miércoles, 2 de diciembre de 2020

CRISTIANOS DE VITRINA

Vosotros sois la sal de la tierra; 

pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? 

No sirve más para nada, sino para ser echada fuera 

y hollada por los hombres. 

Mateo: 5:13


En los estudio y comentarios sobre la metáfora “sal” que Jesús hace para subrayar la función que los cristianos tienen en la sociedad, generalmente se pondera la cualidad preservadora de esta sustancia, pero pocas veces sobre su inserción en la sociedad.

Cuando el Señor habla de la sal, implícitamente indica esa cualidad preservadora, y afirma que inútil cuando la sal es sólo tierra inerte.

Sal Pablo no habla de la otra cualidad de la sal: su capacidad sazonadora: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” Colosenses 4:6.

Sin embargo, hay otro aspecto poco analizado. Para que esa sal sea útil debe ser empleada, es decir, mezclada con las comidas que se desea sazonar o preservar. De modo que al comparar a los discípulos como sal en la tierra, implícitamente indica que su vida debe entrar en contacto con la gente para que su sola presencia genere cambios. 

En Lucas 2:52 nos dice que Jesús no sólo crecía en sabiduría y físicamente, sino que además obtenía la gracia con los hombres y con Dios. Y hay una similitud en la naciente iglesia en Jerusalén. En Hechos 2: 47 dice que alababan a Dios: “…teniendo favor con todo el pueblo”. Es decir, la iglesia empezó a ser bien vista pues era agradable a la sociedad, es decir, sazonaba con su manera de ser y esta agradabilidad era notoria pues convivían con todos, no estaban escondidos o refugiados teniendo contacto sólo entre ellos.

Un cristiano que se refugia en su iglesia, que evitar entrar en contacto con el mundo, falla en su función básica pues está a resguarda en una gaveta dentro de su salero. De nada sirve que sea una sal magnífica si todo su potencial sazonador está encerrado en una botella o tras los muros del templo.

Ese movimiento que prevaleció en la iglesia católica de que, cuando alguien se consagraba a Dios, era recluido en un recinto apartado de la sociedad, no iba acorde con las escrituras y con la voluntad de Dios. Esta reclusión es contraria a lo que enseñan los evangelios pues los cristianos nunca deben ser cristianos de vitrina o convento.

Jesús era acusado de juntarse con publicanos, y pecadores y él contestaba que Él fue enviado a los enfermos no a los sanos. 

Sí, es cierto que santidad indica “apartado”, pero ese apartamiento no es físico ni social sino del pecado. Un santo no es un monje en un claustro orando o leyendo su breviario o su Biblia, sino alguien que, sin participar del pecado, influye en su sociedad para que cuando la gente “vea sus buenas obras”, alaben a Dios. Porque Dios ha conformado un pueblo celoso de buenas obras.




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