martes, 16 de febrero de 2016

CÓMO DOMINAR NUESTROS PENSAMIENTOS NEGATIVOS


Podemos controlar en cierta medida la conducta, pero la mente es un territorio salvaje que es imposible controlar, por lo que sumamente necesario rendirlo a Dios pues la salud espiritual y emocional depende de que este territorio encuentre orden y paz.  

Por ello, el apóstol Pablo escribe a los Romanos la importancia de la transformación de nuestra mente, de nuestro entendimiento, con un objetivo sumamente importante y vital en el ser humano.

Dice Mateo 6:33 que busquemos primeramente (ponernos en acción para encontrar como prioridad principal) el Reino de Dios, es decir, el gobierno de Dios en nuestras vidas. Y un territorio muy nuestro que se debe rendir a su reinado es nuestra mente, para que podamos decir como David

Salmo 19:
Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti”.

Es decir, lo que pensamos a diario que gratificante para Dios. Si alguien pudiera oír lo que pensamos, seguramente se espantaría…

Ahora bien, el problema es COMO LOGRARLO, pues mucho de lo que pensamos no surgió de la nada sino que fue sistemáticamente implantado a lo largo de los años con la educación y ejemplos que recibimos de quienes nos rodearon desde que nacimos. Y luego, ya encarrilados, nosotros fuimos contribuyendo en eso que llaman, “la formación de nuestro criterio”, forjándose tan fijamente en nosotros que nos es imposible cambiarlos, quizá sólo podemos hacer ajustes pequeños.

Y esto es así porque poner en orden nuestros pensamientos es entrar en franca rebeldía con la lógica de los valores, enseñanzas y experiencias que hemos recibido. Y todo ellos, definidos por el pecado, nos impide tener una relación con Dios, encontrar a Dios, como les sucedió a los judíos de tiempos del Señor-

Por ello, cuando somos llamados por Dios, el primer paso es el reconocimiento de nuestra forma errónea de vivir (y de pensar) y el deseo de ser cambiados.

Cuando finalmente decidimos aceptar a Dios experimentamos un choque frontal con los valores de nuestro entorno social y familiar. Pero, cuando pasa el tiempo, muchos vamos contemporizando con nuestro medio ambiente y digamos que vamos perdiendo fuerza y queda en nosotros una combinación de valores, de costumbres mundanas y cristianas. De modo tal que como cristianos vivimos escindidos entre dos mundos: el de Dios y el de la Tierra, como decía Salomón, el que opera “debajo del cielo”.

Con el tiempo vamos justificando muchos aspectos del mundo, sobre todo aquellos que nos gustan y/o que no nos parecen tan malos ni en contra totalmente de Dios, pero que a la larga vamos observando que ponen distancia y obstáculos entre nosotros y Dios.

Es por ello muy importante lo que escribe Pablo en Romanos.

Romanos 12:2
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Sólo es posible comprobar la voluntad de Dios (indispensable para ser parte del Reino) renovando nuestro entendimiento, es decir, cambiando nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestros paradigmas.

Pero es aún más específico y más acorde al Salmo lo que escribe en Filipenses 4: 8
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.

Fue precisamente en el desorden del reino de la mente que llevó al Señor a desatar el diluvio. Leemos en  Génesis 6:5:

Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.

Cuando Dios nos dio vida esta transformación llegó hasta ese territorio salvaje: nuestra mente.

Efesios 2:1-3
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Hebreos 4: 12
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

            Desde tiempos del Antiguo Testamento veían la importancia de los pensamientos y la calidad de estos en función de la integridad moral.

Pr 12:5
Los pensamientos de los justos son rectitud; más los consejos de los impíos, engaño.

Por ello, en épocas de oscuridad, los profetas recomendaban a los israelitas:

Jeremías 4:14
Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?

Ahora bien, podemos estar de acuerdo en lo antes dicho pero el verdadero problema, el quid del asunto, es cómo cambiar mis ideas, si son como animales salvajes y escurridizos. Y cuando nos proponemos no pensar en algo o pensar de manera diferente, nos encontramos que caemos una y otras vez en los viejos modelos de pensamiento.

¿Cuál es entonces la clave para el cambio, de la transformación?

Clave para cambiar los pensamientos

Las filosofías orientales y de superación personal creen que la clave está en uno mismo. Uno es quien tiene el poder de hacerlo. Y bueno, en parte esto es verdad. Una buena disciplina mental permite obtener resultados bastante aceptables. 

Pr 20:18
Los pensamientos con consejos se ordenan…

Pero hay en el fondo oscuro una región intocable y que puede saltar en cualquier momento. La respuesta definitiva al problema está en Dios:

Pr 16:3
Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos será afirmados.

Y para ceder el poder de nuestros pensamientos a Dios se pude realizar de golpe o bien, como en la mayoría, a través de un proceso lento que viene a través de la sabia instrucción de su palabra, es decir, con la enseñanza de la palabra de Dios, con la meditación, con la lectura continua de la Biblia bajo el influjo del Espíritu Santo, es como de pronto advertiremos que nuestras viejas ideas se van desgastando y van dando paso a las nuevas…

Otro factor de suma importancia es la oración. El apóstol Santiago dice en su carta:

Santiago 1:5
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

Y falta de sabiduría podemos traducirla como pensamientos correctos, justo, lúcidos, acordes a la voluntad de Dios.

Y una vez logrado ese cambio gradual o súbito debemos estar seguros que Dios salvaguardará ese logro.

Filipenses 4: 7
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Si Dios no guarda nuestros pensamiento el resultado puede ser incluso catastróficos.

Santiago, mencionarlo, de donde vienen las guerras.

Santiago 4:1
¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?


Ahora vemos, en esta breve exposición, la importancia de nuestros pensamientos, la importancia de que su control esté bajo el dominio de Dios. ¿Queremos vivir en paz, haciendo lo recto delante de los hombres y de Dios?,  ya sabemos ahora el secreto.

domingo, 7 de febrero de 2016

EL PODER DE LA FE


“Cuando llegaron a la multitud, se le acercó un hombre, que arrodillándose delante de El, dijo: Señor, ten misericordia de mi hijo, porque es epiléptico y sufre terriblemente, porque muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Y lo traje a tus discípulos y ellos no pudieron curarlo. Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo acá. Y Jesús lo reprendió y el demonio salió de él, y el muchacho quedó curado desde aquel momento. Entonces los discípulos, llegándose a Jesús en privado, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo? Y El les dijo: Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Pásate de aquí allá”, y se pasará; y nada os será imposible. Pero esta clase no sale sino con oración y ayuno.
MATEO: 17: 14-21

“Decirle a un monte que se pase de aquí para allá” significa poder montarnos en el poder de Dios y hacer maravillas. ¿Pero, cómo podemos montarnos en su poder? Su poder nos queda tan lejano, tan ajeno, y henos aquí, criaturas débiles sujetas a cualquier vaivén de la vida.
Cuando era niño, a mis amigos y a mí, nos gustaba montarnos en los camiones para viajar gratis agarrados de las escalerillas o de algún saliente. Generalmente nos subíamos cuando estaba en movimiento. Para lograrlo teníamos primero que correr a la misma velocidad del autobús.
Así que para “montarnos” en el poder de Dios tenemos que “sintonizarnos”, es decir, correr a su velocidad para montarnos y estando en él, podemos usar su poder guiados por el Espíritu Santo.
¿Cómo lograrlo? Jesús les dice que para sintonizarnos con él hay que desarrollar la fe hasta lograr el tamaño mínimo para estar en sintonía con Dios. La fe es la clave.

Si, la fe, es el gran motor para hacer incluso lo imposible
·      Mt. 8.26. El señor aquietó la tormenta, una muestra de lo que hace la fe.
·      Mt. 9. 22. Hija tu fe te ha salvado
·      Mt. 8:5-13 Jesús sana al siervo de un centurión

La falta de fe produce lo contrario
·      Mateo 14:31. Tomando a Pedro de la mano le dijo “hombre de poca fe”.
·      Lucas 8:25.  ¿Dónde está vuestra fe?

Y es preocupante que un signo del final de los tiempos será precisamente la ausencia de fe. En Lucas 18:8 el Señor plantea en este pasaje a la falta de fe como un afirmación interrogativa. Dice: “¿Hallaré fe?”

Una y otra vez el Señor les demostró a sus discípulos que en realidad no tenían fe. De modo que cuando lo entienden le piden: “Señor, auméntanos la fe”. (Lucas 17: 25)

¿Pero, cómo se desarrolla la fe?

El señor les contesta en este pasaje con una respuesta similar al pasaje que hemos reproducido al inicio: “Si tuvieres fe como un grano de mostaza…”, pero ahora en vez de montaña pone como ejemplo a un sicomoro, es decir, que pueden hacer que un árbol de este tipo se traslade al mar. Hay que señalar que el sicomoro es un árbol que llega a medir 20 metros de alto y un tallo de 6 de ancho. Es muy grande.
Pero la fe no sólo es un poder que puede alterar lo físico sino también un herramienta importante para comprender lo incomprensible, como dice en Hebreos 11:3: “Por la fe entendemos haber sido constituido el Universo por la palabra de Dios…”. Sin la fe, aunque leamos cientos de veces este pasaje no comprendemos nada. Cuando creemos, el Señor nos revela cómo hizo el universo, algo que los científicos buscan afanosamente analizando cuidadosamente el universo y sus materiales.

¿Pero, cómo se desarrolla la fe?

El apóstol Pablo nos dice una forma. Dice: “La fe viene por el oír”.

¿Oír? ¿Oír qué? En la vida cotidiana muchas de nuestras decisiones vienen por lo que oímos. Si alguien nos cuenta de una oferta interesante, allá vamos. O si en un lugar pasa algo peligroso, no vamos. Hoy los medios influyen muchísimo en nuestras decisiones. Pero esto sucede sólo si creemos en eso que nos dicen. Si no creemos, no hacemos nada o hacemos los contrario.
Oír la palabra de Dios nos permite enterarnos quién es Dios y que puede hacer y qué debemos hacer. El eunuco, cuando Felipe le predicó, de inmediato pidió ser bautizado.
Entonces, podemos afirmar que debemos abrir atentamente nuestro oídos a la palabra de Dios. Es decir, acostumbrarnos a oír su palabra y esto nos va a llevar a que su verdad se implante en nosotros y crezca y empecemos a darle participación a Dios en nuestra vida. Oírla nos va a llevar a pensar y a evaluar todo a la luz de su palabra y cuando de pronto veamos, la fe empezará a florecer en nosotros.
Por ello, cada día abramos nuestros oídos a la palabra de Dios. Yo, cada mañana, oía un noticiero de radio que informa de noticias tan terribles que luego me dejaban en un estado de zozobra. Un día me dije: en vez de oír malas noticias, voy a oír buenas. Desde entonces, cada mañana, antes de empezar el día, abro la Biblia y leo, leo las extraordinarias noticias para un mundo convulso en crisis económicas, inseguridad, contaminación, explotación, terrorismo, narcotráfico, etc. Y su voz resuena entre las malas noticias, de que Él sigue operando en el mundo, de que su gracia, inagotable, sigue vigente y dispuesta a todo aquel que se atreva a tomarla en serio. Que esa oferta de “Venid a mi todos los que estéis cargados y cansados que yo os haré descansar” sigue vigente.

Oración y ayuno

En el pasaje que hemos puesto al inicio, Jesús les responde: “Pero esta clase no sale sino con oración y ayuno”.
¿Qué significa esto? Significa que estas dos actividades son dos formas para desarrollar una fe poderosa, la fe que puede ser capaz hasta de mover algo tan inamovible como las montañas o los sicomoros.
¿Qué es la oración? ¿Cómo puede lograrlo? Cuando el Señor estaba a punto pasar por una las pruebas más espantosa de su vida, fue al Huerto de Getsemaní a orar. Es decir, a ponerse en sintonía con Dios. Y de esa forma, lleno de poder, pudo ir como oveja al matadero y enfrentar el suplicio de la cruz del calvario. Recordemos que era hombre y como hombre tenía las mismas debilidades que nosotros. “La oración es el arma de la boca…” dicen los Rabinos. El Salmo 145:18 dice: “Cercano está Jehová a todos los que le invocan. Y a todos los que le invocan de veras”.
Friedlânder dice: “La oración tiene el efecto saludable de purificar, perfeccionar y ennoblecer nuestro corazón. Ahuyenta los pensamientos malos y nos ahorra, por lo tanto, mucho dolor y aflicción (Cita mencionada en el libro Padre nuestro de William Barclay).
La oración es el instrumento que nos conecta a Dios, es el enchufe. Acuérdense que el Señor dice en Juan: “Yo soy la vida vosotros los pámpanos, sin mí nada podéis hacer”.

¿Y qué es el ayuno? Hay personas que consideran que no hay cosa más importante que la comida. La comida es su culto. Y han creado todo un sistema alimenticio con el cual pretenden resolver todos sus problemas.
            Pero en las épocas bíblicas la situación de la comida era muy diferente que la que existe ahora, a pesar de que la falta de alimento sea hoy un problema para muchos pobres del mundo. Simplemente, imagínense qué tan valiosa era la comida en un lugar donde no había supermercado, ni tianguis, ni tienditas, no Oxxos. Y que no había trabajos físicos, ni pensiones alimenticia a los desempleados, ni comedores asistenciales, nada. De modo que cuando no había cosechas, ni los ricos podían tener alimentos. Es por ellos que quizá comer fuese uno de los placeres más preciados. Y la preocupación central de todos los días.
En este contexto ayunar significaba dejar de satisfacer uno de los deseos más preciados para entrar en comunión con Dios de una forma plena. Hoy podríamos practicar diversos tipos de ayunos: ayuno de diversión, de comodidades, de golosinas, de aquellos que nos es más importante y gastar nuestro tiempo con Dios. Por ejemplo, podríamos ir caminando al trabajo y en ese trayecto ir orando con Dios. O podemos ayunar de diversiones: no ver la tele o ir al cine o escuchar música, sino concentrarnos en el Señor y entrar en momentos de comunión intensa con él. El poder que experimentáramos sería extraordinario.

La frustración de los apóstoles

¿Por qué nosotros no pudimos? Y esa es también nuestra pregunta. ¿Por qué nosotros no podemos hacer los milagros que hicieron los discípulos del Señor después de que Él se fue? En Juan 14: 12 el Señor dijo: “Estas cosas haréis y mayores porque yo voy al Padre”. Entonces, ¿por qué no podemos?
El problema es que queremos usar el poder de Dios estando en tierra, sin habernos llenado de él de su poder. Es como querer viajar velozmente (como podemos hacerlo en un automóvil) sin subirnos al autobús. Cerramos los ojos, apretamos los puños y nada pasa. Esa fue la experiencia de los apóstoles con ese niño enfermo. El poder de Dios no estaba en ellos, porque ellos no se habían subido, no se habían apropiado de ese poder al cual se accede con la llave de la fe.
Sin fe, nada podemos hacer. Leemos en Mt. 16:8 que en previo al momento en que el Señor multiplica los panes, les dijo a sus discípulos: “Dadles vosotros de comer”. Y ellos no pudieron. Por qué. Porque no creían pues “Al que cree, todo puede…” (Mr. 9:23), no a los que no creen.
Es decir, aquel que ha desarrollado de tal manera su conexión y sintonía con Dios, se convierte en instrumento de grandes portentos y maravillas de Dios.
            La invitación entonces es a desarrollar la fe.

OBSTACULOS DE LA FE

Uno de los obstáculos de la fe es la confianza en nuestro recursos pues nos priva de desarrollar y probar la fe. Y eso nos hace que en las circunstancias difíciles nos sintamos tan inútiles.

La escuela de la fe

¿Hay una escuela de la fe? Por supuesto. Veamos. Es interesante que el Señor antes de comenzar su ministerio haya pasado 40 días en el desierto. Y que los grandes maestros de la fe que enlista Hebreos 11 fueron personas comunes, pero que pasaron por procesos, a veces terribles, donde aprendieron a desarrollar su fe. Es decir, circunstancias en las que pudieron ver la mano de Dios obrando. Esto los llevó a confiar plenamente en él. Es por ello que las pruebas son momentos de sumo gozo, pues son los momentos en que destronados del yo podemos ver que Dios se está ocupando de nosotros, sentimos y vemos su poder.
Para confiar en Dios hay que descubrirle. No podemos confiar en un ser desconocido, en alguien que hemos conocido de oídas. Job 42:5 dice: ”De oídas te conocía, más ahora mi ojos te ven”. Job pasó por un proceso terrible para que sus ojos fuesen abierto, para que tuviera un fe de esas que mueven montañas.

ORACIÓN
Oh Señor, ya no queremos conocerte de oídas, ser cristianos de oídas, queremos que nuestros ojos te vean, que podamos sentirte como sentimos un árbol, el agua, el aire, tan tangible como cualquier cosa creada tuya. Queremos que nuestros oídos te oigan, nuestro olfato te huela, y nuestras manos te sientan. Aquí estamos, Padre, para hacer tu voluntad.



sábado, 6 de febrero de 2016

LOS POBRES EN ESPÍRITU


Mateo 5:3
«Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.


Algunas personas religiosas, como los de la teología de la liberación, creen que esta bienaventuranza está dirigida a los pobres económicos, a quienes viven en la miseria material, e incluso citan incompleta esta bienaventuranza. Dicen únicamente “Bienaventurados lo pobres…”
Pero el evangelio agrega “en espíritu” por lo que se aleja de la pobreza material y económica y se centra en la espiritual.

Ahora bien, qué podemos entender de sobre “pobreza espiritual”. No se refiere a los pusilánimes ni de los cobardes, ni de los conformistas, ni de los tímidos, ni gentes si valores ni ética, ni los ignorantes. La pobreza espiritual es la ausencia de soberbia, es decir, es lo opuesto del engreído, del vanidoso, del petulante…

Quizá por ello el modelo de “pobreza espiritual” que el mismo Señor dio fue el de un niño.

Mateo 18:3:
…y dijo: —De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Es decir, una persona (como muchos niños) que aún no tienen integrado en su cerebro “el quedar bien”. Si bien hay niños petulantes, orgullosos y presumidos, generalmente son el reflejo mecánico de lo que ven en casa, ni siquiera lo piensan. Un niño sin estos referentes tratará a los demás como iguales y no se detendrá a expresar con claridad lo que ve y siente no importando el rasgo social a quien les dirigen sus palabras .


Resumiendo, sólo quién ha perdido su ego puede estar abierto a la voz de Dios. Los niños, en general, no tienen aún ego y en esa condición están más receptivos a la voz de Dios.

Y perdemos el ego cuando algo o alguien nos derrumba de nuestro pedestal, como un accidente, una enfermedad grave, un conflicto que nos hace zozobrar... O bien, la presencia de Dios mismo. Cuando Pedro advierte la divinidad de Jesús, pues ante el milagro de la pesca super abundante, se arrodilla en el barco y le dice: "Aléjate de mi Señor, que soy hombre pecador". Pedro, en ese momento, había perdido plenamente el ego y esta es la cualidad que permite el encuentro con Dios.

viernes, 5 de febrero de 2016

¿QUIEN ES JESÚS?


Cuando Juan El Bautista estaba en la cárcel, llevado allí por Herodes El Grande hizo llamar a sus discípulos para que fueran a preguntarle a Jesús algo que le mordía el ánimo. Los discípulos fueron a Jesús de inmediato:

Lucas 7:20
—Juan el Bautista nos ha enviado a ti para preguntarte: “¿Eres tú el que había de venir o esperaremos a otro?”

Cuando consideramos que Juan El Bautista fue quien le preparó el camino llamando al arrepentimiento a mucha gente, y quien había declarado reiteradamente que detrás de él venía alguien que él decía— “no soy digno de desatar la correa del calzado. Y cuando finalmente vio llegar a Jesús a dónde él estaba bautizando exclamó: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, nos parece poco entendible el por qué dudó de Jesús, por qué mandó a sus discípulos a preguntarle a Jesús si él era a quienes los judíos esperaban.

Jesús realiza, en ese momento, diversos milagros y luego les dice a los enviados de Juan a que vayan a contarle lo que ellos vieron. Es decir, su respuesta fue hacer aquello que estaba profetizado podría hacer el Mesías, y no con argumentos ni siquiera bíblicos. Esto nos recuerda las palabras del apóstol Pablo a los Corintios.

1 Corintios 2:4
“…y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder…”

Pero ellos no eran los únicos que dudaban, de hecho muchos quienes de una u otra forma lo conocieron en su momento, es decir, en forma directa o de oídas, se preguntaban quién era este hombre y algunos se atrevían a afirmar diversas cosas. Y lo sabemos porque el apóstol Juan narra varios pasajes sobre las conjeturas de la gente, y remata con un diálogo singular en el que Jesús le pregunta a sus discípulos: “Quien dice la gente que soy”.

Los apóstoles contestan precisamente con esas conjeturas que la gente se hacía al no aceptar que Jesús era el Mesías esperado.

Mateo 16:13-14
Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo:
—¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?
Ellos dijeron:
—Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.

Y luego  les pregunta algo esencial: “Quien decís vosotros que soy”. Tal vez se hizo súbitamente un silencio entre ellos. ¿También dudaban? El pasaje no nos dice, pero su actitud cuando toman preso al Señor nos revela que ellos tampoco tenían en claro que Jesús era el Hijo de Dios, es decir, Dios mismo. En esa ocasión sólo Pedro contesta contundentemente: “Tu eres el Cristo, el hijo del Dios viviente”.

Ahora, supongamos que el Señor nos encuentra un domingo en el culto, pide la palabra y nos pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Creo que muchos contestaríamos lo que hemos oído reiteradamente lo que se dice de él en los diarios, en los documentales, en las revistas, en algunos libros dizque científicos: que fue un iniciado, que fue un simple carpintero, un pueblerino sin más mérito que el resto de los mortales, una invención, un fraude, un mito, una proyección de mentes débiles, un gran hombre, un sabio, un extraterrestre…

Luego nos encararía y nos preguntaría: ¿Y ustedes, qué dicen que soy?

Silencio, silencio… de pronto, una mano que se alza y balbucea conceptos prefabricados, frases inconexas… Sí, al parecer, tampoco la iglesia que se dice cristiana tiene claro quien es Jesús.

Alguien por allí, tímidamente, dirá: “Tu eres mi Señor y Salvador…” Quizá entonces el Señor se alegraría y diría como entonces a Pedro: “Bienaventurado porque no te lo reveló ni carne ni sangre sino mi padre que está en los cielos”.

Si bien este caso hipotético quizá piense nunca va a suceder, déjeme decirle que es la misma gente que a veces nos topamos a diario que a veces nos pregunta quién es Jesús y por qué creemos en él, y muchas veces no sabemos qué contestar.

Para que esta situación embarazosa no vuelva a suceder, déjeme darle una ideas para que declare con precisión quién es Jesús cuando le pregunte o cuando usted mismo se pregunte.

Cuando Dios se le presentó a Moisés en el desierto en la zarza ardiente le reveló su nombre para que lo declarara a los israelitas y al Faraón:  YO SOY EL QUE SOY. Este era el nombre que debía mencionar ante Faraón y ante los Israelitas. Es un nombre extraño y singular pero que afirma que El Señor ES, es decir, el que siempre existe, el eterno, el que vive para siempre

Revisando el evangelio del apóstol Juan encontramos que el Señor Jesús usa la misma frase para afirmar quién es. Reiteradamente dice YO SOY. Y son esas respuestas las que nos revelan con claridad quién es Jesús, y quién debe ser para nosotros y quién es para la humanidad.

Y de esta manera está confirmando, en primer lugar, que él es Dios, que El ES. Y en ese Yo soy nos va revelando su grandeza puesta a nuestro servicio.

6:48 “Yo soy el Pan de vida”. Y añadió en el 6:51 “Yo soy el pan vivo”. Jesús es quien puede satisfacer las necesidades profundas, las necesidades del alma que ni la meditación, el dinero, los logros, pueden darnos. A la Samaritana le dijo que el agua del pozo donde ella estaba tomando su agua sólo satisfacía la sed momentáneamente, pero el agua que él le daría, nunca más iba a tener sed. El es el Pan que sacia las necesidades humanas de manera perfecta y permanente. Esto es difícil de demostrar pero que se  puede experimentar., aunque para ello a muchos nos cuesta mucho tiempo y mucho trabajo.

8:12 “Yo soy la luz del mundo”. ¿Qué significa esto? Bueno, primeramente es una de las principales características que se le atribuyen a Dios. Cuando irrumpió al principio par a dar vida a todo, dijo Hágase la luz. Y la luz se hizo. Jesús, como luz, es quien permite distinguir con la claridad la situación humana y nuestra situación y cuando nos ilumina las cosas empiezan a tener sentido. En unas de sus cartas, el apóstol Juan nos dice que Dios es luz y ninguna tinieblas. Quizá por el ello el mismo apóstol nos dice en Juan 1:4 que “en Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”. Una de las acciones que el Señor hizo en su ministerio es devolverle la vista a los ciegos, es decir, a darles luz. Cuando uno de estos ciegos fue interrogado y además intimidado diciéndole que si no sabía que quien le había devuelto la vista era un pecador, él contestó categórico:

 Juan 9:25
“Mas él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.”

Y cuando llegó al mundo, quien anunció su llegada fue con la hermosa luz de una estrella. Una luz que vino a alumbrar la oscura existencia de los seres humanos. Sin embargo, los hombres de aquella época y muchos de la nuestra no lo aceptan

Juan 3: 19
“Y ésta es la condenación: la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas…

10: 7 “Yo soy la puerta de las ovejas”.  Nos cuentan los investigadores que en los tiempos del Señor había dos tipos de corrales. Unos dentro de las ciudades, perfectamente construido con piedra y una puerta de madera, pero en el campo había otros corrales más rústicos para resguardar las ovejas cuando se retrasaban y ya  no podían entrar a la ciudad; entonces, resguardaban en estos corrales a las ovejas. La puerta de estos corrales no era más que un boquete y el pastor, cuando ya estaban dentro, se recostaba en la entrada de modo que él era la puerta. Esta es la imagen que Jesús enseña. Él es la puerta que resguarda la entrada y salida. Sólo podemos tener acceso a su reino entrando por Él.

10:11 “Yo soy el buen pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas”… Y su vida dio. El mal pastor, busca lo suyo. El cristianismo se forjó a partir de la Cruz, es decir, cuando, al morir en la Cruz, rasgó el velo del templo y abrió la puerta de acceso a Dios. Por amor a nosotros, entregó su vida y con ello derrotó el imperio de la muerte.

11:25 “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque muera, vivirá…”.  Los antiguos egipcios creían en la resurrección y buscaban conservar el cuerpo para que estuviera conservado, pero estaban equivocados. La resurrección que Dios nos da no es para regresarnos al mismo cuerpo corrupto, sino nos revestirá de nuevos cuerpos, perfectos, imperecederos. Esto le permite al apóstol Pablo en Romanos: “Dónde está oh muerte tu aguijón.”

14:6 “yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene a Padre sino por mi”.
El Señor es el Camino, seguirlo es caminar por su sendero, y su sendero es verdadero, es decir, no es la verdad científica que es aproximativa sino la revelación profunda de quienes somos y a dónde vamos y quién nos revela a nosotros mismo nuestra miseria. Contrastarnos contra él que es la verdad es vernos tal como somos y la necesidad de ser limpiados por él. Y esta llegarnos a él nos da vida, y una vida en abundancia.

15:1 “Yo soy la vida verdadera y mi Padre es el labrador. Sin mi, nada podéis hacer.”
Él es entonces la fuente de vida. Unidos orgánicamente a él, como el bebé está unido a la madre por la cordón umbilical, podemos recibir su fluido vital y ya no vivir nosotros sino Cristo en nosotros, como escribía el apóstol Pablo.

Todo esto que hemos revisado nos permite ver la profundidad de lo que nos dice Hebreos 12:1.
Hebreos 12
1  Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

A la luz de estos YO SOY podemos afirmar que no hay nada más sabio que el hombre puede hacer que vivir la vida poniendo los ojos en Jesús, buscando anhelantemente llegar a tener su estatura, pero es asimismo nuestra entrada, nuestro caminar, nuestro camino y el magnífico modelo a seguir.

No dudemos nunca de Jesús. Pueden criticarnos, enjuiciarnos, burlarse de nosotros intentando desacreditar a Cristo. Y en medio de las burlas o las críticas, que en nuestro corazón brille YO SOY.

En estos dos versículos, entonces, se nos invitan a correr la carrera cristiana bajo unas condiciones que inevitablemente nos van a hacer vencedores y más que vencedores.

1)   Rodeados de testigo: unos nos aplauden, otros, nos consuelan, otros nos alientan o nos echan porras, como en un estadio…
2)   Despojándonos de todo peso, sea pecado o no, pero nos estorba para correr. Pueden ser aficiones, compromisos sociales o laborales, anhelos, amistades, hábitos, y, por supuesto, los pecados.
3)   Puestos los ojos en Jesús. El es nuestro guía, nuestro modelo y nuestra meta. Efesios. 4:13 “…hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo…”

Ser cristiano es entonces correr una carrera ardua, difícil, pero magnífica para alcanzar a ser como Jesús.



ESTUDIO SOBRE APOCALIPSIS 20: Los mil años

Jeremías Ramírez El tema principal de este capítulo 20 es ese periodo de tiempo denominado “Milenio” y que ha sido causa de enorme discusión...