Podemos controlar en cierta medida la conducta, pero la
mente es un territorio salvaje que es imposible controlar, por lo que sumamente
necesario rendirlo a Dios pues la salud espiritual y emocional depende de que
este territorio encuentre orden y paz.
Por ello, el apóstol Pablo escribe a los Romanos la
importancia de la transformación de nuestra mente, de nuestro entendimiento,
con un objetivo sumamente importante y vital en el ser humano.
Dice Mateo 6:33 que busquemos primeramente (ponernos en
acción para encontrar como prioridad principal) el Reino de Dios, es decir, el
gobierno de Dios en nuestras vidas. Y un territorio muy nuestro que se debe
rendir a su reinado es nuestra mente, para que podamos decir como David
Salmo 19:
Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti”.
Es decir, lo que pensamos a diario que gratificante para Dios.
Si alguien pudiera oír lo que pensamos, seguramente se espantaría…
Ahora bien, el problema es COMO LOGRARLO, pues mucho de lo
que pensamos no surgió de la nada sino que fue sistemáticamente implantado a lo
largo de los años con la educación y ejemplos que recibimos de quienes nos
rodearon desde que nacimos. Y luego, ya encarrilados, nosotros fuimos
contribuyendo en eso que llaman, “la formación de nuestro criterio”, forjándose
tan fijamente en nosotros que nos es imposible cambiarlos, quizá sólo podemos
hacer ajustes pequeños.
Y esto es así porque poner en orden nuestros pensamientos es
entrar en franca rebeldía con la lógica de los valores, enseñanzas y
experiencias que hemos recibido. Y todo ellos, definidos por el pecado, nos
impide tener una relación con Dios, encontrar a Dios, como les sucedió a los judíos
de tiempos del Señor-
Por ello, cuando somos llamados por Dios, el primer paso es
el reconocimiento de nuestra forma errónea de vivir (y de pensar) y el deseo de
ser cambiados.
Cuando finalmente decidimos aceptar a Dios experimentamos un
choque frontal con los valores de nuestro entorno social y familiar. Pero,
cuando pasa el tiempo, muchos vamos contemporizando con nuestro medio ambiente
y digamos que vamos perdiendo fuerza y queda en nosotros una combinación de
valores, de costumbres mundanas y cristianas. De modo tal que como cristianos vivimos
escindidos entre dos mundos: el de Dios y el de la Tierra, como decía Salomón,
el que opera “debajo del cielo”.
Con el tiempo vamos justificando muchos aspectos del mundo,
sobre todo aquellos que nos gustan y/o que no nos parecen tan malos ni en
contra totalmente de Dios, pero que a la larga vamos observando que ponen
distancia y obstáculos entre nosotros y Dios.
Es por ello muy importante lo que escribe Pablo en Romanos.
Romanos 12:2
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad
de Dios, agradable y perfecta.
Sólo es posible comprobar la voluntad de Dios (indispensable
para ser parte del Reino) renovando nuestro entendimiento, es decir, cambiando
nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestros paradigmas.
Pero es aún más específico y más acorde al Salmo lo que
escribe en Filipenses 4: 8
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto,
todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si
hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.
Fue precisamente en el desorden del reino de la mente que
llevó al Señor a desatar el diluvio. Leemos en
Génesis 6:5:
Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que
todo designio de los pensamientos
del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
Cuando Dios nos dio vida esta transformación llegó hasta ese
territorio salvaje: nuestra mente.
Efesios 2:1-3
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros
delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales
también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne,
haciendo la voluntad de la carne y de
los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los
demás.
Hebreos 4: 12
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda
espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón.
Desde
tiempos del Antiguo Testamento veían la importancia de los pensamientos y la
calidad de estos en función de la integridad moral.
Pr 12:5
Los pensamientos de los justos son rectitud; más los consejos de los
impíos, engaño.
Por ello, en épocas de oscuridad, los profetas recomendaban
a los israelitas:
Jeremías 4:14
Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta
cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?
Ahora bien, podemos estar de acuerdo en lo antes dicho pero
el verdadero problema, el quid del asunto, es cómo cambiar mis ideas, si son
como animales salvajes y escurridizos. Y cuando nos proponemos no pensar en
algo o pensar de manera diferente, nos encontramos que caemos una y otras vez en
los viejos modelos de pensamiento.
¿Cuál es entonces la clave para el cambio, de la
transformación?
Clave para cambiar
los pensamientos
Las filosofías orientales y de superación personal creen que
la clave está en uno mismo. Uno es quien tiene el poder de hacerlo. Y bueno, en
parte esto es verdad. Una buena disciplina mental permite obtener resultados
bastante aceptables.
Pr 20:18
Los pensamientos con consejos se ordenan…
Pero hay en el fondo oscuro una región intocable y que puede
saltar en cualquier momento. La respuesta definitiva al problema está en Dios:
Pr 16:3
Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos será afirmados.
Y para ceder el poder de nuestros pensamientos a Dios se
pude realizar de golpe o bien, como en la mayoría, a través de un proceso lento
que viene a través de la sabia instrucción de su palabra, es decir, con la
enseñanza de la palabra de Dios, con la meditación, con la lectura continua de
la Biblia bajo el influjo del Espíritu Santo, es como de pronto advertiremos
que nuestras viejas ideas se van desgastando y van dando paso a las nuevas…
Otro factor de suma importancia es la oración. El apóstol
Santiago dice en su carta:
Santiago 1:5
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el
cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
Y falta de sabiduría podemos traducirla como pensamientos
correctos, justo, lúcidos, acordes a la voluntad de Dios.
Y una vez logrado ese cambio gradual o súbito debemos estar
seguros que Dios salvaguardará ese logro.
Filipenses 4: 7
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en
Cristo Jesús.
Si Dios no guarda nuestros pensamiento el resultado puede
ser incluso catastróficos.
Santiago, mencionarlo, de donde vienen las guerras.
Santiago 4:1
¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de
vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
Ahora vemos, en esta breve exposición, la importancia de
nuestros pensamientos, la importancia de que su control esté bajo el dominio de
Dios. ¿Queremos vivir en paz, haciendo lo recto delante de los hombres y de
Dios?, ya sabemos ahora el secreto.