martes, 20 de julio de 2021

ESTUDIOS SOBRE HEBREOS CAPÍTULO 12

Jeremías Ramírez 

Después de una larga explicación comparativa entre el viejo y el nuevo pacto, de subrayar la relevancia de nuestro gran Sumo sacerdote, Jesús, y resaltar la importancia de la fe en el creyente, llega al capítulo 12 para impartir un mensaje exhortación sumamente valioso.

Nos pide al inicio que corramos con paciencia puestos los ojos en Jesús, y que si pasamos por sufrimientos, consideremos que nuestro Señor utiliza estas circunstancias para nuestro bien, aunque sean desagradables. Esos momentos de sufrimiento nos permiten concentrarnos en el Señor y dejamos de distraernos por los atractivos del mundo. A través de las circunstancias adversas Dios nos disciplina, es decir, nos instruye en su camino. Una vez comprendido esto, nos pide que levantemos las manos caídas y movilicemos las rodillas paralizadas y que hagamos sendas derechas para nuestros pies desechando todo aquello que turce nuestro camino, pues no nos hemos acercado al monte Sinaí, sino al monte de Sion, a la ciudad de Dios vivo, atendiendo sus amonestaciones no desechándolas, porque nuestro Dios es fuego consumidor.

En pocas palabras este es un resumen del mensaje de este capítulo. Vayamos a la lectura y al análisis.

Puestos los ojos en Jesús

1.  Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,

2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

La metáfora deportiva es muy ilustrativa de la carrera del cristiano. En primer lugar destaca que a nuestro derredor hay una gran nube de testigos, como los vemos en un estadio deportivo, y muchos están observando nuestro desempeño. Pero, ¿Quiénes son estos espectadores? 

Primero veamos que dice “Por tanto, nosotros también…”, haciendo referencia a los que nos precedieron, los antiguos, los héroes de la fe, los profetas, quienes fueron objeto de observación tanto de los mismos israelitas, como de la gente de los pueblos vecinos y de las huestes celestiales. Por ejemplo, Job era observado con atención por Satanás. 

Nosotros creemos a veces que nadie ve lo que hacemos, que podemos pasar de incógnitos, como la demás gente, la masa, dicen los sociólogos, pero la verdad es que no. Nuestro testimonio, bueno o malo, es observado “por una nube de testigos”, y por ello es muy importante el compromiso de despojarnos del peso y del pecado que nos impide correr con libertad. 

Los antiguos atletas griegos, para competir, se quitaban la ropa y corrían desnudos, sin estorbos. Estos estorbos son en nosotros nuestros compromisos mundanos, nuestras ambiciones, nuestras rencillas, nuestra pereza, nuestra falta de fe, nuestra apatía. Y para que todo ello se vaya de nosotros debemos de pedir al Señor que nos ayude a quitarlo de nuestra vida y seamos capaces de volar como las águilas. 

Pero el mayor impedimento es el pecado, el cual, por una u otra causa, es dificil de erradicar y seguimos atesorando los que más nos gustan y que a veces creemos que son inofensivos. Es hora de eliminarlo con el poder del Señor cuya sangre tiene el poder de limpiarnos de toda maldad.

Una vez hecho lo anterior, corramos con paciencia. ¿Qué significa correr con paciencia? Que no importa qué tan larga es la ruta o incomprensible lo que hagamos para el Señor y para nuestros hermanos, es importante que no desmayemos, aunque parezca que nada pasa, aunque sintamos que vamos corriendo solos o que nadie nos toma en cuenta, sigamos esforzándonos sin desmayar. Estamos en la carrera más importante de nuestra vida, y por ello debemos tener claro el rumbo.

Y para mantener el rumbo hay que poner los ojos en nuestro Salvador. No perderlo de vista, no olvidarnos de él, Por lo que debemos leer nuestra Biblia todos los días para tener presente su palabra, y debemos orar, orar sin cesar, haciendo partícipe al Señor en todas nuestras decisiones.

3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.

Al leer nuestra Biblia, particularmente los evangelios, vemos al Señor cómo es asediado por los fariseos, los saduceos, los herodianos, los escribas y hasta por sus familiares. Por eso dice “que sufrió tal contradicción de pecadores”. Nosotros, si andamos en el Señor, también vamos a sufrir oposición, incluso de quienes amamos. Si el Señor es nuestro ejemplo, nuestro modelo a seguir, y vemos que él sufrió tal oposición, nosotros también vamos a padecer, pero no hay que tener miedo pues está de nuestro lado aquel que dijo “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo”. (Juan 16:33)

4 Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;

Por lo visto, los destinatarios de esta carta aun no habían sufrido persecución física ni nadie había muerto. La lucha contra el pecado puede ser simplemente con críticas o infundios o mentiras, pero puede subir de nivel hasta ser encarcelados, azotados, y asesinados, como le sucedió a los discípulos, a muchos creyentes de esa época y de varias épocas a lo largo de la historia. Actualmente hay muchos de nuestros hermanos que sufren persecución, como dan fe organizaciones como “Puertas abiertas”.

5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:

Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,

Ni desmayes cuando eres reprendido por él;

6 Porque el Señor al que ama, disciplina,

Y azota a todo el que recibe por hijo.

Aquí reproduce una cita de Proverbios 3:11-12, en la que vemos que los antiguos hebreos ya sabían que Jehová cuidaba de sus hijos y los disciplinaba, y ese mismo cuidado, al transcribirlo el autor en esta carta, nos corrobora que Dios nos sigue disciplinando de ese modo. 

El apóstol Pedro nos advierte: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese…” (1 Pedro 4:12). Para un cristiano no hay nada extraño ni fortuito, porque además debemos tener siempre presente que “todas las cosas (es decir, todo lo que nos sucede) ayudan a bien a los que a Dios aman…” (Romanos 8:28).

7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?

8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.

9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?

10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.

Un buen padre corrige y disciplina su hijo. Actualmente estamos viendo una tragedia generacional de padres que no quieren corregir a su hijos. Uno de los factores que ha disparado la delincuencia ha sido precisamente esa falta de disciplina y, por ende, falta de amor. Detrás de un niño mal portado hay un padre indolente. Pero nuestro Dios es un padre perfecto, por eso nos disciplina perfectamente a través de las circunstancias dificiles de la vida y, como buenos hijos, tomando en cuenta este maravilloso amor de Dios, tenemos que aprender no sólo a soportar la disciplina sino a aprender de ella, aunque no siempre queramos hacerlo. Las reacciones que tenemos ante la disciplina del Señor puede ser de cinco formas:

1) Aceptar resignadamente. Pero quien se resigna, simplemente queda amargado y no alcanza a ver la mano amorosa de Dios, ni aprovecha sus enseñanzas. En el fondo nos queda un resabio de amargura.

2) Aceptar con el gesto ceñudo, como un niño que le incomoda el regaño, y que lo acepta a disgusto, es igual que el anterior pues nos privamos de crecer y aprender.

3) Podemos aceptarla con un complejo de víctima. En el fondo hay un ¿por qué a mi si hay otros peores que yo? También nos deja al margen de la bendición de la disciplina.

4) Podemos aceptarla como un castigo que se impone y entonces nos pasamos la vida tratando de encontrar la causa por la que fuImos castigados. Si la encontramos hay cierta resignación; si no la encontramos, podemos creer que no merecíamos tal castigo, que Dios es injusto.

5) O la podemos aceptar con la expectativa de que nos viene de un padre amoroso, y que podemos aprender y crecer y ser mejores cuando termine el proceso. Job aprendió a ver a Dios ya no de oídas sino directamente. Un hermano de Bulgaria, tras 11 años en las cárceles comunistas, aprendió a ver el poder de Dios manifestándose en su vida, y en la de sus compañeros de prisión, pues él fue el vehículo para que muchos en esos lugares de tormento tuvieran un encuentro con Dios.

11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

En Santiago 1: 3 leemos que debemos “tener por sumo gozo cuando nos encontremos en diversas pruebas”, pero nos cuesta trabajo hacerlo realidad. Nos esforzamos y lo único que deseamos es que pase pronto la prueba. En esta capitulo de hebreos nos dice por qué nos pasa eso: “porque ninguna disciplina parece ser causa de gozo”. Pero quien confía en Dios sabe que el Señor está con él y que al final saldrá vencedor y con un saldo favorable. Porque todas las cosas ayudan a quienes a Dios aman, leemos en Romanos 8:28, pero como aquí escribe el autor de hebreos, a pesar de ello, “ninguna discIplina al presente suele ser causa de gozo”.  

Esto no contradice lo que está escrito en Santiago, es decir, que el sufrimiento en sí no es la fuente de la que brota el gozo, como cuando recibimos un regalo, pero considerando que es algo que Dios permitió para nuestro beneficio, tenemos que aprender a ver el lado favorable en la prueba. Eso nos permitirá soportarla y a aprovecharla, pulirá nuestra vida para ser semejantes a la de Cristo. Y eso sí debe llenarnos de gozo. Ahora, no es fácil aprenderlo, pero una actitud correcta, como lo vimos anteriormente, nos ayudará a entrar en la sintonÍa adecuada, considerando, dice Barclay, que: “El cristiano sabe que la mano del padre nunca causará a su hijo una lágrima innEcesaria y que todo vale para hacerle a uno más sabio y mejor persona”. 

Los que rechazan la gracia de Dios

12 Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas;

13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.

Así que ánimo, levanten las manos caídas por el desaliento, que se desentuman esas rodillas espirituales inmóviles, y a caminar. Y para que no nos salgamos del camino, hagamos sendas derechas para nuestros pies. En el Salmo 119:105 encontramos una enseñanza para hacer sendas derechas: “Lámpara es a mi pies tu palabra y lumbrera a mi camino”. La palabra nos ayudará a trazar sendas correctas; entonces, a estudiar la palabra y a aplicarla en nuestras vidas. Porque “A quien iremos”, le dice Pedro al Señor, “sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Y en Salmos 119:9:  “¿Con que limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”. 

14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.

Es muy sencillo en este mundo tener pleitos y enemistades, incluso brotan las rencillas por motivo absurdos como el color de piel o las posesiones. Y por ello es tan dificil estar en paz con todos. El apóstol Pablo escribe en Romanos 12:18: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. Es decir, el cristiano debe agotar todos los recursos posibles para estar en paz, y esto significa que aunque nos molesten las actitudes y comportamientos de los demás debemos pedirle al Señor fortaleza para que no nos afecten, y que no los veamos con rencor, sino con misericordia, pues si ellos no conocen al Señor son victimas del pecado y están expuestos a todo mal. 

Ahora bien, la fortaleza que necesitamos para estar en paz con todos viene del Señor. Dice en Proverbios 3:1-2: “Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán”. Si guardamos sus mandamientos, la paz se aumentará”.  

Y la santidad es tan importante pues es lo que nos permitirá ver al Señor pues tal como somos, pecadores, es imposible verlo. ¿Por qué quienes no creen no Dios no lo pueden ver a Dios y por ello creen que no existe? Porque no hay santidad. La santidad (que en griego es la palabra “haguiasmós” la cual una de sus acepciones es separación). Es importante separarnos del modo de vida mundano por la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones. Como hijos de Dios debemos ser notoriamente diferentes en medio de una sociedad pecadora. Insisto: esa diferencialidad proviene de un corazón redimido y la cual debemos cuidar y cultivar, aunque seamos tentados en algunos momentos a ser como todos, a ser como el mundo y comportarnos como tal. Y es muy fuerte la presión social.

15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;

Si no buscamos esa paz y nos fortalecemos con la palabra y la oración los sentimientos negativos surgidos de los conflictos echan raíces y las semillas del rencor impulsan el crecimiento del árbol de la amargura. Y un corazón amargado es altamente tóxico y contagioso y muchos pueden ser contaminados. Por este mundo sin Dios (veamos las redes sociales) corren ríos tóxicos de amargura y odio. Y a veces estas aguas amargas salen de corazones de hijos de Dios de quienes deberían brotar “ríos de agua viva”.

16 no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.

17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.

Oh, Esau, Esaú. ¿Por qué cambió el privilegio y la bendición de la primogenitura por un plato de lentejas? ¿Qué significaba esa primogenitura? El hecho de que el autor de Hebreos le diga a Esaú “profano”, nos permite entender muchas cosas. La palabra “profano”, viene del latín profanus y significa pro = fuera y fanum = templo", fuera del templo". Además la raíz de la palabra “fornicario” es “vender”, lo cual tiene relación con lo que hizo Esaú con su primogenitura. En Génesis 25:31 dice: “Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura”. Y en el 33 se nos dice: “y le vendió a Jacob su primogenitura”. 

¿Por qué se la vendió? Porque Esaú le daba más importancia a sus apetitos carnales, y quien tiene esta actitud desprecia la bendición que Dios otorgaba a los primogénitos. A Esaú no le interesaba Dios ni la proyección de si mismo en las edades por venir. Era un profano y un fornicario quien además esto se reafirma cuando se ligó a mujeres heteas, conocidas por su permisividad moral y que fue disgusto para sus padres (Génesis 26: 34-35): “Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca”. 

18 Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad,

19 al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más,

20 porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo;

21 y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;

22 sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,

23 a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

24 a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.

Del versículo 18 al 24 hace un comparativo entre la relación existente entre Dios y los hombres. En el antiguo pacto era de miedo, de terror y este temor los vemos claramente cuando Moisés recibe la ley en monte Sinaí, experiencia insoportable y terrible que dejó a Moisés espantado y temblando. Pero los cristianos no nos hemos acercado a este monte sino a Sion, donde la mediación de Cristo permite una relación con Dios tersa, amable y amorosa. Y como no tiene nada de terrible la gente duda si es posible llegar a Dios a través de Cristo. Incluso los discípulos no alcanzaban a verlo. Felipe le dijo al Señor: “…muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? (Juan 14:8-9).

Ahora bien, es la sangre de Cristo la que nos asegura esta nueva relación con el padre, y el autor de Hebreos nos dice que habla mejor que la de Abel. La de Abel hablaba de venganza. En Génesis 4:10 vemos que Dios le dijo a Caín: “La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”. En cambio la del Señor, es una llave poderosa de amor. Leemos en Hebreos 9:14: “¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.

Ahora bien, como creyentes debemos dar la importancia debida al Señor Jesús y a su obra en nuestras vidas. 

26 La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo.

27 Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles.

Vivimos en un mundo que cambia todos los días, un mundo pasajero que como leemos en Santiago 1:11: “Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas”. Por ello, finalmente todo será conmovido para dar paso a una realidad inconmovible.

28 Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;

29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.

¿Y si ya somos ciudadanos de un reino inconmovible, cuál debe ser nuestra actitud? Una sola: GRATITUD. La gratitud es el indicador de que hemos aprendido a valorar el gran precio de nuestra salvación y de la promesa que se nos hace como hijos de ir a vivir con Cristo en las mansiones celestiales. El agradecimiento no es una respuesta verbal amable, sino el profundo reconocimiento de la obra de Dios y como resultado de ese reconocimiento brotará de nuestro corazón un enorme sentido de gratitud por el salvador que dio su vida por nosotros. Y es esta actitud agradecida la que nos permite agradar a Dios. Y no olvidemos que nuestro Dios es fuego consumidor.



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