasaje es sumamente doloroso. Extenuado el Señor, no puede cargar la cruz. Esta indicación nos habla de que su forma “de siervo” eran igual a la nuestra. Si bien hizo muchos milagros, no tenía superpoderes. Y tuvieron a que tomar a un hombre que casualmente estaba por allí. Es seguro que Simón de Cirene era un hombre fuerte. Nos dice la historia que la manera de llamar a alguien a un servicio obligatorio era pegar levemente con la parte plana de la espada sobre el hombro. Y nadie se podía negar. Simón obedeció y es seguro que, en contra de su voluntad, cargar con un pesado madero desde las calles de Jerusalén hasta el Calvario.
            Marcos hace una acotación sobre Simón y dice: “padre de Rufo “lo cual nos hace pensar que eran dos personas conocidas. Entrañables de la iglesia cristiana, porque era fácilmente ubicable su relación y no sabemos cómo este acto obligatorio lo impactó, le cambió la vida.

27 Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.
28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.
30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
31 Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

No sé si estas mujeres eran plañideras de oficio o eran mujeres que realmente lo conocían y por eso estaban tristes. Yo me inclino a lo segundo por la respuesta del Señor: “si en el árbol verde hacen estas cosas, en el seco, ¿qué no se hará?”, es decir, la leña verde es difícil de quemar, no así el seco. De modo que podemos interpretar que eso hacían con el inocente (y ellas seguramente lo sabían) que no harían con los que realmente fuesen encontrados como culpables. Y eso fue lo que sucedió en el año 70 con la destrucción de Jerusalén y la masacre terrible. Es decir, aquí el Señor reitera su profecía sobre la destrucción de la ciudad. Y cita una profecía de Oseas 10:8: “Y los lugares altos de Avén serán destruidos, el pecado de Israel; crecerá sobre sus altares espino y cardo. Y dirán a los montes: Cubridnos; y a los collados: Caed sobre nosotros”.

32 Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.
33 Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Aquí se cumple una profecía de Isaías 53:12 “Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”.

34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
36 Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
38 Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.

Lo natural en el mundo es la venganza, pero no así en el cristianismo, en cuyo mayor ejemplo es el del Señor cuando estaba en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Este es uno de los mayores gestos de amor y Jesús lo hizo en un momento terrible, dejando con ello la enorme lección sobre el perdón, algo tan difícil en el ser humano, pero quien está en Cristo puede y debe hacerlo.

Otra profecía al respecto, en el Salmo 22:6-8, predice las burlas: “Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó al Señor; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía.”
            Estas burlas eran de satisfacción. Después de muchas dificultades, habían logrado su cometido y con ello, pensaban, terminaban con el problema, como expresa el dicho popular: “Muerto el perro, se acabó la rabia”, pero oh sorpresa, contra toda lógica, su muerte agrandó el problema para ellos.

39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Este hecho singular de que un malhechor, envuelto en injurias, una chispa de fe al pedirle a Cristo que se acuerde de él cuando venga en su reino. Un gran poeta argentino, Jorge Luis Borges, escribe un poema al respecto, cuyo fragmento más interesante dice:

En su tarea
última de morir crucificado
oyó, entre los escarnios de la gente,
que el que estaba muriéndose a su lado
era Dios y le dijo ciegamente:

Acuérdate de mí cuando vinieres
a tu reino, y la voz inconcebible
que un día juzgará a todos los seres
le prometió desde la Cruz terrible

el Paraíso. Nada más dijeron
hasta que vino el fin, pero la historia
no dejará que muera la memoria
de aquella tarde en que los dos murieron.

Si lo vemos con frialdad, esa petición es una locura. ¿Cómo se le ocurre a un malhechor hacer tal solicitud?”. Dirían algunos, perdón debería pedir, no misericordia. Y la respuesta del Señor nos enseña que ante Dios nunca es demasiado tarde para acercarnos a él solicitando su misericordia. Nunca.
            Por otra parte, la respuesta es altamente significativa: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. De cierto, de cierto significa ten la certeza, es completamente seguro que, en el paraíso. Dice un comentarista: “La palabra paraíso es un término persa que significa jardín amurallado. Cuando un rey persa quería honrar de una manera especial a uno de sus súbditos, lo invitaba a acompañarlo, a pasear por su jardín. Jesús le prometió al ladrón arrepentido algo más que la inmortalidad. Le prometió el honroso puesto de acompañante en el jardín en los atrios del cielo”. (William Barclay)
            Ese jardín amurallado es el cielo, donde nadie pueda entrar si no es por la puerta: Jesús.

44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
45 Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad.
46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
47 Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.

Este es el momento culminante el sol se eclipsó. Podemos decir que fue esa hora el momento más oscuro en la historia de la humanidad, en el que se sintió la ausencia de Dios. A pesar de que el mundo sea un caos y reine el pecado azuzado por el príncipe de este siglo, no hay total oscuridad. La presencia de Dios se siente en la naturaleza y en los redimidos del Señor que hacen un contrapeso al pecado que no permiten su libre y total expresión.
            El sol se eclipsó, pero hubo otro hecho importante: el velo se rasgó. Nunca más la presencia de Dios estaría ajena al mundo, a la gente. Ahora todo mundo podría tener acceso a través de Cristo.
            Y llama la atención que, hasta un no judío, y, además, soldado, vislumbre un atisbo de la grandeza de Cristo.  Y la multitud, que se había dejado manipular por los principales judíos, es en este momento que reconocen su error y “se golpean el pecho” en señal de duelo, de dolor. Y el duelo sólo se realiza con alguien de estima o de valor.
            Los seguidores del Señor, tal vez por miedo, observaban a la distancia.

Jesús es sepultado
(Mt. 27.57-61; Mr. 15.42-47; Jn. 19.38-42)
50 Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo.
51 Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos,
52 fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
53 Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.
54 Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.
55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.
56 Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.

Para que se cumpliera la escritura, que dice en Isaías 53:9“: Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.”
            Es admirable la osadía de José de Arimatea de pedirle al mismo Pilato el cuerpo del Señor. Quizá fue en este momento que su silencioso seguimiento de Jesús, por temor, como dice Juan 19:38, aquí cambia radicalmente y hace un acto que le iba a generar problemas con los del Sanedrín, pues él era miembro de ese grupo.
            A pesar de hacer una crítica del carácter de José los otros tres evangelios lo caracterizan benevolentemente. Un «hombre rico» según San Mateo; un hombre «ilustre» según San Marcos; «persona buena y honrada» según San Lucas; «...que era discípulo de Jesús» según San Mateo. Marcos comienza señalando que José, compartiendo la visión de la venida del Reino de Dios (lo cual Lucas 23:51 repite), entró "osadamente" a pedirle el cuerpo de Jesús a Pilato (15:43). Lucas añade que este varón "no había consentido en el acuerdo ni en los hechos" de los líderes religiosos.
            Y tal vez sin querer se convirtió en agente del cumplimiento de la profecía y ese acto hizo que su osadía se registrara positivamente en la historia, de otra manera nadie supiera sobre él.
            Y después, en un amoroso acto, lo envuelve en sábanas y lo pone en una tumba nueva, que es posible tuviera un alto costo, tal vez era para su uso personal.  Hay un canto que dice: “¿Qué te daré maestro?”. Si Dios no escatimó a su hijo, nosotros como José de Arimatea, no debemos de escatimar para Dios nada, y entregarle lo más preciado para nosotros: nuestra vida, nuestra voluntad, nuestros pensamientos, nuestra obediencia.
            Este capítulo termina con una acción hermosa de las mujeres. Es sorprendente que, en ese momento de la historia del mundo, las mujeres no eran consideradas ni siquiera ciudadanos, pero aquí tienen un rol relevante, importante, valioso. Y son ellas las que siguieron las acciones de José de Arimatea y vieron dónde había sido sepultado Jesús. Es decir, le fueron fieles más allá de la frontera de la pérdida de la esperanza. Hay que considerar que a pesar de que les había dicho que iba a resucitar, ninguno de ellos lo creía.
            El capítulo 24 narra la segunda parte de este hecho glorioso: su resurrección.



ESTUDIO SOBRE APOCALIPSIS 20: Los mil años

Jeremías Ramírez El tema principal de este capítulo 20 es ese periodo de tiempo denominado “Milenio” y que ha sido causa de enorme discusión...